OPINIÓN

Cambiar la historia es posible

por Albert Geovo Albert Geovo

Finalizadas las olimpiadas del año 2024 se puede hacer un balance de provecho para las presentes y futuras generaciones.

Fue un tiempo de competitividad a su máxima expresión, donde el mundo pasó por momentos de entusiasmo, alegría, y difíciles de pérdida de las fuerzas, cansancio, desazón, rabia, dolor, pena, nostalgias, empatía y todos los sentimientos naturales de todos los seres humanos.

Este poderoso evento fue y es capaz de unificar a todos los pueblos, razas, cosmogonías, formas de pensamiento, capacidades humanas en un único evento en paz, donde hubieron actores que llevan más de la mitad de sus vidas preparándose para sólo demostrar sus capacidades en unos pequeños segundos.

Fueron 17 días en los que se demostró que sí es posible conectar a todos los pueblos de la tierra en un poderoso  ejercicio de resolución de conflictos, escaladas latentes, imaginados e inimaginables hasta el momento; permitiendo cambiar el enfoque que se tienen de los mismos.

Es un ejemplo más, que si es posible cambiar la historia de la humanidad, demostrando que las bases donde se sustenta la paz son sólidas y naturales de todos los seres humanos, de todas las naciones y pueblos.

Permitiendo también que afloren conclusiones muy alejadas no sólo de los récords que se tienen en las diferentes disciplinas, sino de una compresión más profunda y actualizada del ser humano, como que el mestizaje no es un evento que se originó en Hispanoamérica, sino que fue en el mismo corazón de Europa, donde emergió, posiblemente con mayor  preponderancia en España, reflejado no sólo en la antropología sino en las noveles diferencias del espíritu nacional de su historia.

Por otro lado, el magnánimo evento, permitió análisis de manera directa como si se tratase del auténtico laboratorio, con un experimento híbrido por ser cerrado y abierto al mismo tiempo, para permitir arrojarnos los mejores resultados, sin tener que jugar a los dados; permitiendo, también mejorar, lo mejorable, y hasta lo irremplazable del carácter de humanidad.

Estas pequeñas disertaciones permiten a su vez  llegar a conclusiones definitivas como el hecho de que si es posible reescribir la historia, crear un muro de contención contra las irrupciones que vayan en contra de la paz, y con ello mitigar la vulnerabilidad de niños y gentes sin alimentos, viviendas que, mejoran notablemente la calidad de vida de todas las personas, desarrollar un adelantado equipo deportivo, de cada disciplina y hasta médico para todas las personas; mejorar la alimentación en minerales y vitaminas para la humanidad, desarrollar una ciencia enfocada en la medicina que, al igual que en el deporte requiera la participación consciente de las personas que lo necesiten y requieran de acuerdo con sus potencialidades; extender el promedio de vida de la humanidad, generar un enfoque que termine con los mensajes que alienten la guerra.

Probablemente, no se esté lejos de alcanzar los años de vida llenos de vigor y marcada juventud que señalan las escrituras bíblicas de la Torah o antiguo testamento, lo que sí es cierto es que la simbiosis entre ciencia, alma y espíritu lo tenemos ya aquí.

Sin embargo, sobre el punto de la paz nos detendremos porque, como se escribió en pasados trabajos, las guerras terminarán siendo grandes salas frías de museos arqueológicos, donde iremos sólo para tener una idea de lo que fueron, de sus causas y consecuencias en el imaginario colectivo, o marco de referencias de las distintas eras y épocas.

En resumidas cuentas, no sólo se sabrá que las guerras han sido un error histórico, con costos incalculables, con beneficios ínfimos y en la mayoría de las veces nulos; además de que desde ahora se estudiarán cómo lo que siempre han sido: una patología psicológica destructiva de las desviaciones del carácter humano, impulsadas por símbolos, mensajes, oraciones, frases que en estribillos inciden directamente en la conducción errónea de las personas y de la sociedad toda.

Donde la solución final no será ya más nunca la guerra, sino en cambiar en todos los dispositivos que inciden en los cilindros de la sociedad en desencadenar la nefasta guerra convirtiéndolos en paz.

Fueron 17 días en los que la humanidad estuvo desconectada, en términos propositivos de los excesos y costos de las guerras de Oriente, los conflictos armados, las guerras de guerrillas, las irrupciones civiles y militares, las costosas e innecesarias contiendas políticas, los golpes de Estado; se reconsideró los hipercostosos conflictos entre Israel y Palestina, entre Rusia y Ucrania, más allá de que ambas partes ganen sino que todas las naciones ganen.

Todo este viaje de sensaciones que aportan las olimpiadas a todas las naciones del mundo dejan un sabor gratificante y enriquecedor a todas las naciones, revalorando de manera seria la paz, las libertades políticas y civiles, los derechos fundamentales, el rol de los medios de comunicación, el papel del arte, la cultura, la música, la religión y la ciencia que de forma sinérgica inciden en el comportamiento del ser humano, al punto de no dudar nunca que si es posible cambiar la historia, cambiar la época, en un mundo repensado para la convivencia, el desarrollo de todas las naciones, desde una perspectiva de respeto y rentabilidad para todos en un mundo de auténtica democracia global que nos beneficia a todos.