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Carabobo, el comienzo del fin

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El control absoluto del territorio por parte de las fuerzas republicanas no concluye con la victoria de Carabobo, en junio de 1821, triunfo que, además, tiende a ser visto por algunos como la batalla que pone punto final a la guerra de independencia. Se trata, claro está, de una batalla decisiva resultado de una cuidadosa campaña que meses atrás se desarrolla, reanudadas las hostilidades en abril de aquel año, tras el paréntesis de paz que sigue a la firma del Armisticio de Trujillo (1820). Así, un ejército disciplinado, instruido y cohesionado en torno al indiscutible mando del Libertador Simón Bolívar, comienza una serie de movimientos convergentes y de distracción que ponen en jaque a uno superior en número, afectado por rivalidades y conflictos en su línea de mando, mermando la autoridad del general Miguel de la Torre.

Desde Trujillo el general patriota Juan Gómez, parte hacia Guanare, al tiempo que el coronel Cruz Carrillo se dirige al Tocuyo y Barquisimeto. La división del general Bermúdez avanza sobre Caracas en un movimiento de diversión, considerado por los entendidos como uno de gran importancia, pues al tiempo que amenazaba peligrosamente la retaguardia enemiga, facilitaba las operaciones al general Páez y la concentración de las fuerzas patriotas. El general Urdaneta se moviliza desde Maracaibo, ocupando varias poblaciones hasta entrar en Coro, mientras que el coronel Cruz Carrillo alcanza Barquisimeto, distrayendo las fuerzas enemigas que tienen poco margen de maniobra. Finalmente, el 10 de mayo, el general Páez emprende la marcha a la cabeza de 1.000 infantes y 1.500 jinetes, para reunirse con las fuerzas del Libertador en San Carlos, de manera que al final del día 23 de junio el grueso de los combatientes republicanos duermen en la Sabana de Taguanes, cenan y escuchan las oraciones del sacerdote Pedro Antonio Torres, capellán del ejército, como antesala a la batalla.

Es así como al fragor de los muchos movimientos de tropas, escaramuzas y  estratagemas de lado y lado, se va definiendo el punto de choque: la llanura de Carabobo. Por segunda vez -la primera fue el 28 de mayo de 1814- se medirían las fuerzas del Rey con los aguerridos republicanos en un memorable hecho de armas. Los detalles de la célebre batalla son de todos conocidos, el libro del Dr. Gonzalo Pulido Ramírez, titulado De Carabobo al Cerro de la Mona, ofrece nueva información al respecto. Del lado patriota, tres divisiones al mando de los generales José Antonio Páez, Manuel Cedeño y Ambrosio Plaza, totalizando 6.300 hombres, bajo la suprema conducción del Libertador Simón Bolívar; por el lado realista, en número 5.000 hombres, bajo el mando del general en jefe Miguel de la Torre. Sin embargo, el historiador Pulido Ramírez estima en 7.586 soldados el Ejército de Colombia, y en 4.181 soldados el Ejército Español. Solo una hora bastó para que los patriotas se coronaran de gloria, y pusieran en huida al enemigo que se dirige a Valencia y, finalmente, Puerto Cabello, a ponerse a buen resguardo en su plaza fuerte, aunque no sin importantes pérdidas humanas para los vencedores que verán morir, entre otros, a Cedeño, Plaza, Farriar, Camejo y Mellado. Las pérdidas realistas, no obstante, fueron mayores ya que del ejército de la Torre, apenas pudieron escapar unos 400 infantes del batallón Valencey, sin contar los numerosos muertos, heridos y prisioneros.

Sin embargo, lejos se estaba todavía de tener el control total del territorio nacional, pues Cumaná, Coro, Maracaibo y Puerto Cabello continuaban bajo control de los españoles, aunque más tarde Francisco Bermúdez logra hacerse con Cumaná, siendo Coro hasta entonces ocupada por las tropas realistas al mando del coronel Juan Tello, recuperada por los patriotas. Lo cierto es que a mediados de 1822, cuando se nombra a Francisco Tomás Morales como jefe de las fuerzas realistas en reemplazo de la Torre, la guerra es una realidad. En junio de ese año, el general Carlos Soublette es derrotado en Dabajuro, Edo. Falcón, iniciando Morales desde Puerto Cabello la campaña de occidente con la finalidad de tomar Coro, Maracaibo, Trujillo y Mérida, teniendo como corolario la derrota que sufre en Maracaibo en julio de 1823, cuando se ve obligado a capitular.

Desde la victoria en Carabobo, aquel glorioso 24 de junio de 1821, los realistas en rauda huida se resguardan Puerto Cabello entonces un hervidero en el que reina la confusión y se buscan responsables por la estrepitosa derrota. El Capitán Ángel Laborde, comandante del apostadero naval y segundo jefe de las fuerzas navales de la américa septentrional, no pudo describirlo de mejor manera: “La batalla de Carabobo será siempre para la costa firme uno de los acontecimientos más señalados que han ocurrido durante la actual lucha contra el partido de la insurrección, y que por mi parte y la de todo inteligente, será reputada como el manantial aparente de donde han brotado tantas desgracias; sin embargo, este aparente manantial tenía un origen bien anterior y escondido, mas no enteramente oculto”.

Se refería, entre otras cosas, a las diferencias de criterios y algunas conductas en las filas realistas, especialmente las fricciones entre la Torre, Morales y el mismo Laborde, agregando: “Cuántas semillas de discordias pueden imaginarse, otras tantas hallé sembradas y obrando activamente las pasiones más encontradas. Todos los tiros de la intriga asentados contra el digno General Latorre: agitado el Ayuntamiento de Puerto Cabello por debajo de cuerda a las provocaciones más groseras y formando pandilla sus individuos con cuanto revoltoso abrigaba en su seno la plaza. Preveí funestas desavenencias entre el General en Gefe y el Brigadier Morales; tal vez hubiera sido conveniente al mejor servicio de S.M., que las medidas fuertes que el General Latorre estuvo para fulminar hubiesen sido llevadas a devido efecto; asi me lo ha hecho creer la realización de varios males que he visto dimanar de esta indulgencia, y que de otro modo se huvieran evitado, a pesar de que en su tiempo procuré en cuanto me fue dable contener tales resoluciones, debiendo sí confesar en honor de la verdad, que estas gestiones me atrageron varias veces fundadas reconvenciones de este General, dirigidas como de pronósticos de lo venidero, que al cumplimiento de ellos me ha sido forzoso reconocer que el General Latorre opinaba con un verdadero conocimiento de causa y que a mí me cegaba mi natural amor a la paz”.

Carabobo, entonces, marca el comienzo del fin. Puerto Cabello, en manos de los españoles desde mediados del año 1812, seguirá teniendo un importante papel en la logística y operaciones de las fuerzas realistas en el occidente del país, en donde Morales defiende desesperadamente a Maracaibo, en el que los republicanos se coronarán de gloria con la victoria en julio de 1823, de la Batalla Naval del Lago.

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@PepeSabatino

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