OPINIÓN

Camino a Singapur: el Imperio del Sol Naciente (V)

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

La expansión del Japón por el sureste asiático significó enfrentarse a su antiguo maestro en lo que respecta a la construcción de un Imperio por medio de una poderosa armada. Nos referimos al Reino Unido, el cual había permitido formar a los jóvenes estudiantes nipones en ingeniería naval pero también a la oficialidad de su armada liderada por el venerado Heihachiro Togo (futuro primer almirante, “padre de la Armada Imperial” y héroe de Tsushima) desde 1871 (en buena medida el resto de los países occidentales con colonias o presencia en la región recibieron a dichos estudiantes dependiendo de las ventajas de cada nación). Y aunque fueron recibidos, aprendieron la lección y llevaron a su país en pocas décadas a ser una potencia regional; fueron despreciados por sus maestros al considerarlos un aliado de segunda en la Primera Guerra Mundial. Ahora era el momento de la respuesta ante el racismo occidental que se expresó en su invitación a la Conferencia de París (1919) que generaría el Tratado de Versalles pero sin ser escuchados. No olvidemos que fueron considerados “el peligro amarillo” o “enanos dentones de ojos rasgados” con “espíritu de hormiga” por su “obediencia devota” al emperador, incluso en la propia mesa de negociación. El plan de invasión cuya meta era capturar las fuentes de combustible entre otros recursos de la Indonesia holandesa y establecer el perímetro defensivo, sustituía la presencia europea en la zona por la japonesa, los cuales la justificaban como un medio de liberación del hombre blanco iniciando lo que ya habían llamado “la Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental”.

La principal potencia occidental en Asía era el Imperio Británico, a la cual se suman –por ser parte de la Commonwealth– sus antiguas colonias que ya poseían autonomía como Australia y Nueva Zelanda (consideradas partes de otro continente: Oceanía pero en íntima relación con Asia). Aunque en presencia territorial porque con respecto al poder marítimo ya el Japón y Estados Unidos la habían superado en el Pacífico. Sus posesiones (salvo la India) y su flota en la zona (“Fuerza G”, después renombrada “Fuerza Z” cuando en noviembre se les sumaron el acorazado HMS Prince of Wales y el crucero de batalla HMS Repulse) serían atacadas por el Japón, debido a que estas representaban una amenaza para sus rutas de abastecimiento y se encontraban en los territorios del perímetro defensivo. La ofensiva fue casi simultánea, por lo que resulta imposible establecer un orden para su análisis, lo que hemos hecho es explicarlos por las potencias a las que pertenecen (la semana pasada comenzamos con Estados Unidos en la Campaña de Filipinas), y hoy nos dedicamos al Reino Unido.

Hong Kong fue la primera víctima, cuya batalla fue iniciada a 8 horas del ataque a Pearl Harbor, y duraría desde el 8 hasta el 25 de diciembre de 1941. En esta isla rodeada de una zona con múltiples penínsulas y bahías tenía la ventaja para el Imperio Nipón que ya controlaba la zona continental de China en sus alrededores. La acción siguió las tácticas ya explicadas anteriormente: destrucción de los aeródromos y logro de la superioridad aérea, aislamiento por mar gracias al dominio marítimo de la Armada japonesa, ataques frontales de la infantería con bayoneta calada después del ablandamiento con la artillería y bombardeo aéreo. También se llevaron a cabo los necesarios desembarcos e infiltración de espías. A diferencia de otras batallas con los occidentales en este caso las tropas japonesas bajo el comando del teniente general Takashi Sakai doblaban a sus enemigos; enemigos que habían llegado recientemente de Canadá y no tenían experiencia de combate, otros eran indios, nativos chinos, británicos y el resto de la mancomunidad, todos bajo la jefatura del mayor general Christopher Michael Maltby. La conquista fue brutal (asesinaron a soldados que se rindieron y en un hospital mataron a los heridos y al personal médico) y por esta conducta varios oficiales y el comandante Sakai fueron juzgados por crímenes de guerra al final del conflicto en 1946.

