Repasando los vaivenes de la política venezolana de los últimos días, se ha podido notar la falta de conexión entre los ciudadanos, que claman un cambio en la forma de dirigir el país y los políticos con sus diferentes proposiciones. La cual podemos llegar a la conclusión que hay una ruptura total, ya que si vamos al meollo del asunto, ninguna sugerencia, sea la oficial como la opositora, ofrece soluciones reales a los problemas de la nación.

Si estudiamos las propuestas comunicativas de ambos bandos, podemos sacar de ello los siguientes puntos. Antes de continuar, hay que aclarar que el gobierno revolucionario piensa que tiene éxito en la difusión de la información, porque utiliza dos variables que logran que se capte su mensaje, claro, de manera obligada, que son el miedo y el hambre. Pero continuemos en este estudio, para poder entender lo que está sucediendo. El venezolano de a pie tiene como prioridad sobrevivir, ya no planifica a mediano y largo plazo, su único fin es no morirse de hambre, capear las deficiencias en los servicios públicos y tratar de que no lo mate el hampa.

Por lo tanto, la oposición como el oficialismo, claro está, debido a la coyuntura que vive Venezuela, no importa el tipo de mensaje que se promocionen, lo adornado que esté y si toca o no la fibra sentimental, este no llega, porque al mismo le falta precisión, es decir, no ofrecen soluciones, solo aporta promesas.

Por lo tanto, el éxito de una comunicación, si no despierta el interés del público para que consuma el contenido del mismo, evita que la audiencia a quien va dirigida la información se interese y por lo tanto, no logra el impacto que se desea. Uno de los factores que produce este efecto es la falta de credibilidad tanto en el contenido del mensaje, como en los mensajeros. En pocas palabras, hay un hastío por parte de la masa receptora que a pesar del esfuerzo comunicativo el mensaje no llega.

Para entender un poco lo antes explicado, por ejemplo, las premisas de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, desde un principio fueron un eufemismo. Claro, estas proposiciones lograron impactar, en sus comienzos, en el público, provocando a que renaciera la esperanza en aquellos que ya la habían perdido, pero, nunca falta un pero, con el pasar del tiempo, la nube ilusoria se dispersó, mostrando que todo seguía igual, a pesar del esfuerzo en divulgar el mensaje; sin embargo, este no produjo el efecto deseado.

Naturalmente, para poder seguir en la cresta de la ola de la opinión pública, se cambia estrategia, pero manteniendo las premisas anteriormente descritas, con un nuevo enfoque, me refiero al plan país, pero con el remoquete que seguirán luchando contra la dictadura (cese de la usurpación), encabezado por Juan Guaidó (gobierno de transición) y trazando una ruta para rescatar la legalidad del país (elecciones libres).

Es decir, el mismo musiú pero con otro cachimbo. Lo que trata esta nueva estrategia comunicacional es que llegue a los venezolanos, ahora con una táctica más personalizada y engancharlos en la cruzada del rescate de la patria. Amigos lectores, han reciclado el mensaje para buscar un nuevo efecto; no obstante, hay un elemento que no se contaba hace un año, el coronavirus, que ha trastocado toda táctica de convencimiento.

La pandemia ha deteriorado de manera exponencial la calidad de vida de nuestros connacionales, llevándolos inexorablemente a vivir cada día una tragedia diferente, que van desde la falta de vacunas, el descalabro del sistema sanitario nacional, la inseguridad, la escasez, la hiperinflación, la devaluación de la moneda y muchos etcéteras que llenarían un libro de desgracias.

Hasta ahora hemos hablado de la estrategia de la oposición, trataremos en los próximos párrafos de entender la estrategia del gobierno. Antes de continuar, hay que hacer un inciso, para entender un poco nuestra verdad, es decir, que Venezuela en 1998 buscó un salvador y acabó encontrando un dueño, ahora está pagando las consecuencias de su inmadurez política.

Pero continuando con el análisis, los chavistas afirman que son la única alternativa viable para dirigir el destino del país. Por lo tanto, la revolución bolivariana ha llegado para quedarse. Para poder justificar sus andanzas en el pasado, afirmaban que su accionar se veía condicionado por la burguesía rancia y los golpistas, que impedían el buen desenvolvimiento del gobierno bolivariano.

