En los rincones de un pequeño poblado en las montañas, el tañido de las campanas irrumpe en la madrugada; un centenar de personas, apenas despiertas, agilizan los pasos llenos de alegría. En el templo, la muchedumbre se concentra antes de los primeros destellos del Sol; un canto rompe el frío que cubre a los pobladores, que se convierten en un nutrido coro. Es diciembre y en Carayaca todo parece sonar a Navidad.
La espontaneidad y el gozo por las festividades decembrinas originó que un grupo de músicos populares dieran forma a una de las expresiones más auténticas y de relevancia en Venezuela: Voces Risueñas de Carayaca, agrupación tradicional con setenta y tres años de ininterrumpida trayectoria. A finales de los años cuarenta, Luis Pérez Padilla vio con preocupación que las melodías navideñas venezolanas se encontraban en el olvido, el avance de géneros extranjeros, como el bolero o la ranchera mexicana, eran predominantes en la radio y la industria fonográfica local, dificultando la producción musical autóctona, aún más si esta solo era para una breve temporada del año.
En diciembre de 1950, Pérez Padilla, Tirsa Álvarez y Jesús Mayora, junto a Mario Ovalles, Carlos Guillen, Antonio Manzanilla, José María Álvarez, Fanny Álvarez Padilla, Bárbara Bello, Alida Arroyo y Armando Hidalgo, se proponen dar forma a la tradicional agrupación que amenizaba las misas de aguinaldos en Carayaca, zona montañosa del antiguo estado Vargas. En sus inicios se dedicaron a difundir antiguas composiciones del siglo XIX y aguinaldos caraqueños como los escritos por el maestro Vicente Emilio Sojo.
Para mediados de la década de los cincuenta, el grupo había fortalecido su estructura y las primeras composiciones de sus integrantes comenzaban a repercutir, por lo que son firmados por el sello disquero, El Palacio de la Música, con el que editan su primer LP. A este álbum se unirían unas 25 producciones de aguinaldos, parrandas y otros ritmos musicales. La producción discográfica de Voces Risueñas de Carayaca abarca más de 450 canciones escritas y compuestas por miembros de la agrupación: «Azul el pabellón», «La parranda del Niño», «¡Oh, Niño de mi devoción!», «Guasacaca en Sol», «Aguinaldo sencillo», «En el portal de Belén», «Los ángeles cantan», «La noche de los milagros», «Cantemos todos al Niño», «Lo tradicional», entre otras.
En 1960 Luis Pérez Padilla crea la música y letra de «Camino de Belén», tema que pudiera ser una de las canciones navideñas más hermosas jamás escritas, pieza que recoge la esencia de estas fechas: un tributo de amor al Niño Dios de quienes sienten la Navidad como una parte esencial de nuestra fe.
El aguinaldo y la parranda de Carayaca son géneros autóctonos de esa localidad que parten del merengue, que es escrito a ritmo 5×8 hasta su particular 2×4 que le es distintivo. Las formas musicales son únicas, el estilo de tocar el pandero, el cuatro, el violín conviven acoplados con la percusión de tamboras, charrasca, maracas y furruco, creando una armoniosa melodía que enmarca a los cantantes; un universo rico en matices que envuelve y suena a Carayaca: fiestas, gratitud, bondad, solidaridad, familia y tributo al Señor. Sus canciones son antífonas, que es una alternancia entre el solista y el coro, cada uno canta un verso de la estrofa. Las composiciones están inspiradas en la celebración católica de la Navidad, fiesta que es ajena a los patrones impuestos por la frivolidad de los medios de comunicación y al consumismo, males que han roído el sentido místico navideño; sus cantos son símbolos de devoción al nacimiento del Niño Jesús.
En 1982, luego de tres décadas, se produce un relevo en la dirección de la agrupación, Loreley Pérez Évora, miembro de la segunda generación e hija del fundador Pérez Padilla, recibe de su tía Tirsa Álvarez Padilla, la responsabilidad de conducir a las Voces Risueñas a la siguiente etapa. Desde el inicio, la nueva directora fomentó los estudios musicales y la profesionalización de los miembros; en este período surge, además, la necesidad de la investigación y la exploración de los distintos géneros musicales de Venezuela.
