“La finalidad debe ser vista como un filtro para poder estructurar los conceptos” Cfr. Díez Sastre, Silvia. «La formación de conceptos dogmáticos en el Derecho Público», Revista Jurídica Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 2015, Nº 31, p. 131.
“Definitio omni periculoso”, se escuchaba decir a los latinos para llamar la atención sobre el riesgoso uso de los vocablos cuando tratas de describir y presentar una idea, un instituto, un proceso.
La lógica opera en el universo del pensamiento que se ejercita para expresarse adecuadamente, en el sentido que se pretende. La pragmática apunta a la intención del comunicador, la semántica de su lado estudia el significado de las palabras.
Inicio esta reflexión apelando a las más sencillas definiciones de algunos referentes necesarios para hacerse entender o comprender lo que se nos quiere comunicar. Es menester apreciar con precisión, entonces, que contienen las voces que encierran conceptualizaciones, además.
Conceptualizar aparece en esa dinámica para marcar la impronta personal que conlleva el procedimiento de cavilar y enunciar lo que se quiere decir. Si se desea profundizar, cabe una visita a uno de los tantos intérpretes de un historiador excepcional al que a menudo hay que recurrir, El rol ideológico de los conceptos en la historia conceptual de Reinhart Koselleck. Juan Serey, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Chile juan.serey.a@mail.pucv.cl Tópicos (México) no.60 México ene./jun. 2021 E pub 23-Feb-2021
Los venezolanos deben aprender a distinguir en el discurso que se aproxima, con motivo de la oportunidad electoral, qué significa continuar con lo que hay, y, acaso, aquello otro, cambiarlo. A ratos me percato de la confusión o del engaño que puede estar contenido en la arenga política de unos y otros.
Hace poco leí un artículo de Elías Pino Iturrieta titulado “La antipolítica de nuevo” en La Gran Aldea (19 de febrero de 2023). El autor aprecia el regreso, yo pienso que no se había ido, de la animosidad y la sospecha hacia lo público y lo político. Una contrariedad que disuade al ciudadano que deviene más y más reacio, por decir lo menos cargante, y advierte la ponderosidad que ese sentimiento como un sesgo enervante y disolvente puede tener para el proceso de las primarias. “Los jefes de las banderías llamados a demostrar con evidencias concretas que no son lo que pregona de ellos la antipolítica. Es la pelea que se debe dar, antes de que una tormenta de mayores proporciones los inunde, no solo a ellos sino a los pasajeros de una maltrecha nave gigantesca, es decir, a la inmensa mayoría de los venezolanos que solo desean librarse de la tragedia madurista”.
En lo estratégico, como bien señala el escritor e historiador citado, la mayoría de los coterráneos asumen la experiencia madurista como una tragedia que les ha malogrado su vida y los ha vulnerado en todas las áreas de su existencia, desarraigándolos, desfigurándolos, vaciándolos de lo que antes eran o creían y querían ser.
La gente quisiera despertar de esa larga y dolorosa pesadilla que, edulcorada quizá, comenzó con el difunto y su influencia carismática acompañada de regresión esquizoide, ignorancia supina e irresponsabilidad. Quien arruinó el país fue Chávez y vergonzosamente la gente lo ignora o lo obvia al considerar su aprobación o desaprobación, dicen los estudios de opinión.
La verdad es que el Estado venezolano se está muriendo y no es exagerado afirmarlo. Las noticias corren por todas las redes, informando de las reuniones de los altos mandos con sus subordinados oficiales de rango inferior para que salgan a emprender porque no hay con qué pagarles, aumentarles o asistirlos. Lo mismo le solicitó la ministra del Trabajo a los maestros y ni hablar de lo que hacen con las universidades.
El proceso electoral y más específicamente la antesala, por llamar así a las primarias, debería concluyente reunir, en el escogido soberanamente, las voluntades opositoras que irán por la conquista del poder, hoy en las manos sucias del oficialismo inepto, empobrecedor y cínico. Ese es el objetivo, pero más allá de lo obvio, responder a una pregunta es crucial: ¿para qué? ¿Sustituirlos y seguir poco más o menos la misma senda o replantearse la estrategia nacional completamente?
¡Cuidado, sin embargo! Ensayan a la distancia las sirenas de la demagogia, el populismo y la antipolítica nuevamente, como lo hizo Chávez y su promesa de “freír las cabezas de adecos y copeyanos” y recuerden, por favor, dónde nos ha llevado; nos han frito a todos y los que no, ven y verán arder su alma ciudadana soliviantados porque a todos nos irradia el potente sol de este desastre. Ya Homero presentaba a Ulises como el que odia, el que tiene y vive en el rencor.
El que solo nos hace oír nuestros denuestos y nuestros agravios, pero, desde su boca, no necesariamente nos quiere dar o proporcionar lo que en verdad requerimos, lo que nos traerá la confianza y la ilusión en lo que viene. La estridencia, la brusquedad que a menudo acompaña la crítica de aquel o aquellos no es garantía de nada más que el compartir desde el bajo psiquismo.
Afinemos por favor. Es tiempo de sobriedad, equilibrio y mesura. Estamos ante un fuego que ha calcinado lo que éramos y debemos, inteligentemente, lidiar con él y domeñarlo, incluso para volver a ser o ser mejores de lo que éramos, pero con el peligro de definitivamente dejar de ser también. Venezuela no se ha dado cuenta de que está en duelo con la muerte.
