“Calienta el corazón, enfría bien el vino. Recita algunos versos, enciende un cigarrillo. Apaga todas las luces, con esmero. Arréglate la ropa, mírate en el espejo. Péinate como entonces, igual que aquellos días, reviéntate el granito junto al labio, suspira. Bebe a sorbos y mira por el balcón abierto. Puedes incluso tararear, algún bolero”. (“Cobertura 95% del territorio nacional“. Ismael Serrano).
Estaba escuchando esta canción de Ismael Serrano, hace un rato, mientras disfrutaba de la plomiza placidez del domingo por la tarde. Y es asombroso, al menos para mí que me asombro fácilmente todavía, Dios quiera que por mucho tiempo, como la música, las canciones, imitan a la vida. Esta estrofa de Ismael Serrano, para mí, es un domingo por la tarde, de esos en los que no sabes qué hacer y te dedicas a deambular por la casa, buscando una ocupación que te distraiga del pensamiento de que mañana, desgraciadamente, es lunes de nuevo.
A mí me ocurre a menudo, no sé si a ustedes también, que de repente una canción me traslada a un momento pretérito; y no necesariamente porque en ese momento sonase esa canción, sino porque me sitúa en otro lugar, en otro tiempo. Es un sentimiento, no una certeza.
“A la hora del atraco y la pasión, cuando el infierno acecha en la escalera. Cuando pierde los nervios la razón y cruza el perseguido la frontera. A la hora de abrazar, a la hora de matar”. (“Los perros del amanecer”. Joaquín Sabina).
Esas noches de insomnio, sumido en los pensamientos que te quitan el sueño, esas noches de verano, excesivamente cálidas que te embotan la cabeza y el alma. Cuántas veces, en la mala hora desesperada de la vigilia, me he sentido así.
“En el final del corredor, pude encontrar mis viejas amigas de siempre, mis compañeras. Les pregunté, ¿qué tal estáis? Yo he caminado mucho y me encuentro cansado, pero tranquilo”. (“La calma”. M-Clan).
Ninguna canción como esta refleja mi estado de ánimo actual, mi momento vital. Cansado de tanto pero tranquilo con el recorrido que me ha traído hasta aquí, hasta la madurez. Reconociendo mis muchos errores, pero aceptándolos como parte de lo que soy, de en quien me he convertido. En paz conmigo mismo, que es con quien, en definitiva, tengo el deber de estar en paz.
“Y desafiando el equipaje, sin timón ni timonel, por mis sueños va, ligero de equipaje, sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje. Luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, de un velero al abordaje, de un no te quiero querer. Y ¿cómo huir cuando no quedan islas para naufragar?”.(“Peces de ciudad”. Joaquín Sabina).
Este párrafo, para mí, refleja el deseo de seguir aprendiendo, de volar con la imaginación y la observación donde físicamente ya no alcanzas, en el anhelo y la nostalgia de la juventud perdida. Solo un poeta como Joaquín Sabina traslada al papel y a la melodía las sensaciones de quien vive con los pies en el suelo, en el mundo real, con sus luces y sus sombras.
“Calle arriba caminé tranquilo, al encuentro de un invierno frío, que dejé pasar. Al doblar la esquina de la acera, di de bruces con la primavera, no la vi llegar. Un verano sin escusa y en otoño me olvidó la musa, me dejó marchar. Me perdí en las estaciones y hoy el tren paró por vacaciones, no quiere arrancar”. (“Estaciones”. Antonio Vega).
No puedo evitar, al oír esta canción del malogrado Antonio Vega, pensar en la contradicción, la dicotomía del paso del tiempo, en el que los años son más fugaces a medida que nuestra vida se acerca a su fin, cuando miras a la vida con los ojos del aprendiz. Y sin embargo, cuando has perdido las ganas de seguir, el tiempo se ralentiza, parece detenerse, cuando al final del trayecto ya no esperas nada, salvo eso, el final.
Serían tantas las canciones, tantas las sensaciones, que se hace imposible seguir enumerándolas. Piensen ustedes en las canciones de su vida, aquellas que les hacen permanecer en el coche cuando han llegado a su destino, por no interrumpirlas sin terminar. Aquellas que les levantan del asiento o aquellas que les hacen pensar. La música es vida. La música es sentimiento. Una forma de arte accesible a todo el mundo, por poca que sea su formación. Hasta los animales se conmueven, a su manera, con la música.
No puedo terminar sin acordarme, en estos días tan oscuros en los que estamos inmersos, de una canción que, muchas veces, me ha hecho llorar.
“Esta mañana, al salir a patrullar, hallamos muerto al soldado Adrián. Como manda el reglamento, procedimos a buscar, los objetos que llevara; solo hallamos esta carta.
Querida Milagros, llevo seis días aquí. Te echo de menos, no puedo vivir sin ti. He visto la explosiones brillando a mi alrededor. Tengo miedo, no lo oculto, solo me queda tu amor”.(“Querida Milagros”. El Último de la Fila).
“No estaría de más que alguien me explicara qué tiene esto que ver contigo y conmigo”.
Que se mojen las balas.
@julioml1970
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