OPINIÓN

Camboya, 17 de abril de 1975: El genocidio del Khmer rouge en nombre del socialismo

por Edgar Cherubini Edgar Cherubini

Guerrilleros Khmer Rouge en plena ofensiva en Phnom Penh, 17 de abril 1975

El 17 de abril de 1975, hace 49 años, los Khmers rouges o Jémeres Rojos, tomaron Phonm Penh, la capital de Camboya. Eran 40.000 guerrilleros armados con fusiles Kaláshnikov, pistolas, bazucas y granadas, surgidos de la selva, pequeños, delgados, vestidos con pijamas negros, portando pañuelos rojos ajustados en la cabeza y calzando sandalias hechas con desechos de llantas. Su misterioso y anónimo líder era conocido como Pol Pot, el “Hermano N°1”.

El mismo día de la ocupación, los miembros del Angkar o Partido Comunista Khmer, llamado también Partido Comunista de Kampuchea (PCK), portando megáfonos, conminaron a la población a evacuar la ciudad. En 48 horas ya estaban en marcha hacia los campos de trabajo más de dos millones de personas. Los Khmer rouges habían seleccionado previamente a funcionarios, sacerdotes, intelectuales y otros «enemigos burgueses” para asesinarlos a mansalva en sus hogares, oficinas o en las calles. Los extranjeros, en especial los periodistas, debían concentrarse en la embajada de Francia. Los edificios públicos y las propiedades privadas de la ciudad fueron confiscadas para ser ocupadas por los militantes del Khmer rouge y sus familiares. En el programa de trabajos forzados para recuperar la agricultura, murieron 1.700.000 de sus compatriotas, aparte de las ejecuciones sumarias que ascendieron a más de 200.000.

Información sesgada sobre un “autogenocidio”

Jean Sévilla, periodista de Le Figaro Magazine en “Abril Rojo” («Avril rouge», Le Figaro magazine, abril 2015), afirma que los intelectuales, políticos y periodistas de izquierda en Occidente y en Francia en particular, se cegaron sobre lo que realmente estaba ocurriendo. Ejemplo de ello, los titulares de Le Monde en los que celebraban los acontecimientos: “Liberada Phonm Penh”; “Entusiasmo popular”; “Siete días de fiesta por la liberación”; “Camboya será democrática, todas las libertades serán respetadas”. Un mes después de estos acontecimientos, el 28 de abril, en Le Nouvel Observateur, el periodista Jean Lacouture escribía loas a la revolución camboyana. Al referirse a la evacuación de los habitantes de Phonm Penh conducidos a paso forzado a lo que posteriormente se conocería como killing fields o “campos de la muerte”, la describe con gran eufemismo como “una audaz transfusión de gente hacia el campo”.

El sesgo de los periodistas de izquierda impidió conocer lo que verdaderamente acontecía en Camboya. A propósito de esto, Jean Sévilla cita un artículo de Patrice de Beer publicado en la edición de Le Monde el 10 de mayo, quien, de regreso a París tras ser expulsado de Camboya, escribió: “¿Por qué esa actitud de crítica a la expulsión de corresponsales y observadores extranjeros?, qué les hace creer que los hombres de negro quieren ocultar que están perpetrando un baño de sangre, como quieren hacer ver los americanos. Nos guste o no, los camboyanos han decidido que ellos no quieren extranjeros en su país. (…) detrás del pijama negro y el pañuelo rojo en la cabeza, existe un orgullo nacionalista y una tremenda voluntad de retornar a sus fuentes rurales”. Esa actitud ha sido siempre el reflejo del masoquismo político de la izquierda europea y en especial de la izquierda francesa en relación con el Tercer Mundo. “Un Tercer Mundo espontáneo, sentimental, inocente y justo; un Occidente rapaz, materialista y cruel; sobre esa antítesis primaria y ambivalente la izquierda europea ha construido una corriente de pensamiento que se ha convertido en una ortopedia de la conciencia. Viven y proyectan una culpabilidad que hace de sus seguidores unos militantes de la expiación”, como bien lo define Pascal Bruckner (Le sanglot de l’homme blanc,1983). Ediciones Julliard publicó los testimonios recogidos por el misionero católico François Ponchaud (Cambodge, année zéro, 1977), en el que relata la tragedia de los sobrevivientes y refugiados de los “campos de la muerte”. Luego de leer el libro y entrevistar al autor, el periodista Jean Lacouture, hizo un mea culpa a propósito de su visión sesgada de los primeros tiempos: “Los nuevos dominadores de Phonm Penh inventaron algo original, un “autogenocidio”. Después de Auschwitz y el Gulag, pensamos que ya no se producirían esos horrores, pero ahora observamos el suicidio de un pueblo en nombre del socialismo”.

