Después de 26 años de múltiples comprobaciones concluimos que el régimen usurpador, que reprime y encarcela por trabajar y solicitar elecciones libres y limpias, merece el calificativo de bazofia.
Abrogó el principio cardinal de la alternabilidad en el poder, al disolver las instituciones republicanas que resguardan el sistema democrático.
Le dio un golpe fascista a la espontánea manifestación de la soberanía popular expresada espléndidamente el 22 de octubre.
Le ha tocado duro al pueblo, en ejercicio de sus derechos políticos, enfrentar todo tipo de desmanes, entre ellos, la violencia y cobardía contumaces, amparadas por las armas desviadas delincuencialmente en contra de ellos por empeñarse en organizarse alrededor de la defensa de la soberanía popular.
Es un hecho que ante una contundente victoria, los militares reconocerían a María Corina, esto lo sabe el usurpador y la saca de un dedazo de la contienda.
Ante el muro abyecto de instituciones prosternadas surgieron dos sustituciones y la segunda a duras penas logró inscribirse.
El venezolano quiere elegir a pesar de que cambien, para crear trabas y confusión, el nombre de los planteles de las escuelas que sirven de centros de votación. Es un contrasentido la propiciación de artimañas, violando el orden constitucional, para desmotivar la participación electoral, cuando la obligación del Estado es auspiciarla masivamente por todos los medios disponibles. Así se procedía cuando teníamos democracia y por eso nunca aceptaremos dolosas actuaciones dirigidas a perturbar el proceso primario de la soberanía popular: es un derecho fundamental. Se parece a todo menos a una elección por los innumerables obstáculos.
Encaramos a un sistema electoral pernicioso, se habla de centros clandestinos que suman 1,4 millones de electores. El CNE del régimen, presuntamente, manipula la informática y los algoritmos son una caja negra que no han sido cambiados. A los pocos electores del exterior los ponen a votar, por ejemplo, en San Fernando de Apure. Al régimen no le importa su impopularidad y por eso niega representación a las fuerzas reales de la sociedad.
La unidad no es contubernio sino con la gente, articulando sus anhelos y representándolos realmente. Así se alcanza el desiderátum de una configuración orgánica. La política es la gestión de los problemas comunes y compartidos.
La estructura social de Venezuela es mucho más crítica que en 1998, y sorteamos el peligro latente de una élite voraz, iletrada y acomodaticia.
Es mandatorio trabajar desde la verdad, y por eso respaldamos a la líder del coraje que ha conectado con el país y lo recorre promoviendo la candidatura emergente del embajador Edmundo González, un hombre serio, con trayectoria limpia y conocimiento del Estado.
¡Libertad para Javier Tarazona, los policías metropolitanos, los comandos de Vente, Rocío San Miguel, Dignora Hernández, Henry Alviarez, Carlos Julio Rojas y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!