En cuanto a las crisis, dicen que las modas vuelven y siempre vuelven, pero esta vez lo que está de moda es una gran depresión económica mundial comparable con el crack de 1929, que servirá como en esa época para un reacomodo de las principales potencias mundiales con sus capitales en el anfiteatro del mundo; que se sabe que son los miembros del Consejo Permanente de las Naciones Unidas, más Alemania.
Al mismo tiempo que deja una estela masiva de ruina en el sistema socioeconómico mundial, ruptura de los mercados, familias rotas, empresas quebradas, desempleo acelerado, quiebre de la ciudadanía, sistema político globalista, entramado social arbitrario, decadencia de la institucionalidad jurídico-política, además de la religión velada. Cuando la solución para revertir todos estos adversos efectos está en levantar los controles económicos y sociales que le han impuesto a la ciudadanía, es decir, desregular la economía de las naciones.
Por un lado, pensar hoy en lo que sucederá mañana es el arte de crear valor en el ser humano, del pensar como guía, no como el rebaño en la granja; por el otro, es necesario ver más allá y poder observar, con una visión casi profética, las consecuencias que generarán las decisiones que se están o no se están tomando al día de hoy ante la presunta pandemia del denominado covid-19.
De allí que hoy la humanidad vive un mundo caótico de incertidumbre absoluta ante este estrepitoso episodio, de modo que la manera como se ha retocado el armazón religioso, filosófico y lógico de la existencia lo hundió todo; por eso ahora más que nunca se tienen que observar las bases donde se sustenta la sociedad mundial, que no son precisamente la “ley del garrote y del colmillo”. Por lo que es inexcusable que la humanidad no se haga preguntas clave en el devenir del tiempo.
En primer lugar, ¿de dónde venimos?, ¿para dónde vamos?, ¿qué le ofreceremos a la generación de relevo?, ¿qué mundo le dejaremos?, ¿le tenemos garantizado a la humanidad un mundo mejor o peor que el nuestro y durante cuánto tiempo?, ¿es correcta la orientación en la que embarcaron a la humanidad como individuos, como familia humana, como sociedad?, ¿es este el Arca de Noé, o mejor aún el Arca de la Alianza?, ¿cómo tendríamos que planificar el sistema político, económico y de relaciones humanas?, ¿la capacidad de ahorro y producción serán suficientes ante la incertidumbre de recursos limitados que posee la humanidad como ciudadanos, países, y sociedades en el mundo?
Dicho de otra manera, ¿cómo saber si se ha elegido y decidido el mejor camino, la mejor opción para las generaciones presentes y por venir?, ¿qué funciones hay que exigir a los gobernantes que se “eligieron” o se elegirán por la ciudadanía?, ¿es correcta la significación de ciudadano que se tiene?, ¿cuáles son los límites del Estado que hay que establecer, organizar como ciudadanos?, ¿cuál es el objetivo de todo el sistema político y económico?, ¿acaso no es la finalidad del sistema político el desarrollo, el mejor uso de los recursos limitados que se tienen y, en fin, la felicidad?
Por tanto, estas y todas las interrogantes necesarias y pertinentes hay que hacerlas ante sí mismos y ante los gobiernos de cada uno de los países. Pareciera que todas las respuestas que se tienen hasta ahora conducen a la nada, al caos absoluto.
Sin embargo, el sol siempre sale. Sol versus tierra parecen ser los silogismos que presentan las preguntas que se hacen, mas se sabe que la vida conocida no pudiera existir sin la participación de la luz. ¿Se salvará el planeta? Pues la historia revela que sí; hurgando en el registro del tiempo más que milenario, se puede descubrir que a toda crisis o recesión le sobreviene un reimpulso, gracias a la inteligencia y a la mano del hombre en su libertad humana.
Por otra parte, es importante recordar que Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y otros países del golfo Pérsico hace menos de medio siglo eran una zona desértica bajo tribus nómadas; hoy se muestran como un oasis recubierto de riquezas, gracias a la capacidad de trabajo de su gente y de sus gobernantes en aprovechar los recursos limitados que poseen.
De la misma manera se pudiera decir de países glaciares y nórdicos como Suecia, Noruega, Finlandia, incluso Suiza y Alemania, que vienen a ser las economías más libres y por consiguiente las más prósperas del mundo, no por sus recursos sino por la inteligencia de su gente en organizar sistemas de libre mercado de producción óptimos, seguridad personal y respeto a la propiedad privada; países del norte de Europa donde de manera inversa no se están llevando a tal extremo los controles sociales y económicos inoportunos, establecidos por el globalismo.
Pues bien, controles sociales y sanitarios impuestos a raíz de los acontecimientos que han predeterminado la mayoría de los gobiernos alineados al nuevo orden económico; amparados en las directrices de la gobernanza mundial, que vienen socavando las bases de los Estados nacionales con el ánimo de controlar la sospechosa expansión pandémica, y con ello se teme el control de la sociedad.
En el mismo orden de ideas, los últimos acontecimientos han demostrado como la izquierda ideológica en todos los matices globalistas, desde los más suaves e iridiscentes hasta los más oscuros e infradimensionales que se permean a través de la mal teorizada democracia, han venido desdibujando los Estados nacionales con la pérdida de la soberanía de los pueblos, donde se erigieron las bases y los principios de la civilización.
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