Es evidente que el sentimiento de cambio que expresa la mayoría del pueblo venezolano se esta canalizando mediante la decisión firme de preservar la ruta electoral para movilizar la rebelión de los votos que está en marcha y es imparable.
En todos los estudios de opinión, la opción del continuismo madurista tiene más de 75% de rechazo. Esto anula el efecto del cóctel ventajista y fraudulento que ha sido la trampa que en otros tiempos y eventos le dio resultados favorables al régimen.
Para que ese diseño clientelar funcione debe tener gente y hoy la base social del madurismo está desmoralizada por la corrupción y las carencias.
La decisión de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) de convocar y gestionar la elección primaria, defender sus resultados, rescatar el derecho a postular con la tarjeta de la Unidad y resolver por consenso la sustitución de María Corina Machado (MCM) después de su inconstitucional inhabilitación son méritos en buena parte de esa alianza de partidos.
La contribución de MCM va desde la aceptación de la primaria hasta su elección y posterior actitud inteligente ante la inhabilitación, pasando por una campaña exitosa que recoge auténticamente el sentimiento de cambio. Su aporte hay que subrayarlo ya que añade una adaptación del discurso a la nueva realidad y un activismo de calle valiente e impresionante con un mensaje incluyente que convoca a la reconciliación y al reencuentro.
Edmundo González Urrutia, en su rol de candidato presidencial, se ha convertido en la principal bisagra de la alternativa unitaria logrando transmitir de manera creíble su oferta de una transición en paz y sin traumas. Ha proclamado, cito: “Nos comprometemos a escuchar y actuar, a tender puente -no muros-, a sanar heridas, a construir un futuro justo y próspero para todos. Nuestro compromiso es con la reconciliación de los venezolanos”.
En fin, no ha arrancado oficialmente la campaña y ya se está demostrando que la estrategia participativa y pacífica moviliza más gente, evita la confrontación en el terreno favorable a la autocracia y garantiza, en el peor de los casos, un altísimo costo político para el autoritarismo a la hora de que éste considere nuevamente el uso de zancadillas antidemocráticas e inconstitucionales.
La valentía con la que pequeños propietarios y propietarias de pequeños hoteles, venta de empanadas y hasta de curiaras del río Apure han reaccionado ante las represalias del madurismo por haber apoyado a MCM sin miedo, llenan de heroísmo la narrativa de esta gesta por la democracia y la libertad.
La amenaza de la oligarquía oficialista de abortar las elecciones con un disfraz jurídico desde el TSJ existe pero el entorno internacional y la degradación por los conflictos internos de la cúpula del régimen hacen poco probable que un manotazo autocrático pueda cerrar la vía electoral.
No será una fiesta democrática. Se trata de la confrontación con un régimen que apelará a los abusos y a la escalada represiva como lo ha hecho con las detenciones arbitrarias y la violación sistemática de los derechos humanos. A todo ello debemos responder con un mensaje sereno y esperanzador.
En la medida que se mantenga una campaña transversal en el mensaje y en la afirmación de un liderazgo que exprese de manera auténtica la unidad política y descentralizada en lo operativo, incluyendo la defensa del voto, la emoción, alimento primordial del esfuerzo electoral, seguirá creciendo y fracturará el lecho de la frágil roca que aún le queda al madurismo.
La familia militar, que forma parte de la sociedad y está constituida en su mayoría por personas de carne y hueso que también sufren la crisis, forzará definiciones acerca de su papel institucional y su juramento ante una Constitución cuyo artículo 328 define claramente las responsabilidades de la FAN.
Ya está ocurriendo: Hace pocos días, el ministro de la Defensa, Padrino López, en breve y extraña alocución, usó dos veces la expresión «dirimir nuestras diferencias”, refiriéndose a la defensa de las elecciones.
En la medida en que la calle, en forma pacífica y organizada, siga expresando con emoción el sentimiento de cambio, los mandos militares respetarán la salida institucional y el autócrata no podrá recurrir a la fuerza para aplastar la voz del pueblo.
Si, a pesar de ello, con una mínima capacidad coercitiva, el autócrata impone un adefesio jurídico, siempre habrá la posibilidad de aprovechar la fuerza acumulada obligándolo, con la presión internacional (producto de la emergencia migratoria) a la medición voto a voto, escenario donde no tiene la más mínima posibilidad.
La poderosa movilización social que ofrece la ruta electoral, con la fortaleza de la alternativa unitaria, la aspiración de cambio luce victoriosa pero aun debemos lograr con el apoyo internacional que se acaten y respeten los resultados de las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio y avanzar también en el marco del acuerdo de Barbados en una transición hacia la democracia a partir del 10 de enero de 2025.