Las asechanzas más perniciosas nos acompañan en la travesía del desierto, y cabe, una vez más, recrearnos con Giuseppe Tomasi di Lampedusa y su única pero al mismo tiempo obra maestra El gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. ¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado». “Una de esas batallas que se libran, para que todo siga como está».
No se trata de cambiar unos por otros y pensar que el mandado esté hecho, para decirlo coloquialmente. Lo que Venezuela ha vivido o, quizá mejor, padecido fue el resultado de muchas fallas y entre otras del mismísimo pueblo que se enamoró de quien no debía. Ahora, aparecen otros juglares para el momento, pero ¿podríamos permitirnos equivocarnos otra vez? Debemos acertar en el mero centro del… cambio.
No deseo lucir petulante, pero algunos de los que han sonado muy conocidos ciertamente no lo son por su servicio ni su desempeño en la cosa pública. No lo son por su hoja de vida, aunque puedan tener un título universitario. Hace falta un hombre de Estado, un estadista, capaz, perspicaz, serio, sin falencias a lo largo de su vida, sin otro compromiso que iniciar un cambio tan profundo que él apenas sería la puntica del témpano.
El cambio al que me refiero se dirige a la raíz y de allí hacia lo público, lo privado y lo ciudadano. Es estructural en lo político, institucional y constitucional. También lo es en lo económico y social, en lo formativo, en lo humano. Es un cambio desde el tuétano de la nación y su organicidad. Un cataclismo gradual pero sostenido para tener de nuevo a lo mejor que tuvimos y ser permeables a lo que pueda ser menester implementar e instrumentar.
Un cambio tan revolucionario que nos permita superar el daño antropológico, la vileza, la deserción, el atraso, los complejos, el desamor a la patria y nos ponga en la pista de carrera hacia el crecimiento económico y socio cultural, una sociedad con consistente clase media.
Arquitectura e ingeniería atrevida para cambiar la relación de poder y competencia; la seudofederación que tenemos y que, debemos admitir, es cualquier cosa menos una federación. El regreso de la fuerza armada a cumplir su labor de defender y asegurar la soberanía y no los intereses de las oligarquías corruptas que las penetraron. Una justicia para hacer justicia y no para la negociación de resultados judiciales. Un genuino equilibrio entre los poderes para que, sin obstaculizarse, pueda el poder controlar al poder.
Así, reduciendo al Estado y privatizando aquello que no se justifique en manos del aparato estatal. Con servicios públicos con altos estándares en sus prestaciones, pero pagando todo el mundo su precio, equitativamente pero todos. Así tendremos agua, luz eléctrica, combustible, transporte, calles pavimentadas, un Metro limpio, seguro y puntual, disposición de desechos, alumbrado y lo que queramos porque podemos tenerlo si nos lo proponemos y trabajamos para ello.
Una universidad para la ciencia y la economía, que se autofinancie laborando hacia afuera desde adentro y así contribuir verdaderamente al cambio. Compitiendo, bien equipada y pagada. Con investigación y metas que nos permitan detener el tremendo retardo en el saber digital y la tecnología, la informática y la asunción responsable de la guía de nuestro país por los horizontes de la ecología y la defensa del medio ambiente para salvar, curar tal vez, nuestra geografía depredada. Para la excelencia.
Una economía que asegure el pleno empleo, salarios dignos y no míseros, en la línea de la denominada economía social de mercado, con inspiración cristiana, encaminada a servir al propósito de dignificarnos como personas, pero facilitando y asistiendo desde la potencia pública al verdadero emprendedor. Abiertos al comercio con el mercado universal
Desregulando y abriéndonos al mundo sin miedo. Una economía que rinda, que premie el éxito para quienes participan de la empresa y no únicamente al dueño del capital.
Una salud pública articulada en una seguridad social susceptible de proveer estabilidad y confiabilidad es costosa; pero el desafío de hacerla costeable al mismo tiempo es posible. Protegidos desde el nacimiento hasta la muerte, con gerencia y control de calidad, a todos los niveles, en todas las fases, en cada tarea encomendada. Con honradez y vocación podemos hacerlo.
Con auténtica rendición de cuentas de cada funcionario, de sus metas, de su desempeño. Cero tolerancia y cárcel para los corruptos, constituyendo una administración pública electrónica y digital, con publicidad para las compras de insumos y la contratación de obras y servicios. Que la gente sepa lo que quiera y controle si le place, y que solo sea secreto aquello que por su naturaleza lo es.
Ese cambio al que me refiero requiere que el ciudadano también cambie. Sea exigente y serio con el inmenso poder que está comprendido en el ejercicio de una soberanía consciente y realmente soberana. Desde la casa, la escuela, con valores universales y no ideologizándolos, para luego encadenarlos a un destino, en el que cada cual no pueda libre ni conscientemente decidir su vida. La libertad exige, ética, discernimiento, responsabilidad, compromiso de autolimitación.
El cambio que visualizo tiene que ser tan consistente que defienda a la sociedad de las desviaciones de ella misma. El progresismo extravía, en su paroxística búsqueda de nuevas identidades y afanes individualistas, hasta constituirse en una amenaza para la humanidad, para el hombre, para la nación. Con respeto pero con carácter, con firmeza y sin falsedades en las concesiones encontraremos el equilibrio necesario.
Busquemos al primer artífice de esa épica. No nos dejemos seducir por cualquiera que parezca interpretarnos en nuestras amarguras y desesperanzas. Empecemos a construir un futuro con fundamento, desde nuestra mejor disposición ciudadana para que volvamos a tener historia. Dios nos bendiga.
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