Al Estado en nada le importa el bienestar social y calidad de vida de los venezolanos; su política es mantener la pobreza.
No puedo más que condenar la conducta indolente por parte del Estado en contra de 80% de los venezolanos que se siguen hundiendo en la pobreza sin que haya una reacción con políticas económicas que frenen esta feroz hiperinflación que unida al dólar paralelo y oficial causan estragos en el estómago de los menos pudientes.
Cuando revisamos el monto de la canasta básica en 523 dólares con sueldos miserables y pensiones de hambre tenemos que concluir que estamos en presencia de un Estado intoxicado de poder, con hambre de seguir, sin importarle quién come y quién no.
El Estado se ha convertido en una máquina para producir y aumentar la desigualdad social en el país, depredador de los derechos humanos y garantías constitucionales, haciendo uso de una Constitución que no es la aprobada en el año 1999.
Solo quiero recordar que mantener a un pueblo en crucifixión, sin derecho a reclamar porque quien lo haga va preso, es un «crimen» que aumenta las razones al fiscal de la CPI, Karim Khan, para avanzar
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