La bellaquería ha sido una manifestación de las élites venezolanas de vieja data. Por aquello de lo que se hereda no se hurta, tales habilidades nos vienen de la más rancia cepa. Por ejemplo, en el primer viaje de Cristóbal Colón a América se sabe que era parte de la tripulación Bartolomé Torres, un criminal al que se le concedió el perdón real en 1493 en compensación por su participación en dicho periplo.
Pero no es que solo los grumetes eran los que tenían su consabido rabo de paja. Asegura Juan Manzano y Manzano en su libro Colón descubrió América del Sur en 1494, y que fuera editado en 1972 por la Academia Nacional de la Historia, que el almirante genovés había encontrado los llamados placeres perlíferos de Cubagua mucho antes de notificarlo a los reyes católicos, y que organizó a tales fines una expedición de cinco carabelas, en el citado año, desde La Española a nuestras costas, y ello conllevó una pequeña «distracción» de las gemas nacaradas, lo cual explicaría su caída en desgracia. Por supuesto, hay quienes aseguran que eso es falso de toda falsedad puesto que en los días señalados por don Juan el señor Colón estaba en cama.
De ahí para abajo las manifestaciones de truhanería y pillería, asentadas en actas y documentos o no, han sido copiosas. Por citar otro ejemplo, quiero traer a colación el libro del querido cura Alejando Moreno Pastor celestial, rebaño terrenal, lobo infernal: Expediente a don Juan Vicente Bolívar, obra en la que se dan a conocer los arrestos rijosos del padre de don Simón José Antonio de la Santísima Trinidad. El autor hace una profunda disección de las habilidades de sátiro del honorable mantuano, el cual no dudaba de hacer cualquier barbaridad con tal de salirse con las suyas a punta de bragueta. Es también oportuno dejar saber que mucho antes, en 1951, Salvador de Madariaga en su obra Bolívar llama la atención sobre el profundo gusto del señor en cuestión por las ninfas, tanto que cuando se casó a los 46 años de edad con María de la Concepción Palacios y Blanco ella solo tenía 14 años de edad.
Tal vez estos breves ejemplos han dado pie a que los bellacos hayan campeado a sus anchas en nuestra vida de nación. Los hemos tenido ilustrados, como Laureano Vallenilla Lanz, laureado ideólogo del gomecismo y creador del «gendarme necesario». Y ni hablar de su hijo Laureano José Vallenilla-Lanz Planchart quien junto a otro rufián memorable, Pedro Estrada, que además presumía de émulo criollo de Porfirio Rubirosa, fueron piedras angulares de la dictadura perezjimenista.
En su contraparte ideológica tampoco escasearon los malandrines, tal como fue el caso de aquel abogado de pies ligeros que acompañaba a Leonardo Ruiz Pineda cuando fue asesinado el 21 de octubre de 1952, y quien luego terminaría como jefe de una temida tribu judicial que hacía desmanes en los tribunales nacionales. Al comienzo de la raquítica democracia también hubo unos cuantos vivarachos que dieron uso poco ortodoxo a las donaciones en divisas que llegaban para apoyar a los movimientos armados. Por supuesto que en las filas democráticas no faltaron bribones en el mundo sindical, por ejemplo, ni en el empresarial. Porque eso hay que reconocerle a la bellaquería nacional, ha sido policlasista y vigorosa, se ha manifestado con fuerza y sin pudor.
Por supuesto que en los últimos veinte años la camandulería ha alcanzado su máximo esplendor. Empezó de manera modosa, casi pudorosa, con el difunto de Sabaneta, quien engendró una de las expresiones más refinadas de picardía, como fue el Plan Bolívar 2000. Con dicha iniciativa se acabó lo que se daba y los hampones se hicieron amos y señores del erario público, así como de todo el país. Así hemos llegado a que un delincuente sea quien encabece el Poder Judicial; o a que un bojote mal amarrado y vociferante como el que sale en la televisión oficial, macana en ristre, sea quien decida exactamente el rumbo del país con lo que le salga de sus reaños. ¿Cómo dejar de mentar a Jorge Rodríguez, designado bellaco ilustrado por el ilustre editor don Rafael Poleo? ¿Y qué decir del burgomaestre que con voz destemplada condenó una y otra vez a los muchachos que se jugaron el pellejo frente a los asesinos rojos, para luego salir anunciándose como el candidato de los guerreros de franela?
Por el momento esta tropa variopinta se jacta de imponernos la bellaquería a cualquiera sea el coste. Pero, como buenos belitres, cometen el típico error de ellos, nos subestiman a todos y se jactan de obligarnos a hacer lo que salga de sus perras ganas. Por eso vemos la manera tan aviesa en la que apuntan contra Juan Gerardo Guaidó, juegan a dejarlo al garete. Mientras tanto, y como quien no quiere la cosa, la voluntad popular sigue encrespándose con gesto firme. Barinas y Barquisimeto lo demostraron hace pocos días. ¡Ay bellaquitos, luego no chillen como puercos cuando les llegue la hora!
© Alfredo Cedeño
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