En Chile, el 21 de febrero pasado, el teniente (r) del ejército venezolano Ronald Ojeda fue secuestrado presuntamente por un comando militar de contrainteligencia venezolana cuya misión habría sido ejecutar una operación militar de búsqueda, identificación, ubicación y aprehensión de opositores al gobierno de Maduro en el extranjero. Como se sabe, Ojeda se encontraba refugiado en ese país luego de huir del régimen dictatorial de Nicolás Maduro.
Los avezados secuestradores utilizaron una sofisticada estrategia de engaño que consistió en tener una cubierta de ser “oficiales de policía chilena” uniformados, con armamento y vehículo “oficial” para la “intervención”, “arresto” y “traslado” de Ojeda. Gracias a la tecnología actual, los hechos fueron registrados en las cámaras del edificio de Ojeda, sirviendo hoy para las investigaciones en curso. No nos cabe duda de que esta operación de contrainteligencia tiene características propias de expertos, en este caso, que podrían provenir del eje social-comunista de Cuba-Venezuela-Nicaragua.
El primero de marzo, las autoridades hallaron el cadáver de Ronald Ojeda en un descampado con evidentes signos de haber sido asesinado a mansalva, es decir, una ejecución extrajudicial en territorio extranjero a un protegido por la norma internacional de refugiados. Al parecer, esta acción tiene el propósito de amedrentar en Venezuela a quienes hagan el papel de opositores y huyan de su patria, dejándoles la lección de que podrán “perseguirlos” a cualquier parte del mundo y asesinarlos si es necesario.
Este hecho demostraría que el eje social-comunista (Cuba, Venezuela, Nicaragua, como estados) y sus socios afines (activistas políticos extranjeros con formación castrense, de inteligencia y de operaciones de alto riesgo o integrantes de las organizaciones terroristas como FARC, MRTA u otros) desarrollan operaciones militares de manera impune para deshacerse de sus enemigos. La gravedad del asunto es algo que al parecer los gobiernos sudamericanos aún no dimensionan totalmente.
Si bien sorprende el largo silencio del presidente de Chile, Gabriel Boric, respecto de los hechos, del que no inferimos de ninguna manera complicidad alguna, creemos que su gobierno no dudará en descubrir quién o quiénes están involucrados en este crimen obsceno contra la vida de un refugiado y contra la soberanía de su país. Esta debe ser una alerta a los demás países de la región, porque si ha pasado en Chile, nada impediría que pase en los demás países de Suramérica. Los países democráticos que observamos la actitud desafiante de Maduro debemos ponernos de acuerdo en intercambiar información de inteligencia y atrapar a los responsables.
Aún recordamos tanto a Nicolás Maduro como a Diosdado Cabello, quienes, en sendos discursos contra los gobiernos opositores a la dictadura venezolana, dijeron “se ha empezado a sentir la brisita bolivariana” refiriéndose a hechos criminales en Ecuador, Chile, Brasil, Colombia y otros. Queremos recordarles a estos hacedores de “vientos malignos” que en el Perú, los terroristas del MRTA (socialistas) y de Sendero Luminoso (comunistas), hoy cadáveres políticos que emergen de las cárceles disfrazados de demócratas, fueron derrotados militarmente en la década de los noventa en los gobiernos de Alan García y Alberto Fujimori, gracias a las “tormentas” que desatamos contra los terroristas, la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas y los ciudadanos peruanos.
Hoy estamos trabajando por la derrota ideológica y política del social comunismo, en especial en la batalla cultural, a la que se suma imparable la tormenta suramericana de derecha que está creciendo contra este perverso fenómeno, y que más temprano que tarde tendrá que soportar la avalancha de huaycos (políticos) contra Managua, Caracas y La Habana, en la que no quedará ni rastro de su “brisita bolivariana”. ¡Sí se puede!
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú