El falso culpable es patrimonio del cine de suspenso desde Hitchcock, quien redefinió el tropo hasta convertirlo en uno de sus sellos de autor.
Precisamente del país del director, de la ahora conspiranoica realidad de Reino Unido, viene uno de los filmes más destacados del mes en Netflix, Acusado, sobre un joven de la India al que señalan como responsable de un ataque terrorista en el Metro de Londres, solo por su origen étnico.
Tras el atentado ocurre la confusión, producto de una desacertada cacería de brujas en la web, donde los prejuicios y los sesgos provocan que al personaje lo sentencien en línea, como en un episodio aterrador de Black Mirror.
Cualquier parecido con la actualidad de las últimas cancelaciones digitales, no es mera coincidencia y la película cumple con exponerlo al estilo de un remake de acción del clásico de Shelley, Frankenstein.
No en balde, las imágenes de la versión de James Whale aparecen en una de las secuencias del largometraje, haciéndole un guiño a la audiencia curtida en el género fantástico.
Los monstruos y los Prometeos posmodernos ya no caen en un espiral de odio en blanco y negro, sino en el espacio tóxico de nuestras redes sociales, cuyos victimarios y víctimas juegan a la caza del gato y el ratón, en un territorio deshumanizado de ciencia ficción, una distopía urbana y viral, sin conmiseración por los débiles.
De tal modo, Acusado refleja el estado de indefensión de los usuarios ante una noche de las bestias, cual secuela de Purge diseñada en los laboratorios de unos guapos del teclado, unos vigilantes anónimos que condenan primero y averiguan después, como en la pesadilla de Minority Report.
El mismo director, Philip Barantini, nos sorprendió con la efectividad gastronómica de Hierve, una lograda carta de presentación en la forma de un plano secuencia, acerca del caos de un chef en la desastrosa velada de un restaurante.
Desde entonces, el realizador dejó en claro su habilidad para manejarse en el bajo presupuesto, en la precariedad económica de los fogones de la pospandemia, sacando petróleo y oro de yacimientos aparentemente agotados.
En Acusado el demiurgo maneja los hilos dramáticos a placer, echando mano de apenas un puñado de actores y locaciones, al honrar el legado de sus ancestros del misterio anglosajón.
Por algo, la película coincide con Cacería en Venecia en la temporada de otoño, más allá de sus obvias diferencias de época y contexto.
Pero ambas beben de una historia común de alta calidad en la explotación de la industria británica.
Kenneth Branagh ejecuta el mejor trabajo de su trilogía de Agatha Christie, replanteando los cerebrales ejercicios expresionistas del Orson Welles de La Dama de Shanghai.
Philip Barantini nos hiela y hierve la sangre al contar la tragedia indignante que sufre un chico por estar en el lugar equivocado y pertenecer a una raza de las sojuzgadas por el nuevo radicalismo fascista de Inglaterra.
Así que la película se erige en un documento de la época, en una crítica del nacionalismo y la xenofobia que instrumentalizan los grupos extremos del populismo europeo, para ganar adeptos, buscando chivos expiatorios en los extranjeros.
Lo típico de momentos de crisis y depresión, cuando la razón se pierde y las sociedades fracasan, arrastrándose al nivel de las venganzas y razzias del siglo XX.
Todo un tema que ha regresado al cine, no por casualidad.
Un asunto que los venezolanos padecemos por culpa del fiasco político del milenio.
Por ende, recomiendo ver Acusado como espejo de un peligroso entorno de apuntar con el dedo, antes de investigar y sondear las consecuencias.