OPINIÓN

Brevísimas notas sobre la dignidad en la libertad

por Nelson Chitty La Roche Nelson Chitty La Roche

“La libertad y la dignidad humana deben ser efectivas; de qué sirve decir que se es libre o que debe vivirse en libertad, si no se aseguran los medios para vivir realmente en libertad”. Henri Leclerc

El mundo por construir es el de la dignidad de la persona humana. Cualquier otro ejercicio vendría después, pero definámosla para mejor entendimiento.

Es digno el ser humano cuanto es persona y libre para actuar con discernimiento y responsabilidad, de acuerdo con su voluntad. Es una condición, una calidad, una cualidad que se tiene por ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios y, además, designado como creatura que prevalece en la naturaleza.

Persona humana es una suerte de locución tautológica que precisa la pertenencia del ser biológico intrínseco al género humano y de allí, a disponer de una conciencia y una significación moral, política y jurídica. Como enseñó Kant, un fin en sí mismo.

Se trata entonces la dignidad de la persona humana del goce y el respeto integral al que tiene derecho; vale decir, en todos los órdenes que su ontología postula.

Ensayo de simplificar una temática de suyo compleja para hacerla manejable a los propósitos de esta reflexión y que atrae, por cierto, concomitantemente, otros elementos de variada índole, pero especialmente de esencia ética y moral.

No obstante, es menester insistir y puntualizar el rol esencial que juega la libertad en esa dinámica que es a menudo puesta a prueba, siendo que la dignidad se merece y se ha de recibir como tratamiento legítimo y racional, pero que, frecuentemente, la vemos amenazada de diferentes maneras.

Quizá la libertad sea el componente substancial de la dignidad humana, en correspondencia con la exaltación de esta como valor universal; empero, es un ejercicio, una práctica existencial, una conducta y no una visión parcial o una declaración contenida en algún texto interesado. Ser libre y ser digno es una experiencia vital.

No obstante, decía Burdeau, “la libertad solo es posible en el orden” y ese orden demanda de un gobierno normativo, al menos, que nos iguale y proteja a todos por igual; un modelo económico que nos permita transitar decorosamente y con base en nuestros talentos y esfuerzos el camino de la procura existencial, además de una seguridad social que alcance hasta para ofrecer un básico de justicia equitativa.

Un Estado Constitucional democrático, de derecho y de justicia puede y debe proporcionar las prestaciones a las que hago mención y de no hacerlo se expondrá al cuestionamiento ciudadano que, por cierto, comprometerá su estabilidad.

Debo, no obstante, destacar que la libertad de expresión es, mutatis mutandis, como el derecho a la vida y no exagero. Un ser humano que no puede o peligra al hablar, al escribir, al comunicarse, que es sin duda uno de sus más distintivos y característicos atributos, es una nulidad, un ser despojado de su esencia política y comunitaria, un vegetal lo describe mejor comparativamente.

En resumen, estimo congruente referirnos a la libertad como valor fundamental de la dignidad de la persona humana en el sentido republicano del vocablo; libertad como no dominación ni tampoco sujeción ni dependencia de nada ni de nadie. Libertad para ser supone ejercer su condición racional y su privilegio en la naturaleza.

Sin embargo, la libertad que se demanda, como el trato dignificante que se exige, parte de un supuesto capital, ofrecerla y solicitarla para todos como parte de la nuestra. La alteridad comienza desde allí.

La responsabilidad es la bisagra que nos une y nos permite asumirnos todos en cada uno. Vivir con el compromiso ético que en cada acción nuestra nos sorprenderíamos como se evidencia.

Nuestros valores solo serán fortalezas y serán adquiridos reales si los garantizamos desde el nosotros a que nos conduce un ideal de alteridad.

El mundo no va en esa dirección sino todo lo contrario y si bien oponerse a las tendencias actuales que nos desfiguran es difícil y peligroso, es menester hacerlo con la confianza de saber que tenemos la razón y la convicción para lograrlo.

La política entonces que hay que adelantar es esa y ninguna otra y a eso nos correspondemos, si nos reclamamos como ciudadanos. Es un prisma, una fuente de energía espiritual y moral, indispensable además para sentir, saber, mostrar que somos dignos también de tener patria.

@nchittylaroche

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