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Cacofonía electoral

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Es impresionante cómo cambia y continúa cambiando la discusión electoral presidencial en Estados Unidos. A cada rato aparece un tema nuevo, la mayoría provocados por el presidente y sus circunstancias.

El año 2020 comenzó con el juicio en el Senado a Donald Trump. Parece haber pasado mucho tiempo, pero fue el 31 de enero de este año cuando la cámara alta lo absolvió, después que la Cámara de Representantes inició su investigación y posterior acusación, en septiembre de 2019, por abuso de poder y obstrucción al Congreso. La mayoría de las audiencias investigativas fueron televisadas, al igual que el proceso en el Senado.

Inmediatamente después vino la pandemia. Como tema, porque la realidad es que el nuevo coronavirus se originó en China en diciembre de 2019. A comienzos de enero, en medio del proceso acusatorio en su contra, Trump fue informado sobre la epidemia, como materia de seguridad nacional.

El 20 de enero se registró el primer caso de COVID-19 en Estados Unidos., con un individuo que había viajado desde Wuhan, China, a su hogar en el estado de Washington. La Organización Mundial de la Salud se tardó dos meses en declarar la epidemia como pandemia, el 11 de marzo. Dos días después, Trump se dirigió al país y declaró una emergencia nacional.

Pero en Trump, su principal preocupación siempre fue lo económico; cómo la pandemia afectaría la evolución de la economía, que ha sido su bandera desde que inició su mandato. En este aspecto, los números le favorecían. La pobreza había disminuido en 2019 y los ingresos medios estaban en su pico más alto en muchos años, de acuerdo con un informe de la Oficina del Censo del mes pasado.

El informe destaca, sin embargo, que muchas familias seguían siendo vulnerables a un evento de choque, como la pandemia. El desempleo estaba en alrededor de 3,5 % cuando sobrevino la crisis, el más bajo en 50 años, y los salarios crecían. No obstante, al final de 2019, 30% de los adultos encuestados decían que no podían cubrir tres meses de gastos con suficientes ahorros o préstamos, en caso de una pérdida del empleo, según una consulta de la Reserva Federal, citada por el diario The New York Times.

Con la economía en la cabeza y su deseo de reelegirse como presidente, Trump le dijo al famoso periodista Bob Woodward, en febrero de 2020, que COVID-19 era «mortal», «más mortal que incluso tus extenuantes gripes» y «difícil» de manejar, debido a la transmisión en el aire. Pero al mismo tiempo, Trump sugería públicamente lo contrario, que la gripe era más peligrosa que COVID-19 y afirmaba que el brote en Estados Unidos estaba «muy bajo control» y pronto terminaría. Trump le dijo en privado a Woodward en marzo: «Siempre quise rebajarlo. Todavía me gusta hacerlo, porque no quiero crear pánico».

Las conversaciones de Woodward con Trump fueron grabadas con el consentimiento presidencial y el periodista reveló las grabaciones en septiembre de este año, al promocionar su nuevo libro sobre Trump, Rage (Rabia).

Durante los meses de marzo, abril y mayo, el presidente de Estados Unidos presionaba insistentemente por relajar las restricciones impuestas por gobernadores de estado para mitigar la pandemia, como una manera de revertir el daño que la enfermedad estaba causando a la economía. Animaba en Twitter las protestas contra los gobernadores que tomaban medidas recomendadas por su propio gobierno, a través de los Centros de Control de las Enfermedades (CDC).

La falta de apoyo presidencial y la ausencia de una estrategia nacional que pusiera la salud a la vanguardia, para poder atacar eficazmente los problemas de la economía, se reflejó en la carencia inicial de equipos de protección para los profesionales de la salud, de los ventiladores para ayudar a los enfermos a respirar en los hospitales o de las mascarillas para el uso de la población en general. Todavía el mes pasado había problemas con la distribución de instrumentos para los tests de detección y de disponibilidad de resultados rápidos. Pero mucho más grave ha sido la politización con la que Trump ha teñido las medidas más simples y efectivas para la mitigación de la epidemia, como son el uso de mascarillas y el distanciamiento social. El presidente las ha desdeñado completamente, con las aglomeraciones que propició en sus mítines políticos de campaña y en actos públicos oficiales, uno de ellos la presentación de su candidata a magistrada de la Corte Suprema en los jardines de la Casa Blanca, seguida por una recepción, después de la cual resultaron positivas con el virus al menos ocho personas, incluido el presidente, la primera dama, senadores y asesores presidenciales.

