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Caleca no tiene cabello

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¡Claro! Es calvo. Andrés Caleca es, además, un demócrata a carta cabal. Tildarlo de “abstencionista” es una mentira del tamaño de las cataratas del Niágara o tan falso como un contrabando de hielo. Y él tiene, como todo venezolano no impedido por causa legal, derecho a postularse a cualquier cargo de elección popular.

El hombre al defender los valores democráticos y al enfrentarse a la discriminación y a la intolerancia, no hace otra cosa que actuar en defensa propia. Eso ha hecho Caleca desde antes de iniciar su gira por Venezuela, promoviendo y defendiendo el valor del voto como instrumento de expresión democrática y un modo pacífico de lograr alternancia en el poder.

En este sentido, es bueno recordar que el 3 de agosto de 2020, junto a otros prominentes venezolanos, intentaron ante el TSJ la Acción de Amparo y Recurso de Inconstitucionalidad de la convocatoria a elecciones del 6/12/20. (Exp. N⁰ 20261) en procura de mejores condiciones electorales. Dicho sea de paso, yo mismo, y en plena pandemia por covid-19, me adherí a ese recurso legal. ¿Caleca abstencionista? ¡Falso!

Lo que no dicen aquellos atrevidos en su intento vano de pretender insultarlo es que Caleca no solo presidió el CNE, sino que también procedió, conforme a derecho, a multar al golpista Chávez, un eterno violador del ordenamiento jurídico, cuando violó la normativa electoral en el año 2000. Dificulto que alguien tan cercano al régimen, que ya lleva en el poder más de veintitrés largos años, desconozca este acontecimiento, constitutivo de un hecho público, notorio y comunicacional.

Insisto:  Caleca es un terco defensor de la institución del voto como instrumento fundamental de la democracia, necesario para la alternancia en el poder. Tiene experiencia en la administración pública, sin mácula, y su vida está libre de procesos criminales y de estafas al fisco.

La audiencia gobiernera aplaudirá cualquier ocurrencia del líder o de sus más conspicuos representantes. Mañana dirán que Caleca o cualquier otro venezolano, con o sin notoriedad, es terrorista de ideas explosivas y planes diabólicos. A lo mejor culpan a Caleca de las lluvias o del “secuestro” de la estatua de María Lionza, de la danta… y del indio de hojalata que afea la autopista Francisco Fajardo.

Hay  mucha gente aturdida, ofendida y obstinada por esos arranques, esas ocurrencias, pues sepan que cuando se defiende el honor personal, ése que es inmanente y connatural a la dignidad de cada individuo, consustancial a cada persona, no solo se defiende y protege el honor subjetivo o interno que es la opinión que cada cual tiene de sí mismo; el concepto en que cada persona se tiene a sí misma, sino también el honor externo u objetivo que es la opinión que los demás integrantes de la colectividad tienen de nosotros; la buena fama que  nos  hemos  granjeado  mediante  el  fiel y cabal cumplimiento                                  de  los  deberes sociales, morales, jurídicos y políticos que impone la vida en sociedad.

La ley penal tutela el honor externo y objetivo, que es el único cuya existencia se puede establecer de modo cierto.

La defensa o protección del otro honor, es decir, el subjetivo o interno, corresponde a cada cual, quien lo ejercerá en cualesquiera de los roles que cumpla o ejerza en la sociedad, contra toda conducta dolosa que pretenda mancillar el honor propio, su reputación o su dignidad como persona.

En Venezuela, Estado democrático y social de derecho y de justicia según el artículo 19 constitucional: “El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos. (omissis)”, con frecuencia se arremete impunemente contra el honor de las personas. Evidente es el lenguaje empleado para ofender y satanizar al que piensa distinto, o a aquel que formula alguna crítica a algún funcionario.

No se puede negar el derecho a tener ideas propias, a disentir, a elegir; no está prohibido pensar distinto; aunque luzca platónico o idealista, se impone la necesaria voluntad de diálogo, comprensión y reconciliación nacional que nos permita superar las diferencias y evitar que los derechos ciudadanos sigan siendo conculcados.

Señores del poder, recuerden lo que dijo Cervantes: “Al que maltrates con obras, no maltrates también de palabra, pues le basta al pobre el primero de los martirios”.

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