Burden of Proof o La carga de la prueba es la nueva docuserie de true crimen de HBO. Consta de cuatro episodios de una hora aproximadamente. Narra la tragedia de la familia Pandos, tras la misteriosa desaparición de su hija Jennifer en 1987.
Dos décadas después, su hermano Stephen encabeza una cruzada personal, en búsqueda de justicia y reparación.
Pero el contenido brinda un tour de force, un giro inesperado dentro del género, cuando el protagonista señala a sus padres como los principales responsables y culpables del hecho.
Ahí comienza verdaderamente el drama de una saga, que parece extraída de un acto de Hamlet, de algún capítulo de Succession y Juego de Tronos en el universo de la clase media alta de Norteamérica.
En el subtexto se indaga la crisis del principal núcleo de la sociedad, como símbolo de la pesadilla del sueño americano.
En tal sentido, rememora la estética y la ética de filmes, en primera persona, como Capturing The Friedmans y House of Hammer, donde se investigan los secretos de pequeñas dinastías y árboles genealógicos, cuyas raíces y ramas se carcomen, a consecuencia de ocultar esqueletos en el armario.
Al principio, destaca la determinación de Stephen Pandos, por divorciarse de su legado, por separarse de los conflictos de interés, en pro de sostener su teoría, según la cual su padre causó la muerte accidental de su hermana en una disputa casera, para de inmediato forjar una carta de despedida con la complicidad de su madre.
Por años, la causa sigue las huellas de tal versión, sumando ángulos imprevistos y datos contundentes, como pruebas de polígrafo e inconsistencias en los relatos de los progenitores, quienes no dudan en dejarse grabar durante todo el proceso.
Hay una cuestión digna de estudio en Estados Unidos, y es la asumida vocación de ayuda, de colaboración de los involucrados en causas y denuncias, por permitirse entrevistar delante de las cámaras.
Pueden existir las clásicas interferencias, porque no todos están dispuestos a someterse a un interrogatorio periodístico, pero Burden of Proof expone la cultura de la transparencia que permea a la nación por entera, a la hora de cooperar con los medios de comunicación.
En países como los nuestros, da mucha envidia ver cómo las autoridades y los ciudadanos acceden a narrar sus puntos de vista, sus enfoques de la historia, refrendando el valor de la libre expresión.
No faltarán los factores que entorpecen la indagación de los miembros de la prensa y el cine. Sin embargo, la serie documental se cuenta, gracias al acceso total de las fuentes de la policía, de la familia, del Estado y de la política doméstica.
Como en la popular serie de Twin Peaks, nos preguntamos “quién asesinó a la joven Jennifer” en los aparentemente inocentes años ochenta.
Nos enteramos de la vida de ella, de sus circunstancias humanas, por unas reconstrucciones y recreaciones de ficción, a la altura de cualquier producción de calidad, centrada en la nostalgia teen.
Desde el tercer capítulo, empezamos a dudar del ensañamiento de Stephen, que enfrenta con severidad a sus padres, sentándolos en el banquillo, negándoles afecto y condenándolos por sus “sospechas”.
Veremos que la verdad es un asunto más complejo de encontrar, en casos así, que las tesis de unos detectives a sueldo, que cobran por tejer especulaciones, con escaso fundamento.
Incluso, La carga de la prueba de Stephen va diluyéndose en frente de nuestros ojos, en un plot twist que no conviene revelar.
En última instancia, el documental propone una revisión de los códigos del true crimen, desde una perspectiva subjetiva e intuitiva, que es ejemplo de las narrativas del ego y el voluntarismo de autoayuda, que actualmente circulan, como tablas de salvación.
De modo que el héroe, como en un western oscuro de John Ford, como en Un tiro en la noche, descubrirá que detrás de las leyendas y mitos que nos imponemos como veredictos en las redes, abundan los matices y las capas, las realidades que son aún más difíciles de dilucidar.
Así que es un baño de humildad para Stephen, para los inquisidores de la web, que disparan primero y averiguan después, que dictan sentencia antes de cerrar un debido proceso.
Lo recomiendo precisamente en una Venezuela que ha montado un preocupante tinglado de cancelación en Twitter, una especie de tribunal de Batman Rises, en el que sentenciamos y bajamos los pulgares, en que soltamos la mano, no bien se publican una cascada de testimonios acusadores e incriminadores.
De acuerdo con que las redes sirven para responder a la lentitud de los entes oficiales y su corruptela. Pero no es menos cierto que todavía se es inocente antes de que se pruebe lo contrario en un tribunal.
De pronto no es una idea muy sexy en la era de los 15 minutos de infamia, al alcance de un click, en el tiempo real de los juicios exprés que te culpan, sin derecho a la defensa.
Una peligrosa vendetta que algún día puede ir por sus propios gestores, como pasó con los inquisidores de ayer, que posteriormente sufrieron de cacerías de brujas.
Allí reside la fuerza de Burden of Proof, la historia de un Edipo que desea acorralar a sus padres, para luego entender su error de cálculo e intentar compensar su sesgo cognitivo, pues las pruebas apuntan en otra dirección.
Un cine que nos enseña a mirar el cuadro, de una manera multidimensional.
Una clase disimulada de semiótica, que se nos brinda en auténticas pastillas de creación documental.
Una novela americana, de corte policial, tramada como una serie negra, como un rompecabezas de suspenso.
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