El dominio de los mares por la Armada Imperial en estos primeros meses (diciembre de 1941 a mayo de 1942) se logró, no solo por el éxito de Pearl Harbor, sino también por las victorias que obtuvo sobre la Royal Navy y la marina australiana. La más importante fue el hundimiento del Prince of Wales y el Repulse el 10 de diciembre por más de 80 aviones japoneses (bombarderos Mitsubishi G4M «Betty”) y torpederos (Mitsubishi G3M1 tipo 96 «Nell»), con lo cual quedaba demostrada el dominio del arma aeronaval. Winston Churchill describió el hecho con las siguientes palabras: “En toda la guerra nunca recibí una noticia tan dolorosa. (…) Ya no quedaban grandes embarcaciones en el Índico y el Pacífico (salvo las de Estados Unidos que se habían refugiado en California). Japón tenía el control supremo, y en todo el resto quedábamos debilitados y desprotegidos”. (“Capítulo IV. ¡Pearl Harbor!” del “Libro III. La Gran Alianza” de su obra: La Segunda Guerra Mundial, 1948-1956). De esta forma se pudieron transportar los ejércitos a los múltiples objetivos, siendo el más importante después de Indonesia: Singapur, por lo que el primer ministro le dedicará el “Capítulo VII. La caída de Singapur”, y buena parte de los documentales sobre esta gran campaña tratan de la captura de esta isla-ciudad-fortaleza (principal puerto y colonia británica del “Far East”). El mejor ejemplo es el “Episodio 6. Banzai!: Japan (1931–1942)” de la serie The World at War (Jeremy Isaacs, 1973-1974). La misma es considerada la mayor derrota militar británica de su historia al ser defendida por 150.000 soldados que su mayoría terminaría en terribles campos de prisioneros, por esto probablemente cuenta con varios filmes como la ganadora de siete Oscar: El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1957).

La campaña de Singapur la analizaremos en dos entregas, el inicio ahora y su conclusión cuando se cumpla el 80 aniversario de la caída el 15 de febrero próximo. La misma comenzó el 8 de diciembre cuando 70.000 soldados japoneses del 25° Ejército bajo el comando del teniente general Tomoyuki Yamashita desde la indochina francesa ocupada invaden Tailandia (único Estado independiente de la región que se alía rápidamente a la “Esfera de Coprosperidad”). De inmediato, apoyados por su aviación, tanques y soldados en 12.000 bicicletas, siguen hacia Malasia que era una colonia selvática británica. La intención era controlar la retaguardia de Singapur e invadirla desde la costa de la península malaya, donde la fortaleza poseía menos defensas debido a que siempre esperó un ataque por mar y no desde esta región que considera intransitable. Yamashita y su ejército tuvieron una gran capacidad de adaptación a todas las dificultades que representaba la geografía, superando cada obstáculo que le imponían los británicos. Además de contar con apoyo logístico de su Armada, y táctico gracias al dominio del caza Cero, cuya mejor descripción la realizó un piloto australiano en Malasia de un Brewster F2A Buffalo: Gregory Board: “El Cero nos superaba en vuelo, subida, armamento, maniobra y en casi todo los demás que las reglas señalaban para un avión. (…) Si se entraba en combate con un Cero, el resultado estaba muy claro. Uno se convertía muy pronto en un muerto” (Martin Caldin, 1969, El caza Cero). El 11 de enero caía la capital de Malasia, Kuala Lumpur.

Las otras batallas que comenzaron el 16 diciembre fueron en Borneo dividida entre británicos y holandeses con importantes pozos petroleros que fueron destruidos por los defensores cuando el 23 de enero fue controlada definitivamente por el conquistador (el resto de Indonesia seguiría combatiendo hasta abril). Y Birmania también fue invadida ese mismo día, pero se lucharía acá hasta julio. En conclusión: el discípulo superó al maestro en lo militar pero también en la crueldad. La supuesta liberación no era tal y se sustituía un colonizador por otro. Las tres semanas siguientes haremos una pausa en el Frente del Pacífico para tratar algunos hechos que ocurren en enero de 1942 referentes al Holocausto, la contraofensiva del Zorro del Desierto en el Norte de África y el invierno en el Frente Ruso; para después retomar las campañas en Singapur, Filipinas, Birmania e Indonesia.