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Campanazo de alarma

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El circo continuará mientras concurran aplaudidores de payasos. En Venezuela se vislumbra un reparto atrevido y desvergonzado del poder; avenencia entre grupos selectos minoritarios. Los ciudadanos reclaman deseosos un país de futuro digno y libre, importando cada día menos la sonrisa sarcástica de la injerencia impertinente, descarnada de la izquierda extremista, la afrenta del Foro de Sao Paulo y deshonra del Grupo de Puebla, altavoces del ruido pero no maquinarias de la eficiencia, lo que han logrado es una campana de alarma en Latinoamérica, que sordos no logran escuchar.

En Chile, la centro derecha se diluye entre concesiones y lo que quieran a cambio de un espejismo sosegado de una izquierda moderada, sin populismo, no tan embustera ni violenta pero elegante. En México platican en demasía mientras el teléfono está abierto con la Casa Blanca. Brasil baila samba con la pandemia y en Ecuador el extremismo es apartado para encomendarse a la experticia, habilidad y conocimiento de un empresario. En Perú el desorden y la división empiezan a ajustarse, la derecha crece mientras al maestro revolucionario se le arruga el sombrero blanco. En Panamá el canal funciona sin problemas y en Centroamérica los volcanes refunfuñan mientras la ciudadanía se desenvuelve en paz. En Estados Unidos la violencia sigue siendo de los pendejos mientras el Presidente anciano, sabe dónde está y a dónde va. En Europa la pandemia permite, cede mientras gilipollas aferrados con angustia a unas elecciones que los sepultaran en el infierno del fracaso electoral y en el Medio Oriente, los fanáticos trastornados y terroristas lanzan cohetes mientras otros respiran nuevos aires.

En Venezuela un suspiro de pasión negocia, de la noche a la mañana se decide conversar; y la justificación, contraria a lo obvio, se sustenta soez en reacomodos; elecciones ilegitimas, no reconocidas, sin democracia y más que dictadura, en ambiente delictivo y entorno criminal. El desprecio a la sociedad y su mandato traicionado en las consultas populares, nace de la grosera arrogancia e infeliz autosuficiencia. Están enceguecidos, convencidos son lo único, mientras que la gente y sus luchas, son recurso de intercambio. Los contactos facilitadores entre grupos afines cohabitadores crecen y el chavista no sancionado desarrolla con paciencia su juego presidencial. La inmensa mayoría no acepta ni ya tolera que el socialismo bolivariano del siglo XXI, régimen de destrucción y entrega de soberanía, siga gobernando. De continuar el castrismo, jamás ocurrirá posibilidad de cambio. Y aun así, un sector –que se presenta opositor– insiste en negociar, brindando tiempo al régimen opresor, violador de los Derechos Humanos, denunciado de cometer crímenes de lesa humanidad. Pero perdidos y alejados de la ciudadanía, sin conexión ni relación social y política, su rechazo y repudio bien ganado.

Al mundo no le importa quién anime, el ciudadano puede plantear inquietudes, disgustos y desazones, con capacidad de marcar camino por encima de ideologías, creencias, demócratas confiados y extremistas exagerados. De la pandemia emerge como campana de alarma, lo mucho que falta por resolver. Restricciones y soluciones deben ser consideradas atendiendo a todos los estratos socioeconómicos, sin perder de vista que en democracia, la honorabilidad de la siempre luchadora clase media y combativa de los menos afortunados, son por mucho, más que bolichicos revolucionarios, bandidos y corruptos.

Se debe analizar con sinceridad el objetivo de la lucha. Dar término a la dictadura nos conduce a elecciones libres, creíbles, verificables, transparentes, justas y democráticas, no al contrario. Los aliados no lo serán en otra derrota castrante y desilusionante. De no cambiar políticas y liderazgo, no definir estrategia valiente, coherente, decir la verdad como propósito indoblegable, muy pocos acompañarán a la dirigencia hacia un nuevo descalabro.

Una nueva fuerza política debe emerger y encargarse de los caminos a recorrer o el tiempo de oscuridad extenderá la pesadumbre y amargura. Las aguas volverán a su nivel, pero, como en el resto de Latinoamérica, no serán las mismas.

@ArmandoMartini

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