La oposición venezolana organizada y los ciudadanos con mentalidad democrática que la hemos acompañado siempre, hemos hecho todo lo posible para cambiar el rumbo de la gestión gubernativa del chavismo, que desde un principio consideramos desacertada y cuyos resultados a la fecha han demostrado que así lo era. Con un empeño digo de admiración hemos utilizado todos los medios pacíficos de lucha sin caer en extremos. Los hechos de violencia que el régimen nos ha imputado corresponden a individuos no identificados con el espíritu pacífico de nuestra lucha, con toda seguridad a infiltrados del régimen con la finalidad de justificar la represión que sistemáticamente ha ejercido en contra nuestra. Hasta ahora no hemos podido lograr el cambio deseado y por eso el país se ha ido desgarrando dolorosamente. No hay nada en el pasado prechavista que habiendo sido bueno, regular o malo, no sea hoy malo, peor o pésimo.
En esa lucha por la democracia hemos votado masivamente en la mayoría de los procesos electorales convocados por el chavismo y hemos dejado de votar en unos pocos por razones justificadas; hemos realizado marchas multitudinarias, las más grandes que se hayan registrado en América Latina y en otras partes del mundo; hemos convocado con éxito huelgas generales, paros cívicos, concentraciones, cadenas humanas, cacerolazos, vigilias y plantones; hemos demandado y comprometido a la opinión pública democrática del país mediante complejos procesos de consulta; hemos recogido millones de firmas y hemos tenido que ratificarlas nuevamente porque el régimen nunca las reconoció como válidas; hemos participado en luchas callejeras contra la Guardia Nacional, la policía y los grupos irregulares del gobierno que invariablemente impedían el paso de nuestras marchas al centro de Caracas, lugar secuestrado permanentemente por las bandas armadas del régimen; nos hemos refugiado en urbanizaciones y parcelamientos urbanos, usándolos como refugios o “guarimbas”, etc. En esas acciones hemos sufrido el impacto de chorros de agua a presión, gases lacrimógenos, perdigones de goma y de metal, pedradas, cohetones y tiros de armas de fuego, con saldo de muchos muertos y heridos. Con mucho menos se derribaron gobiernos y presidentes en varios países de la región y del mundo. Toda esa lucha está registrada para la Historia en miles y miles de videos, fotos y audios y algún día con todo ese material, “la revolución si será transmitida”.
El fracaso de esa larga, heroica y sangrienta lucha tiene una explicación fundamental: ha sido el combate de un pueblo desarmado contra una dictadura militar-civil embriagada por la ideología excluyente del marxismo, en su exégesis cubana. La Fuerza Armada Nacional, cuya razón de ser se justifica porque de ella se espera que garantice la paz, la democracia, la libertad, la legalidad, los derechos humanos y la soberanía nacional, bajo el influjo de esa ideología encubierta bajo el título de “revolución bolivariana”, perdió su camino y se internó por rutas contrarias a su misión. La intoxicación ideológica de Chávez lo instigó a tomar el poder por la fuerza el 4 de febrero de 1992 (el festejado 4F) y aunque fracasó, las circunstancias económicas y políticas del momento lo situaron en el centro de la pugna política y seis años más tarde le facilitaron el acceso al poder.
La “revolución bolivariana” o “socialismo del siglo XXI” ha fracasado rotundamente. De ello deberían convencerse los militares que aún veneran la fantasía chavista. La adulteración de los fines de la FAN, realizada por Chávez y sus cofrades, ha resultado catastrófica para el país y continuarla contra viento y marea es una acción criminal. Ya es hora de cambiar el 4F por el 23E (23 de enero de 1958), cuando las Fuerzas Armadas Nacionales retiraron su apoyo al general Marcos Pérez Jiménez y permitieron la instauración, por primera vez, de la democracia en Venezuela.
Ya es hora de exigirle a los militares de este país, por todos los medios pacíficos, pero con toda la firmeza que nos da la razón, en nombre del país y del pueblo, con la participación de todos los sectores representativos del país (universidades, Iglesia, intelectuales, artistas, empresarios, estudiantes, sindicatos, gremios y asociaciones de todo tipo) y con el apoyo internacional que nos hemos ganado, un regreso a la racionalidad, a la legalidad, a la democracia y al decoro militar, un deslinde de las ideas totalitarias marxistas ajenas al querer venezolano; en definitiva, que sustituyan de una vez por todas el 4F por el 23E y cumplan sus funciones con apego a la Constitución y con respeto al ciudadano que financia su costosa existencia con el pago de los impuestos.
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