Por lo tanto, en los períodos presidenciales de Hugo Rafael, Venezuela vivió una bonanza en la recaudación de la renta petrolera, por el conflicto originado en Iraq, con la invasión de ese país por parte de los Estados Unidos, que mermó el suministro de petróleo en el mercado internacional, aumentando el precio del oro negro, favoreciendo a nuestro país.

Para dirigir el saqueo nacional de los petrodólares, aplicaron el control de cambio para limitar el acceso de los venezolanos a la divisa norteamericana, pero por otro lado crecían las cuentas en divisas de los apóstoles de la revolución, naciendo una nueva casta, la burguesía revolucionaria. Conclusión, se robaron hasta el agua de los floreros y el país seguía estancado. Para justificarse, el bombardeo constante de mensajes falsos, endilgando la culpa a terceros de sus propios desmanes.

Fallece Hugo Rafael, llega Nicolás, pero todo sigue igual, más bien a peor. Ahora la culpa de su ineficiencia ya no era de la burguesía rancia, es el bloqueo del imperio norteamericano. Mismo mensaje, diferente protagonista, solo con la finalidad de poderse justificar ante sus clientes políticos, porque en realidad lo que les importa es seguir en el poder y que el venezolano sea su marioneta electorera, regalándoles esperanzas de un futuro que nunca llegará.

Es obvio, que para ambos lados, hay cinismo y difamación, porque los espacios democráticos se han cerrado, razón por la cual no hay legitimidad de origen, solo imitadores de Nelson Mandela por un lado y aprovechadores por el otro. Ya el mensaje, sin importar de donde provenga, no llega, porque hay rabia, incertidumbre y desilusión, el venezolano está agotado de tantas mentiras, porque ha pagado con sangre las consecuencias del fracaso.

Ya en nuestro país, se vive el momento, porque a pesar del esfuerzo de seguir engañando, la única verdad que se respira en el ambiente es la realidad que nos toca vivir a diario. Ya superamos la meta de amar las mentiras de politiqueros bananeros, motivado a que valoramos más la libertad, ya que esta nunca fracasa, porque por su parte el poder corrompe absolutamente.

Para muestra de lo anteriormente descrito está la diáspora de venezolanos, que pronto llegará a los 7 millones, connacionales que se han visto obligados a huir de su propio país, llevándose muchos lo que tenían puesto.

Para evitar ser engañados reiteradamente, debemos saber sopesar y discriminar los mensajes que recibimos, ya que la política está en todas partes del campo de acción de los seres humanos, que podemos apreciar en los diferentes cambios sociales y económicos en el mundo. Por consiguiente, cuando podamos entender que la política es el arte de buscar problemas, realizar un análisis equivocado y aplicar remedios falsos, podemos entender que su finalidad es servirse de los hombres y mujeres, pero vendiendo la idea que son servidores del pueblo, porque su finalidad es mentir, prometiendo construir puentes en lugares donde no hay ríos, para luego terminar explicando porque no se llevó a cabo la obra.

¿Qué podemos concluir de todo esto? Que debemos aprender a ser ciudadanos, capaces de discriminar la verdad de la mentira, hacer valer nuestro peso como venezolanos y evitar a toda costa a ilusionistas, maromeros, oportunistas, encantadores y estafadores. Comencemos a estimar la esencia de las personas y valoremos a aquellas que son capaces de ser servidores públicos, honrados y competentes, con la única finalidad de generar bienestar en la sociedad que sirven. El resto son arribistas, que creen que levantando la voz, con su cadena de mentiras, son las personas justas para desempeñar cargos públicos. No es así, pero entiendo que para llegar a ese punto de madurez, nuestro país deberá aún recorrer caminos tortuosos, llenos de obstáculos y atravesar campos minados, hasta superar el peor de las epidemias, que no es otra que la ignorancia. ¿Podremos lograrlo? Solo el tiempo dará la respuesta.

 

 


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