Líderes del Khmer Rouge (I-D), Pol Pot, Noun Chea, Leng Sary, Son Sen

El Khmer rouge y el “hombre nuevo”

Este movimiento engendrado en París en la década de 1960 culpaba a los países industrializados, en especial a los Estados Unidos, de ser los responsables del subdesarrollo de Indochina y de Camboya en particular. Proponía el retorno al campo con el fin de lograr la “soberanía alimenticia” y la independencia a través de la “Revolución verde”. Al tomar el poder, las primeras medidas fueron la abolición de la banca, las finanzas y la moneda, la prohibición de las religiones, la confiscación de todas las propiedades privadas y la reubicación de los habitantes de las zonas urbanas en granjas colectivas donde trabajarían de forma obligatoria. El propósito de esta política era la de convertir a cada ciudadano camboyano en un «hombre nuevo», al retornar a sus raíces y a la cultura agraria. El Khmer rouge intentó convertir a Camboya en una sociedad sin clases obligando a la población urbana a vivir en comunas a través de métodos brutales, cometiendo crímenes de lesa humanidad.

El Grupo de París, los futuros genocidas 

En la década de 1950, unos jóvenes intelectuales camboyanos formaron el llamado Grupo de París. Provenían de familias de clase media, de terratenientes y de funcionarios públicos. Ellos fueron los autores de la utopía revolucionaria del Khmer rouge, adoctrinados por el Partido Comunista Francés. La izquierda francesa siempre ha pensado que el Tercer Mundo es el terreno ideal donde ensayar sus teorías. Sin moverse de sus cafés y sus cómodas tribunas académicas, los socialistas alentaron y apoyaron a esos estudiantes a la instauración en Camboya de las ideas comunistas de una sociedad sin clases y el retorno a una Edad de Oro agrícola, la utopía socialista en la Tierra. Los del Grupo de París, apenas tomaron el poder, se convirtieron en feroces genocidas de su propio pueblo. Entre éstos se encontraba Saloth Sar, estudiante de l’École du livre de París, quien adoptaría el pseudónimo de Pol Pot o “Hermano N° 1”, asumiendo el liderazgo del Khmer rouge. Luego de la toma de Phnom Penh, se convirtió en un dictador sicópata y genocida de su propio pueblo, su verdadera identidad se conocería años después de instaurado el terror. Leng Sary o “Hermano N° 3”, estudiante en el Instituto de Estudios Políticos de París, mejor conocido como Sciences Po, fue otro de los líderes destacados. Khieu Samphan o “Hermano N° 4”, considerado uno de los intelectos más brillantes de su generación, en su tesis doctoral expresó los lineamientos de la política adoptada por la Kampuchea Democrática, como así llamarían al nuevo Estado.

Donde se implanta el comunismo y su ideal del “hombre nuevo” o “Paraíso Socialista”, como sucedió en la URSS y en Camboya, o en pleno desarrollo en Corea del Norte, Cuba, Nicaragua o Venezuela, el resultado, con sus variantes, es el mismo: demolición de las instituciones democráticas, violación de los derechos humanos, terrorismo de Estado, campos de exterminio, torturas, asesinatos selectivos o masivos, confiscaciones, caos económico, desabastecimiento, hambrunas y todas las secuelas que trae consigo la ideología del exterminio.

No debe haber amnistía para los crímenes atroces

Debido a que los crímenes de lesa humanidad no prescriben, en 1997, el gobierno de Camboya solicitó a Naciones Unidas juzgar a los líderes del Khmer Rouge. Un tribunal especial compuesto por jueces locales y foráneos se constituyó en 2007 y el primer juicio comenzó en 2009. El exlíder de los Khmer Rouge o Jemeres Rojos, Khieu Samphan o “Hermano N° 4”, fue condenado a cadena perpetua en 2014 por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la evacuación forzosa de los residentes de Phnom Penh, acusado de asesinatos, torturas y violaciones, “tenía conocimiento directo de los crímenes y compartió la intención de cometerlos con los demás participantes en la empresa criminal conjunta” que mató a dos millones de personas entre 1975 y 1979. Los jueces impusieron la misma sentencia a Nuon Chea, el ideólogo del movimiento, por genocidio y crímenes contra la humanidad. El «Hermano N°1» o “Pol Pot”, murió en 1998, sin ser juzgado. En 15 años de procesos asistieron a las audiencias públicas 250.000 personas. Es fundamental llevar a juicio las violaciones de derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad en países donde no existe Estado de Derecho o con un sistema judicial corrupto, de esa forma se impulsan las investigaciones y sanciones, para revertir la impunidad, reduciendo la probabilidad de que hechos como éstos se repitan.

edgar.cherubini@gmail.com