Que la solución de la crisis política pasa por el filtro de las fuerzas armadas, lo comprueba la invitación hecha por el capitán Diosdado Cabello, presidente de la constituyente espuria y vicepresidente del PSUV, a los cadetes de las escuelas militares. Les pide que salgan a marchar en respaldo de la dictadura, mientras los jóvenes de la oposición salen a manifestar contra ella el jueves.
Los cadetes de las escuelas militares escogieron un camino que no puede desembocar en manifestaciones callejeras. A los muchachos que se preparan para ser oficiales de las fuerzas armadas les está vedado ese tipo de conductas. Precisamente por eso su vocación los llevó a convertirse en cadetes, es decir, a formarse en lugares en los cuales no caben las banderías políticas, ni las insignias partidistas ni las efigies de los líderes, sino solo los uniformes, es decir, trajes de un solo color que simbolizan el necesario y obligatorio equilibrio que requieren el servicio de la patria y el compromiso de salvaguardar a la nación, independientemente de ideologías y de propuestas sectarias.
Pero para el capitán Cabello la patria es el PSUV, y los valores republicanos solo son representados por el régimen de Nicolás Maduro. Lo demás es antipatriótico y, por lo tanto, perjudicial. El hecho de que se atreva, contra el espíritu de las corporaciones castrenses y contra la doctrina que les sirve de fundamento, a pedir que los cadetes abandonen tranquilamente sus institutos de formación para gritar consignas rojas rojitas en la calle, nos pone, una vez más, ante la evidencia de cómo la usurpación considera a la oficialidad, a los que se preparan para oficiales y a la soldadesca, como pieza fundamental de los planes de la cúpula para mantenerse en el poder contra la abrumadora mayoría popular.
Debe ser idéntica la opinión del ministro de la Defensa y de los miembros del Alto Mando, pese a que no se hayan atrevido, todavía, a mandar a sus estudiantes en autobuses para que respalden a Maduro junto con la militancia del amado partido. Lo cual no hace falta, claro está, porque sobran las declaraciones parciales del general Padrino y de sus colegas de la superioridad en las cuales se manifiestan, sin ningún tipo de rubor, como apéndices sumisos del usurpador y como albaceas de la supuesta idea de república socialista que desembuchó el comandante Chávez en sus horas de iluminación.
De allí que, necesariamente, cualquier fórmula que se plantee para salir del atolladero nacional se detenga en los intereses y en las opiniones de los mandamases del cuartel. No solo por el poder que detentan, sino también por la parcialidad que los caracteriza, por su beligerancia en la custodia de la política oficial. Mientras se hacen los desentendidos ante la invitación del capitán Cabello a los estudiantes de las academias militares, tenemos la obligación de estar pendientes del buen día en el cual adquieran seria conciencia de su papel en una democracia y sirvan de veras, sin reticencias, a la república y a la ciudadanía.
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