La pandemia, pues, se convirtió en tema de larga duración, por encima de los logros iniciales alcanzados por la economía. Y el mal manejo del virus revirtió totalmente esos logros (el desempleo en septiembre todavía era el doble que en febrero), además de revelar la profundidad de la inequidad social. Antes de la crisis, había menos gente en el mercado de trabajo que al final de la década de los noventa. Los funcionarios del censo han alegado que aun con el aumento general de los ingresos, la inequidad se mantuvo igual en términos estadísticos durante el año pasado. La recesión de 2020 provocada por la pandemia probablemente ampliará la brecha entre ricos y pobres y entre los diferentes grupos raciales.

Hubo muchas otras situaciones que colmaron en su momento la cobertura de los medios de comunicación, aun en medio de esta pandemia que ha causado la muerte de más de 200.000 personas en Estados Unidos. El 25 de mayo, un policía blanco de Minnesota asfixió durante aproximadamente 7 minutos al detenido de raza negra George Floyd, después de que este fue acusado de usar un billete falso para comprar cigarrillos en un abasto. El policía mantuvo su rodilla en el cuello del detenido incluso por 2 minutos después de que uno de sus colegas encontró que el hombre no tenía pulso. La muerte de Floyd generó protestas masivas en todo el país de parte de una población cansada de los atropellos policiales a afroamericanos. Antes de Floyd, el 13 de marzo, agentes policiales de Louisville, Kentucky, acribillaron a balazos a una enfermera de 26 años de raza negra cuando ingresaron a la fuerza a su apartamento en busca de drogas. Al entrar al inmueble, el novio de la enfermera respondió con un arma de fuego ignorando que los intrusos fueran policías y estos contraatacaron con una balacera que dejó vivo al novio, pero mató a la joven. No había drogas en el apartamento.

Lo de Floyd rebasó el agua del vaso. Y en días posteriores, hubo incidentes similares que acentuaros las protestas, y junto con ello afloraron las distintas posiciones políticas. ¿Qué hacer con la policía? ¿Se trata de unas manzanas podridas en las fuerzas policiales o es un problema sistemático?

Desde que Donald Trump asumió la presidencia se han publicado más de 200 libros sobre su persona, la mayoría negativos. En este año electoral, los más impactantes han sido el ya mencionado de Bob Woodward, con grabaciones que mostraron la indolencia del presidente frente a la pandemia, y el de su sobrina, Mary Trump, Too Much and Never Enough (Demasiado y Nunca Suficiente), psicóloga de profesión. La sobrina desarrolla en el libro la tesis de que Trump es producto de una familia disfuncional, encabezada por el padre del presidente, ya fallecido, a quien acusa de haber sido un sociópata empeñado en utilizar a quienes lo rodeaban en su beneficio y del cual Donald heredó sus resaltantes cualidades. El libro salió en julio, y la sobrina todavía es entrevistada en programas de opinión.

Los periódicos ponen también de su parte con el surgimiento de nuevos temas, como la revelación de que Trump pagó apenas 750 dólares de impuestos por sus ingresos en los dos primeros años de su presidencia y que en los 10 a 15 años anteriores la cantidad fue “0”. También ocurren acontecimientos que no se pueden obviar y afectan las decisiones políticas, como fue la muerte de la magistrada de la Corte Suprema, Ruth Bader Ginsburg, este septiembre.

El presidente no descansa en tratar de mover la opinión pública en torno suyo. Hay quienes dicen que el no dejar hablar a su contrincante presidencial en el debate de la semana pasada era para evitar que se discutieran temas de fondo que afectan a todos los estadounidenses. Su hospitalización durante el fin de semana sigue dando de qué hablar. El domingo se levantó de la cama para dar un paseo en carro y saludar a sus simpatizantes afuera del hospital. Con eso quiso demostrar su bravura y fortaleza, sin importar si con el peligroso virus que porta podía infectar a los agentes que iban con él en su vehículo y en general al personal de su caravana, además de dar un pésimo ejemplo a los convalecientes actuales del virus, de que salgan a la calle y contaminen a los demás.

Entretanto, la mayoría de los republicanos le sigue creyendo a la cadena Fox de televisión y su mundo alternativo, creen que el calentamiento global es un mito, que Estados Unidos es líder mundial en el combate al coronavirus y que al menos es parcialmente cierta la teoría promovida por QAnon, según la cual una claque de pedófilos adoradores del diablo ha penetrado el Estado norteamericano para conspirar contra Trump.

@LaresFermin

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