El llamado que se impone en estos momentos críticos que enfrenta el pueblo venezolano es uno: “calma y cordura”. Ese precisamente fue el sensato pronunciamiento que salió de boca del general Eleazar López Contreras al iniciarse un nuevo gobierno a raíz de la muerte del general Juan Vicente Gómez, acaecida el 17 de diciembre de 1935. Como es sabido, Gómez empezó su gestión presidencial en 1908 y mantuvo el control del país a lo largo de 27 años. A partir de ese dramático momento la alternabilidad en la gestión presidencial se hizo presente, hasta que el general Marcos Pérez Jiménez tomó las riendas del poder y quiso perpetuarse en él. Para bien del país, como dice el refrán, el tiro le salió por la culata.
Justo es reconocer que en la gestión de Pérez Jiménez se ejecutaron obras de gran significación que se mantienen al día de hoy. Tal es el caso de las Autopistas Caracas-La Guaira; Regional del Centro; Valle-Coche; las Avenidas Francisco de Miranda y Libertador; la Siderúrgica del Orinoco; los teleféricos de Mérida y Caracas; el Centro Simón Bolívar y el Paseo Los Próceres; la Ciudad Universitaria de Caracas; el Jardín botánico de la Universidad Central de Venezuela (UCV); el Estadio Universitario de Caracas; la Biblioteca Central de la UCV; la Plaza Venezuela; el Embalse de Guri; el Parque Nacional Canaima; el Aula Magna de la UCV; el Obelisco de Barquisimeto; la carretera Panamericana desde el Táchira hasta Caracas y muchos otros proyectos que sería largo enumerar.
Después de Pérez Jiménez vinieron los gobiernos democráticos de Wolfgang Larrazábal, Edgar Sanabria, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins, Jaime Lusinchi, nuevamente Carlos Andrés Pérez, Ramón J. Velásquez, Rafael Caldera, Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Durante la gestión del último, cabeza del gobierno actual, se ha producido un retroceso brutal de la economía del país que ha conducido a un proceso migratorio significativo de nuestros compatriotas por toda América y Europa. Esa situación ha sido un factor determinante en su pérdida del apoyo popular.
El nivel de destrucción y pobreza que experimenta hoy día Venezuela es la mejor demostración de lo últimamente señalado. La prueba la tenemos en Petróleos de Venezuela: como producto de la absurda medida adoptada por Chávez en su gestión de gobierno (el despido de un alto número de funcionarios de la empresa de más significación que tenía nuestro país) se abrieron las compuertas para que dicha entidad quedase reducida a un tercio de lo que era antes y, además, se incorporaran funcionarios de baja calificación que llevaron a dicha industria al hundimiento. Eso generó que los salarios que actualmente devengan los venezolanos no alcancen para vivir y alimentarse como es debido.
Ahora es común que profesionales de alto nivel perciban irrisorios ingresos mensuales que, cuando mucho, no llegan a los 30 dólares. Ello ha contribuido a la imparable migración que hoy día tenemos y que, nadie lo dude, se incrementará de manera exponencial por todo el continente americano, el segundo más grande que hay en todo el planeta. Es por eso que América unida tiene que ayudar en la restauración del Estado de Derecho en Venezuela. No hacerlo implica un costo que todo nuestro continente tendrá que pagar. De eso no hay duda. No pasemos por alto lo que Ludwig von Mises señaló en su libro Socialismo, análisis económico y sociológico: “La democracia debe existir, porque sin ella no puede haber desarrollo pacífico alguno del Estado”.
Mi deseo es que Nicolás Maduro rectifique y que, de una vez por todas, cesen los ataques y acciones contra el pueblo venezolano que no está armado. Todavía se está a tiempo de evitar mayores desgracias. Nuestra amada patria y maravilloso pueblo no se merecen tanta tribulación. Es momento de actuar con prudencia y mucha cordura.