Sorpresa y estupor.
Leo con sorpresa el reporte de una periodista especializada en nuestra capital de la República. Allí indica la oficialización del gris como color para la «celebración» del bicentenario de Carabobo. Me resultaba increíble. ¿Gris? No. Continúo la lectura llamativa: «En el marco de un plan del Ejecutivo liderado por Carmen Meléndez, vicepresidenta de Seguridad Ciudadana». ¿Se puede entender? Más adelante la ordenanza capitalina. Voy directo a ella: pintar de gris (un gris muy específico) rejas y fachadas públicas oficiales, de vivienda; y unas calcomanías, so pena de atenerse a las consecuencias.
Me causa estupor, en mi paso rápido por mi Caracas, apreciarla teñida de grises incipientemente, pero en señal de que pronto estará embadurnada de esa mezcla de colores negri-blancos. Rejas, en efecto; postes (normal), paredes, divisiones de vías, techos, hidrantes, pisos. ¿Gris? Sí, gris. ¿Materia gris?
Un diccionario me indica lo que cualquier estudio de la psicología del color arroja: «Triste, lánguido. Mediocre. Anodino. Difuso. Sin delimitar». La pregunta aturde: ¿Celebración en gris? La intencionalidad no se oculta: adormecernos, opacarnos, incidir terrible-mente en nuestras mentes en función de hacernos sentir más y más oprimidos. Entristecernos para olvidar la maravillosa gesta liberadora de 1821. Para que no nos encabritemos rememorando hazañas de pasión independentista: «Y si el despotismo…». Más el ejemplo de Caracas. Lo hacen a suma conciencia. A conciencia de dominar hasta por los colores. Parece una estupidez que no es tal.
Dos elementos: voy por la Autopista Regional del Centro. La división de las dos vías es gris, un gris fresco, recién echado, que están echando, contraviniendo normas universales del tránsito. El amarillo es llamativo; por tanto, evitador de accidentes. Pensemos en la vía de por sí propiciadora de descalabros automovilísticos y de muerte. Tazón. Hasta existe, increíble, un hidrante embadurnado. ¡Un hidrante! Universalmente rojos para indicar a los bomberos apresurados un lugar donde tomar agua para sofocar cualquier incendio. No les importa. Debe verse gris mi Caracas. Para cumplir la encomienda de los especialistas foráneos. ¿Cubanos? De destruirnos más psicológicamente. Para cumplir órdenes superiores. ¿De la almirante vicepresidente de Seguridad Ciudadana? ¿De más arriba? Caracas resulta como un gran campo de concentración y experimentación. El gris. «La tumba» de blanco. La incidencia sobre los individuos. El control. El dominio. La doblegación. La bota en la crisma.
Caracas estará teñida de gris, embadurnada de gris, pero el tricolor, también teñido de simbolismo psicológico, de la celebración latirá sin duda, fervoroso, en aplauso risueño, por la liberación de otrora y la que vendrá. Caracas es, como el país, indoblegable. Si no que lo digan estos más de veinte años de lucha a muerte por salir del secuestro en busca de la paz. Es la verdadera ordenanza.