OPINIÓN

Brevísimo tránsito gramsciano

por Luis Barragán Luis Barragán

De tardía recepción y quizá despedida en Venezuela, por su flexibilidad y relativa novedad entre nosotros, la perspectiva de Antonio Gramsci constituye un aporte válido y consistente para interpretar el proceso devenido revolución socialista en un país que dijo no esperarla, aparentemente resignado a sus nefastas consecuencias. Nociones tan relevantes como hegemonía social, bloque histórico, consejo de fábrica, intelectual orgánico, príncipe moderno, entre otras, están – acaso, mecánicamente – integradas a la jerga de quienes, por un lado, respaldándolo, o, por el otro, adversándolo, explícita o implícitamente, pactaron en no debatir jamás en torno a la profunda vocación, propósito y sentimentalidad marxista de un proceso que dislocó el curso del presente siglo.

Mucho menos, ahora, en los inicios de la extravagante campaña electoral, sin las mínimas condiciones que digan autorizar un evento genuinamente competitivo, que promete la extrema banalización de las diferentes opciones oficialistas que redunde en el triunfo esperadísimo de la que genuina y ventajistamente lo es.   La metamorfosis del rentismo petrolero que todavía busca una generosa y estable fuente de ingresos, mediante las llamadas zonas económicas especiales, ha significado la emergencia de una lumpemburguesía cónsona con la lumpemproletarización de Venezuela, y, apelando a la expresión del autor sardo en torno al fascismo, útil para constatar el “resultado organizado de una descomposición social”.

Imposible concebir una hegemonía social y la consiguiente conformación de un sólido bloque histórico de cara a la realidad de los últimos años, cuando se evidencia un abierto y, faltando poco, argumentado rechazo frente al continuismo gubernamental, en todos los ámbitos; sólo existe un férreo y obsceno monopolio estatal de los medios de comunicación social, u ocho millones de venezolanos inconformes están fuera de su país, por citar algunos ejemplos. Predominando el uso de la violencia,  perdido el carácter de partido-dirigente de un oficialismo reminiscente de los antiguos y circunstanciales consensos que generó, mediante la polarización artificial e intensiva, la travesía gramsciana es por los parajes de un simple régimen de fuerza.

E, igualmente, el periplo advierte una debilidad creciente del liderazgo político en el poder, agotado, cansado y exasperado, al mismo tiempo que de la auténtica oposición que ha soportado los mil y un embates de las fuerzas obscurantistas también desesperadas por empujarla a los predios del fascismo. Por cierto, ésta es la respuesta que estimula el actual régimen en el entendido de que, si se jodenos jodemos todos, según el aforismo que perdería garbo con una vanidosa traducción al latín.

Signo de los tiempos, demandamos vocación y destrezas, talento y experiencia, para una convincente articulación política con arraigo social en la construcción de los nuevos consensos, aunque también exigimos la más adecuada y, en lo posible, acertada interpretación de las realidades en movimiento que desembocarán en otras ojalá distintas. Por ello, sepamos, que el intelectual orgánico no es precisamente el panfletario de conjuras y conjeturas que baña las redes saltando con garrocha de noticia en noticia, infundada.

@luisbarraganj