María Corina Machado y Magalli Meda

La expresión venezolana que sirve de título al presente escrito calza perfectamente con la coyuntura política que vive el país en los actuales momentos.

Los enemigos de la verdadera democracia, esos repartidos entre los innombrables personeros del gobierno de facto y ciertos políticos de la oposición (G-3) que juran por sus hijos que ellos y sus partidos apoyan irrestrictamente el mandato que los electores venezolanos dieron a la ganadora de las primarias del 22 de octubre, están esperando ansiosos que se termine de vencer el plazo fijado por el inescrupuloso Consejo Nacional Electoral (21 al 25 de marzo) para la inscripción de los candidatos a la elección presidencial del 28 de julio. Hay que remarcar que algunos de estos últimos, alabando y mostrando su rostro más risueño a la líder de la oposición, sueñan cada uno con ser los ungidos por ella ante el escenario de su definitiva inhabilitación.

Pero, también resulta que un gran número de analistas políticos del país, de incuestionables trayectorias y respetables credenciales, se han venido sumando a la matriz de opinión que conviene en que María Corina Machado, en un acto de eso que llaman desprendimiento personal, debe reformular el significado de su mantra político “Hasta el final”, y, conforme, elegir a uno de los tantos caninos que por ahí andan meneando la cola, como su sustituto de confianza.

Avalando esta línea de pensamiento, uno de los datos que más se ha manejado en horas recientes, haciendo uso de algunas encuestas, indicaría que un poco más del 70% de los venezolanos estaría de acuerdo con que MCM, digamos, cual Chávez en aquel fatídico diciembre de 2012, le hable al país para convencerlo de que ella, debido a las circunstancias terriblemente impuestas por el régimen, ya no puede seguir en campaña, y que, por tal razón, los ciudadanos venezolanos de bien deben confiar en el “afortunado” que ella designe. Que lo importante sería el proceso, como diría aquel funcionario para el olvido de la administración Biden, Juan González; y que sea cual fuere el candidato de la oposición, Maduro no tendría ninguna oportunidad.

Es bueno advertir que ya las mismas encuestas estarían arrojando que, asumiendo un escenario en el que compitan, por ejemplo, Nicolás Maduro y Manuel Rosales, el primero lo vencería con un porcentaje suficiente como para legitimar la elección. El gobernador del Zulia, como tantos otros, ha tratado de convencer al país de que él y su partido, Un Nuevo Tiempo, continúan trabajando en pro de la unidad de la oposición y del derecho de MCM a participar como su abanderada. El problema para Rosales es que nadie le cree y mucho se sigue insistiendo en la existencia de un entendimiento de larga data entre él y el régimen Madurista. Sólo sería cuestión de esperar a que se cumpla el plazo del 25 de marzo para confirmar lo que todo el mundo sospecha.

Pero, el mensaje más importante que se quiere transmitir es el siguiente: el liderazgo de MCM es intransferible, y, mucho menos, conociendo la naturaleza depredadora y tramposa del régimen.

Cuando se habla de liderazgo nos referimos a esa cualidad indiscutible que adquirió MCM a lo largo de años recientes de travesía por todos los rincones de Venezuela, exponiendo una visión de país totalmente contraria al legado populista que tanto daño ha causado a las sociedades latinoamericanas y que desembocó en su victoria contundente de las primarias del 22 de octubre de 2023.

Liderazgo significa que sólo ella cuenta con el piso político indispensable (apoyo masivo de la población) para llevar a cabo un proceso de transición democrático, particularmente en un escenario de control de los otros poderes por parte del régimen, incluyendo las fuerzas armadas. En otras palabras, MCM es la única alma democrática del país con una posición de fuerza desde la cual negociar con el gobierno de facto, un requisito más que indispensable si de veras se aspira a un cambio en paz.

Y es que está más que visto que ya MCM ha vencido políticamente al régimen de Nicolás Maduro, quedando pendiente, por supuesto, el tan anhelado triunfo electoral. Si MCM decidiera lo que Maduro y su régimen están esperando, junto a los demás alacranes y caimanes en boca de caño; esto es, designar a un sustituto que competiría en peores condiciones de minusvalía frente al candidato oficialista, estaría cediendo ese capital político que con tanto esfuerzo ha logrado. Es decir, muy posiblemente MCM se convertiría en la nueva frustración y decepción de un país mayoritario que quiere el cambio, y podría caer en ese mismo pozo ingrato en el que se encuentran hoy día Henrique Capriles, Leopoldo López y Juan Guaidó.

Sin embargo, la presión es enorme y es por tanto un escenario que no se puede descartar del todo, aun cuando hasta el sol de hoy MCM no ha dado muestras de ceder en favor de ese curso de acción.

En el supuesto, hasta ahora negado, de que MCM sucumba ante la presión de designar a un bateador emergente, tendría que ser alguien muy cercano a su entorno, y no necesariamente vinculado a la Plataforma Unitaria. Tal vez otra mujer; una persona de su extrema confianza con quien seguiría haciendo campaña, recorriendo el país de palmo a palmo y sumando muchas más voluntades. Uno se pregunta si MCM tendrá en mente una jugada que involucre a alguien como Magalli Meda, jefe de campaña del “Comando Nacional con Vzla”, con vasta experiencia en las áreas de gerencia comunicacional y estratégica. Un personaje muy discreto, formado políticamente en la visión de MCM, y una llave segura. Pero, claro, esto sería ya entrar en el mundo de la especulación.

El otro escenario, ese que más encaja en el discurso sostenido y coherente de MCM, la llevaría a seguir adelante, no importándole los plazos descabellados impuestos por el CNE madurista. Su campaña por todo el país continuaría al margen del cronograma electoral ya fijado, con el propósito en mente de seguir sumando masa a la causa democrática que ella lidera, y generando – con el apoyo de la comunidad internacional -, más presión al régimen, hasta lograr la mejor posición de fuerza posible que aumente los costos de permanencia en el poder de Maduro y su corte. Esta es una apuesta difícil tomando en cuenta el historial del régimen.

En este mismo escenario, los partidos políticos que conforman la Plataforma Unitaria tendrán que decidir si lanzarse o no en una carrera electoral bajo las reglas del régimen y sin el apoyo de MCM, lo que plantearía una situación temida por muchos y deseada por el régimen, toda vez que se exacerbaría la división de la oposición, y, más allá de la abstención que ello generaría, permitiría a Nicolás Maduro continuar con su política de inhabilitaciones hasta llegar al candidato más fácil de vencer.

A modo de síntesis, MCM se verá pronto en la disyuntiva de tomar una decisión trascendental para el país: o cede a la presión de fungir como el gran elector que designe a un sustituto en su lugar, tirando a la basura su extraordinario capital político y sin garantías de éxito para las fuerzas democráticas, o sigue adelante con su eslogan de “hasta el final”, que significaría mantener su campaña propia al margen de un proceso electoral diseñado por el gobierno de facto; una jugada de alto riesgo que la hará depender incuestionablemente de la reacción efectiva de un país que la apoya mayoritariamente ante la arbitrariedad de un régimen represor.

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