Camino lerdo y desanimado por entre las sendas de espinos y mis pies callosos y heridos por hórridos escombros lastiman mi ser ebrio de teluria.
Camino y doy tumbos bajo el sol quemante del mediodía y bajo los influjos de la luna llena aturdido por lamentos de lobos aullantes. Bebo del licor proscripto y me abandono a las turbias aguas de la enajenación. En la alta hora del reloj sin horas no sé de mi. Trémulo y apabullado lo que queda de mi se abate sin misericordia contra los arrecifes de los dolores inenarrables y me olvido de mí hasta que despierto siendo el mismo y otro cada vez.