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Campo de guerra

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Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional mantienen una disputa a “plomo limpio” dentro del territorio venezolano, lo cual es inadmisible y una total violación de la soberanía venezolana. Y ¿qué hace el usurpador? Nada, absolutamente nada.

Se caen a tiros, afectan a las poblaciones civiles de la frontera y quien se sienta en la silla de Miraflores no ordena al Ejército venezolano atacar a estos delincuentes que se hacen llamar guerrilleros.

En otros tiempos, la Fuerza Armada Nacional expulsaba a estas fuerzas irregulares al otro lado de la frontera. Ahora, el ELN y las FARC hacen lo que les da la gana como si zonas completas de los estados Apure, Táchira, Amazonas, Bolívar fueran de ellos y no de Venezuela.

Esas fuerzas “beligerantes”, como las llamara el finado, ahora hacen de las suyas, saquean, aterrorizan y maltratan a los venezolanos y nadie los puede tocar porque son “unos idealistas” como los hipócritas de la izquierda los califican. ¡Cómplices de todo ese desastre!

La guerrilla colombiana cruzó la frontera con el claro objetivo de hacer de Venezuela su particular campo de guerra, aquí se enfrentan, aquí tienen sus cuarteles y campamentos militares y es aquí –a través del narcotráfico y de la implementación de vacunas– que financian sus “operaciones”.

¿Será que los efectivos de nuestro Ejército nacional no se apenan al ver cómo la suela insolente del extranjero mancilla el territorio nacional? ¿Será que a nuestros generales no les da coraje ver cómo unos delincuentes hacen y deshacen dentro de nuestro país, abusando de civiles desprotegidos?

Las fuerzas irregulares de Colombia están en este lado de la línea limítrofe porque el Ejército colombiano bajo el presidente Iván Duque no le dan cuartel; sin embargo, se atrincheran aquí porque cuentan con el aval directo o indirecto de los usurpadores. Y se quedan aquí esperando que su aliado Gustavo Petro gane las elecciones presidenciales –ojalá que esto nunca pase– para así crear su propio Estado en medio de los dos países.

Si aquí tuviéramos un gobierno serio y firme hace rato que se hubiera aprovechado la guerra entre ellos (FARC y el ELN) con el objetivo de derrotarlos cuando estén más débiles por sus refriegas. No obstante, aquí los uniformados prefieren estar metidos en las estaciones de gasolina que haciendo el verdadero trabajo que les compete, es decir, velar por la integridad del territorio nacional.

Y lo peor de todo es que cada día perdemos control de gran parte del país. Los ganaderos están a merced de estos grupos; los pobladores son objeto del terror que estos cuerpos  armados crean a su paso. Ellos hasta colocan las leyes y las normas en poblaciones enteras y nadie dice nada y nadie hace nada.

En conclusión, el socialismo no solo ha significado hambre, corrupción e inmoralidad, sino que ha representado la humillación de ser reducido al triste papel de mirones de palo ante una disputa de extranjeros en nuestro propio territorio. Algo que jamás en nuestra historia había sucedido y que ahora sucede por culpa de 22 años de aniquilación del honor de nuestras Fuerzas Armadas.

Debemos recuperar la institución armada y regresarla al puesto que por años ocupó. Debemos rescatar al país de los pillos que la gobiernan y debemos vencer a los guerrilleros emocionales que están en Miraflores para luego desalojar a los guerrilleros del monte que se encuentra de este lado de la frontera. Así de sencillo.

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