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Cabriola

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En mi andadura por Italia… reviso la encíclica Pacem in Terris que el papa Juan XXIII publicó en 1958, la cual con el signo de los tiempos se dirige a los hombres de buena voluntad, un documento propuesto no solo a fieles de la Iglesia Católica sino a la humanidad toda. Reconoció en ella el derecho a la libertad de pensamiento y expresión, que está en vigor hoy, en neta contradicción con el régimen venezolano que las censura y persigue, al más puro estilo del general tachirense Marcos Pérez Jiménez, cuya dictadura cayó un 23 de enero de hace, también, 63 años. El poder despótico tiende, tanto en la derecha como en la izquierda, a irritarse cuando no controla los medios de comunicación. La garantía de la democracia es la información.

Las certezas antidemocráticas en Venezuela están a la vista, las transformaciones ineludibles son conocidas y perentorias. ¿Se consolidarán? ¿Por qué no?, el 23 de enero de1958 sucedió y la tiranía vigente sabe que esa espada de Damocles libertaria pende sobre ella.

Si bien Nicolás Maduro llegó a Sai Baba de Shirdi por su esposa Cilia Flores (la “primera combatiente”) y su brujo Cirilo –apartados de la fe apostólica romana– bien podría el papa Francisco fomentar en el ilegítimo, aún respetando sus creencias religiosas, los principios universales de la encíclica Pacem in Terris.

En marzo de 1958 Jorge Bergoglio entraba al seminario de Villa Devoto iniciando su noviciado en la Compañía de Jesús (S.J.; en latín Societas Iesu), convirtiéndose en el primer jesuita que devino Papa. Un pontífice con tanto poder como el de sus predecesores, solo Dios sabe si con las mismas ideas de esperanza de Juan XXIII; justo es reconocerle a Francisco que recientemente, al final del Ángelus, desde la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, pidió “proteger los valores democráticos” al referirse al asalto al Capitolio en Washington por parte de una horda de seguidores de Donald Trump, pero –no se entiende por qué– nada dice del asalto al legítimo parlamento venezolano por parte de Maduro y su banda. Pues si Trump representa un chavismo de derecha, Maduro representa un trumpismo de izquierda.

Entre tanto, en privado, en una carta fechada el 6 de enero, Día de la Epifanía del Señor y onomástico del cardenal Baltazar (como el Rey Mago de piel obscura) Porras, administrador apostólico de Caracas, el Papa le expresa que Venezuela sufre no solo por la pandemia del coronavirus, sino también “por la arrogancia de los poderosos” y la pobreza que la estrangula.

No le pido a su Santidad Francisco discursos que comprometan su ecua magnificencia, pero sí exponerse públicamente, igual que en la provincia de Buenos Aires cuando era superior provincial, con la misma perspicaz gestión. Se lo imploro, no por mí, Santo Padre, que estoy fuera con todas las penurias y fatigas del exilio, sino por mi gente: los venezolanos en patria, tantos.

Don Jorge sabe de dictadura, la de su homónimo el general Jorge Videla, similar sufrimiento es, desde hace dos décadas, el del pueblo venezolano, que inició su desgracia con otro militar de menor rango: el teniente coronel Hugo Chávez y ha empeorado con su lugarteniente Nicolás Maduro, señalado por la Corte Penal Internacional de cometer crímenes de lesa humanidad.

En realidad, el régimen de terror impuesto en Venezuela forma parte de un plan muy superior y maligno, que no está en el plan de Dios al que los cristianos deberían ceñirse. Usted lo entiende mejor que yo, es el Sumo Pontífice y esa es una responsabilidad que no le permite voltear el rostro hacia otro lado, con todo respeto Santidad.

En la dictadura de Pérez Jiménez no hubo hambruna, a diferencia de la actual. Hoy con paradójicas contradicciones, como la que cualquier señora de servicio cobra 10 dólares por día y el conductor de autobús (trabajo que hacía Maduro otrora) recibe el pago y da el vuelto en dólares a causa de la hiperinflación que ha devaluado el bolívar soberano. Y el país petrolero suministra gasolina (piche) con un cronograma por placas del vehículo, mucho más caótica es la situación en el interior del país. Pobres Ferrari que fueron importados por el Concesionario Maranello Motorsport para suntuoso consumo de los boliburgueses por esas calles pululantes de huecos y gasolina sin el octanaje adecuado, menos mal que el mismo concesionario es taller autorizado desde hace al menos dos décadas.

Venezuela en el absurdo y en un stand by, una pausa silenciosa y tensa que no logro bien descifrar, pero sí estoy seguro de que no es Pacem in Terris.

Es urgente un acuerdo de transición con las armas de la democracia: ciudadanos investidos de soberanía unidos a la Fuerza Armada con patriotismo y honor (evitando maximizar las expectativas y construyendo, promoviendo, un discurso incluyente), alternativa bendecida inclusive por la Conferencia Episcopal Venezolana, que en ocasión de su CXV Asamblea Ordinaria Primaria dio a conocer en su Pastoral una exhortación a que “el país necesita un cambio radical en la conducción política”.

Esta vez, igual que el 23 de enero de 1958, nos tenemos que librar de la dictadura sin tibieza («Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» Apocalipsis 3:16), con el concurso de Rusia y unos Estados Unidos rojitos ahora (ambas potencias a diferencia de  los anteriores garantes Noruega y Barbados), hasta sin la anuencia del imperio cubano y la coronilla de la dinastía de los Castro. Entre los primerísimos pasos de Joe Biden está el reconstruir las relaciones con Irán y los iraníes con tal de que les quiten las sanciones están dispuestos a todo, incluso a abandonar los centros de adiestramiento de tortura que dirigen en Venezuela.

Resistencia y ofensiva, como propone Juan Guaidó (patriota de amparar), quien se ha jugado la vida enfrentando una dictadura sanguinaria, indivisos tal cual se afrontó a Pérez Jiménez, todos juntos. Con refuerzo internacional, tal el caso de Biden quien, enviando un claro mensaje, invitó a su toma de posesión al embajador del gobierno encargado, Carlos Vecchio, y la resolución que se tomará hoy jueves 21, por votación tras debate, en la sede de la Unión Europea en afirmación de la legitimidad de Guaidó y sus valientes diputados.

Lo cierto es que no podemos, así no… continuar no, ¡no podemos! No, sin Pacem in Terris.

@CarlosOmobono

 

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