Los ataques de naturaleza política, fundados o expresados desde posiciones que se pueden identificar, no son únicamente legítimos, sino también necesarios. Lo que se manifieste desde el seno de una organización política sin ocultamiento, contra una postura diferente o contra un individuo en particular, no es susceptible de objeción. Aun cuando se trate de una manifestación superficial, aun cuando su fundamento sea o parezca frágil. Lo mismo sucede con lo que un ciudadano exprese en relación con el manejo de los asuntos públicos: es libre de hacerlo y la sociedad debe entenderlo así.
La república depende del debate de argumentos, que son la base de la democracia y el pilar de la libertad. Hay que insistir sobre el punto en una sociedad que experimenta una crisis profunda y que, por consiguiente, depende de los diferentes puntos de vista ofrecidos por los ciudadanos para salir de ella. La república, la democracia y la libertad están reñidas con las voces monocordes y no confían en la unanimidad. Todo esto se afirma para que no confundan la posición que ahora se expresa, en torno a una cadena de ataques que recientemente se han desatado contra el desempeño político del presidente Juan Guaidó, con la intención de limitar o impedir la libre expresión del pensamiento.
Dicho lo cual, expresamos alarma ante la cascada de injurias, dicterios, rumores y mentiras que se ha desatado últimamente contra la conducta de quien es hoy el líder fundamental de la oposición. Se trata de una campaña puesta en marcha en las redes sociales, a través de la cual se quiere aparentar el crecimiento de un descontento contra el dirigente, expresado por centenares o miles de ciudadanos que supuestamente aparecen en masa por la preocupación que sienten ante la marcha de la oposición que él lidera. ¿Por qué preocupan esas expresiones? Porque surgen masivamente de pronto, a través de cuentas aparentemente personales creadas sobre la marcha y que carecen de seguidores que pudieran evidenciar la existencia de una reflexión y de un previo interés, así sean leves, así sean debutantes, por los asuntos políticos.
Pero también porque, ¡qué casualidad!, manejan los mismos tópicos y se solazan en los mismos insultos, en patrañas idénticas. Tanto por su origen cronológico como por las semejanzas de contenido, se ve que no son expresiones individuales, sino productos de un dispositivo montado por un batutero habitualmente tarifado que tiene una misión de desprestigio, un trabajo de descrédito que responde a objetivos inconfesables. La ordinariez de los mensajes y su similitud mellizal facilitan el descubrimiento de una operación ordenada desde cónclaves que no se pueden identificar, debido a que dependen del ocultamiento aconsejado por el interés de figuras políticas o de organizaciones sin mayor arraigo social, sin capacidad de levantar apoyos dignos de atención. Para crecer, para que puedan ser identificados o reconocidos, no dependen de sus ejecutorias, que son menores, ni de su carisma, que es mínimo. Por consiguiente, la vida se les va en el ataque artero a quien no pueden superar ni igualar en buena lid.
De allí el funcionamiento de los aludidos laboratorio que se han puesto en marcha contra al presidente Guaidó. Tiene mucho dinero y cero escrúpulos. Son hijos de la oscuridad y de la mediocridad. No tienen cara, porque apenas la muestran los peones que trabajan para ellos en las redes sociales. Si de veras existen, si no son simples fabricaciones, o porque no les queda más remedio que ocultarla. Conviene evitar relaciones con este tipo de trabajo sucio que está proliferando, porque apesta y porque, en el fondo, conspira contra la verdadera y legítima libertad de expresión que necesita una sociedad en apuros. También porque son cómplices, involuntarios o no, de las manipulaciones de la dictadura.
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