Es inminente la autorización para que se inicie la investigación sobre el caso Venezuela 1, imposible ha resultado, como el de tapar el sol con un dedo, ocultar la violación sistemática y generalizada de los derechos humanos y el ataque perpetrado contra un sector de la sociedad por pensar distinto, llevado a cabo por un régimen usurpador de la soberanía popular. Los crímenes de lesa humanidad saltan a la vista y se hace evidente la ausencia de justicia y el irrespeto flagrante a los derechos fundamentales.
El camino a Nicaragua es la tiniebla que envuelve al régimen en su actuación, a contrapelo de la luz de la verdad que los espanta. De ambos regímenes se espera cualquier cosa: nada nuevo bajo el sol. Ellos se retroalimentan en la perversidad de sus procedimientos y acribillan todo lo que suene a orden social que haga posible desplegar una vida digna de ser vivida. El pedófilo Ortega dispuso impartir la doctrina Chávez en las escuelas, a los niños, desde la primera hora.
Contrasta con la actuación cimera del presidente Rómulo Betancourt, quien puso toda su energía para asegurar la convivencia social, entre los venezolanos, dentro de un orden social jalonado por los fundamentos republicanos. Se propuso desterrar la tara del “entredevoramiento” decimonónico impulsado por los caudillos.
Al contrario, el mediocre teniente coronel se declaró subversivo y apuntó a mansalva, acribillando en la mera línea de flotación, el orden social alcanzado por una sociedad que, con dificultades y tropiezos, marchaba por el camino democrático. Inauguró el líder antihistórico una conflictividad permanente, con el añadido de una corrupción que constituye un daño antropológico casi irreparable.
La usurpación la ha emprendido contra la familia, la diáspora habla por sí, ha reducido al hombre al plano de los instintos. Ha destruido los referentes que asegura la conservación del orden social, y no digamos de las instituciones que son la construcción política de una forma de ser de la sociedad.
Con Petro se agrega un capítulo de los desmanes cometidos por los hijos de los gobernantes autoritarios. Los narcoestados de Venezuela y Colombia determinan un eje impune para que se mueva el narcotráfico. No están habilitados para gobernar quienes no supieron criar a sus hijos.
La política, óigase bien, no es mercantilismo, sino virtud.
Mi respaldo a todas las víctimas y familiares que han sufrido en carne propia crímenes de lesa humanidad, por haber presentado su testimonio directamente a la CPI. Se tomará en cuenta y se hará justicia. Estamos con ustedes valientes ciudadanos. Hasta ahora han sido víctimas de las instituciones deformadas.
Las primarias se nos presentan como la oportunidad de deshacernos y repudiar a las representaciones fallidas que han sido funcionales del ecosistema criminal.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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