Voces Risueñas de Carayaca, al ampliar sus conocimientos y principalmente, gracias a su rigurosidad, se convierten en exponentes integrales de la música venezolana: fulía, tamunangue, joropo llanero, joropo oriental, malagueñas, golpe y estribillo, tambores de la costa, etc., comienzan a convivir en su repertorio, integrando además las distintas danzas y alegorías folclóricas de todo el país a lo largo de todo calendario festivo del año. Hoy, son un movimiento cultural de gran importancia en Venezuela y enarbolan la bandera como embajadores de la cultura nacional.
China, México, Argentina, Curazao, Honduras, Uruguay, Costa Rica, Guatemala, Francia, España y otros países de Europa son algunos de los destinos que han disfrutado de este inigualable conjunto. En cada uno de esos lugares han mostrado los colores, el baile y los sonidos de Venezuela.
Desde el año 2000 la actividad formativa ha ido alcanzando un mayor impacto social; al estudio de programas musicales con base académica han incorporado en su escuela artística la danza, el teatro, la pintura y otras manifestaciones, con el objetivo de inculcar valores por medio del arte y generar un beneficio colectivo mediante la formación de individuos con un sentido integral de ciudadanía. Desde 2018, atienden a unos trescientos niños y jóvenes anualmente, a quienes dan sólida asistencia, preparándolos como cultores de la música, como futuros integrantes de la cuarta generación de miembros de Voces Risueñas y guardianes de nuestro patrimonio cultural. Simón Loyo, miembro de la agrupación, expresa con optimismo “Carayaca no rescata el aguinaldo, en Carayaca son vigentes los aguinaldos, una constante construcción de tradiciones en el presente, que son un legado para el futuro”.
De acuerdo con las palabras de su directora, su mayor orgullo es constatar que a lo largo de setenta y tres años, Voces Risueñas de Carayaca es un espacio en el que cada integrante puede manifestarse y un medio para transformar las inquietudes en realidades: “esta es una gran casa donde todos tienen cobijo”. Loreley Pérez Évora, sintetiza en sí misma el concepto de constancia y gallardía; despojada de mezquindad, ha dedicado su vida a enaltecer el legado de los fundadores y se ha prodigado con enseñanzas, compromiso y pasión. Esta ejemplar mujer dignifica el rol de las creadoras en la sociedad al ser un testimonio de conexión con el país y una auténtica referencia de los principios culturales, heredados de la religión católica.
La actualidad evidencia la crítica situación que atraviesan los símbolos de nuestras creencias que han sido desplazados: un sistemático ataque enmascarado en la inocencia de íconos foráneos reñidos con nuestra fe. Es urgente reflexionar y recomponer el camino. La Navidad no es un tiempo de consumo desmedido ni de excesos, es la época en la que debemos convocarnos en unión a la exaltación del espíritu e internalizar que la grandeza de los hombres proviene no del bien material sino de la riqueza que acumulemos en los corazones.
Estos días tan propios para reencontrarnos en la gracia de estas fechas son una formidable oportunidad para disfrutar de la acogedora y sublime música de las Voces Risueñas de Carayaca; el trabajo de estos verdaderos artistas nos conduce por un alegre, evocativo y celestial recorrido.
Voces Risueñas de Carayaca son una admirable resistencia cultural y moral al servicio del otro, una honrosa muestra de que Venezuela sigue guardando un enorme potencial artístico y humano. Queda de nuestra parte que esa inmensa fortuna esté a favor del progreso, del bienestar, de las costumbres y de lo más importante: del amor a la Patria y a nuestros hermanos. Quienes creemos en Cristo debemos sumarnos al ejercicio noble de amar al prójimo y socorrer a los niños que hoy sienten y sufren la tristeza de la desigualdad. Luchemos para que en el mañana ellos también sean un risueño coro de esperanzas. ¡Feliz Navidad!
@EduardoViloria