Un país orgulloso se detuvo por el Premio Miguel de Cervantes otorgado a nuestro Rafael Cadenas. Nuestro aunque el poder quiso desconocerlo hasta el final, cuando no soportando más la presión el psiquiatra, parte de ese poder, hizo miserable mención desde su perspectiva política. Cadenas habló para el mundo desde España, desde esa España que se ha venido tiñendo también de colorado, con algunos límites. Y ha concordado también más recientemente con los autoritarismos, especialmente en América Latina, de la mano de Pedro Sánchez y otros personeros igual que él de lamentables para la humanidad.
Por cierto, Pedro Sánchez no acudió al acto, vergonzosa ausencia que dijo de su respaldo, una vez más, al régimen de Nicolás Maduro. Tan parecida al indispensable silencio oficial en Venezuela. Pero no evitó, imposible, que Rafael Cadenas dijera lo que dijo. El vate comenzó, aunque le pese al politiquero español y sus remedos latinoamericanos, por reconocer a su vez a España. Mencionó sus vínculos imborrables desde el idioma. Y comenzó dando zarpazos con el tema de la migración. Ahora, cuando «la desventura es inversa». En alusión a los autoritarismos añejos y recientes pincelados, estocados, por el escritor en tan pocos términos. Habló de su reconocimiento a la ciencia. De la Universidad Central de Venezuela que «no está bien hace años». De que una universidad que no sea plural sino «para el adoctrinamiento deja de ser universidad». Otra puñalada al régimen y sus aspiraciones de doblegar el pensamiento libre.
Se refirió más directamente Cadenas al totalitarismo y su avance. A las armas. A Cervantes y su vida como una novela de aventuras. Al escudero subestimado por los analistas. A esta actual revaloración de la vida corriente. Al nacionalismo opuesto al cosmopolitismo. También a la «lengua maltrecha». A la limitación de la palabra. Pero llamó a revisar toda la cultura. A que examinemos todo. Se detuvo en la diferencia entre religión y religiosidad. En lo indecible y lo místico.
Pero su calibre mayor apuntó a la revisión que hay que hacer a la democracia. A «defenderla de todo lo que la acecha». A cuestionar cuanto la ha descuidado la educación. A su obligatoria primacía de lo social. Abolir la pobreza y apoyar la cultura. Para ir sobre la libertad apoyado en el Quijote. Reiteró su saludo a la UCV y otras universidades venezolanas. Y culminó con unas palabras al escritor Sergio Ramírez, exiliado nicaragüense. Para volver en el cierre a la libertad. A como la valora Cervantes. A quien usó en una última cita: «El cautiverio es el mayor mal que puede venir a un hombre». Rememorando así no solo a Miguel cuando estuvo preso sino también a los presos políticos venezolanos o nicaragüenses, a los presos».
En fin, nuestro más grande hombre de letras dijo y dijo en pocas palabras tantas cosas valiosas para el pensamiento humano en general y para los venezolanos, latinoamericanos y españoles en particular. Era lógico que mencionara así la libertad. No por ser venezolano, no por cuanto ahora nos ocurre sino por la libertad en sí misma. La del pensamiento y la de la acción. Pienso que como prócer, Cadenas merece su estatua. ¿Por qué no? En medio de la UCV. ¿No lo hacen dejando sus huellas las estrellas de Hollywood? ¿Por que no podemos darle en vida a Rafael Cadenas un reconocimiento que lo enaltezca para siempre? Ah… Existe Pedro Sánchez. Existe el totalitarismo. Existe Nicolás Maduro. La UCV está mal. El psiquiatra ofrendó en la UCV más bien al secuestrador. Andamos por otros caminos descaminados. Ah.
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