Después de las guerras de la Independencia ocurridas entre 1810 y 1823, la República de Venezuela nació en el año 1830, al separarse de la Gran Colombia. El poco dinero circulante para esa época era en su mayoría monedas de oro y de plata, muchas de ellas divisas de otras naciones; pero al igual que las macuquinas – piezas monetarias rústicas– tenían amplia aceptación a nivel general, por el valor intrínseco que representaban los metales de las cuales estaban hechas.
Para facilitar los intercambios de bienes sin recurrir al trueque, las casas comerciales producían vales y las haciendas usaban sus propias monedas de cobre o latón, para pagar a sus peones, quienes podían usar esas fichas para comprar productos en las proveedurías de los hacendados.
Debido a la escasez de circulante, se crearon bancos que imprimían billetes y otorgaban créditos, dentro de los cuales estaban el primer banco instalado en el país, que fue una sucursal del Banco Colonial Británico, creada el 29 de julio de 1839 y cerrada el 30 de junio de 1850, cuyo capital era extranjero; además se creó con capital criollo el Banco Nacional de Venezuela, el 17 de mayo de 1841 y se cerró el 30 de junio de 1852, cuyos accionistas pertenecían tanto al sector público como al privado.
Como se puede observar, esos dos bancos fueron de corta duración, pues recibían depósitos en monedas de metales nobles que atesoraban o enviaban al exterior y entregaban billetes y por esa razón, los ciudadanos empezaron a repudiar sus billetes, al no poder cambiarlos por oro o plata en las oficinas de los entes financieros y por otra parte, se otorgaron créditos a: políticos, caudillos, hacendados y comerciantes, algunos de los cuales no se pudieron recuperar, a pesar de haber creado la ley de espera y quita, para rematar haciendas y comercios cuando los deudores no podían pagar sus deudas.
Con el transcurrir del tiempo fueron apareciendo y quebrando otros bancos, que financiaron o en algunos casos incorporaron a caudillos y a políticos como accionistas o asesores, para facilitar la creación de leyes y reglas que favorecieran al sector financiero, siendo que esa praxis junto con el rentismo se convirtieron en una costumbre que continuó con el paso de los años, lo cual hizo fracasar a bancos tales como el Banco Latino de don Pedro Tinoco, político, exministro de hacienda y expresidente del Banco Central de Venezuela, quien financió campañas electorales y el grupo Latinoamericana Progreso de don Orlando Castro entre otros, que al quebrar en 1994, la nación tuvo que asumir sus pasivos.
La ley del 23 de marzo de 1857 establece por primera vez el patrón oro en el país, que consistía en la emisión de billetes respaldados y redimibles por oro, para poner orden en las emisiones de dinero y conservar su valor.
Además, los diferentes gobiernos hicieron intentos de crear casas para acuñar monedas en el país o solicitar acuñación de monedas en el exterior y así se produjeron algunas piezas monetarias como fueron el venezolano de oro y el venezolano de plata, que eran monedas de curso legal entre 1871 y 1879.
La unidad monetaria de Venezuela llamada el Bolívar, nace el 31 de marzo de 1879, cuando el presidente Antonio Guzmán Blanco, conocido como el ilustre americano, quien fue en tres lapsos no consecutivos presidente de Venezuela por casi 14 años, firmó un decreto por el cual se establecía el Bolívar de plata como la moneda nacional.
La primera acuñación en el exterior fue autorizada el 16 de abril de 1879 y alcanzó la suma de 5.000.000 de bolívares que se distribuyeron así: 2.500.000 bolívares en oro de ley 900, con piezas de 20 bolívares y el resto que eran 2.500.000 bolívares en plata de ley 835, con la mitad en piezas de 5 bolívares y la otra mitad en piezas de 2, 1, 0,50 y 0,20 bolívares.
Debido a que las monedas eran acuñadas en el exterior, el 16 de octubre de 1886 el general Antonio Guzmán Blanco inauguró una casa de la moneda en la esquina del cuño en Caracas, con el objeto de producir 4.000.000 de bolívares en piezas de oro y de plata; pero en sus tres años de funcionamiento se acuñaron 11.151.620 bolívares en oro y 10.662.997 bolívares en plata, es decir se produjo 5,45 veces más del monto convenido y como en esa época ya se tenía conciencia de los efectos inflacionarios por la sobre emisión de dinero, dicha casa fue cerrada en 1890 y las acuñaciones siguientes volvieron a realizarse en el extranjero.
La primera moneda de oro acuñada en la casa de la moneda de Caracas, indicada en el párrafo anterior se hizo en 1886; era de 100 bolívares, pesaba 32,258 gramos de oro ley 900 y se conoció como el Pachano, que era el apellido del inspector de la casa de la moneda, don Jacinto Pachano; esta moneda es diferente a la morocota que era una moneda de oro de 20 dólares de Estados Unidos de América, que también circulaba para esa época en el país como divisa.
Debido a que la plata se depreciaba constantemente con relación al oro y ocasionaba problemas con el sistema bimetálico, el 24 de junio de 1918 el general Juan Vicente Gómez promulga una ley que establecía como nueva unidad monetaria el Bolívar de oro, equivalente a 0,290323 gramos de oro fino por bolívar emitido, legitimando así el patrón oro que existía desde 1857, por medio del cual los bancos nacionales podían emitir billetes respaldados y redimibles con oro y los ciudadanos podían exigir a los bancos el canje de los billetes por oro físico, lo que imponía una disciplina monetaria y mantenía la credibilidad y la estabilidad del valor del dinero.
El 13 de julio de 1939 se crea el Banco Central de Venezuela (BCV), de modo que la emisión de billetes respaldados por oro y la acuñación de monedas metálicas quedaron bajo su exclusiva responsabilidad.
Algunos objetivos del BCV original eran:
- Centralizar la emisión de billetes, estableciendo un sistema uniforme de circulación en el país
- Regular la circulación monetaria, procurando ajustarla en todo momento a las legítimas necesidades del mercado nacional
- Centralizar las reservas monetarias del país y vigilar y regular el comercio de oro y de divisas
- Vigilar el valor de la unidad monetaria tanto en su poder adquisitivo interior como en su relación con las monedas extranjeras
El 22 de julio de 1941 se emitió una nueva ley de la moneda que fortalecía el sistema monetario nacional con reglas restrictivas sobre la acuñación de piezas monetarias en plata y níquel; se confirmó el patrón oro existente y se estableció como dinero de curso legal las mismas monedas de oro y de plata de la ley monetaria promulgada en el año 1918.
El 30 de diciembre de 1974 se publicó la Gaceta Oficial número 1711, que contiene el decreto número 507 del 30 de octubre de 1974, donde se modificó la ley del banco central de Venezuela y con el artículo 107 se derogó la Ley de Monedas de fecha 22 de julio de 1941 reformada parcialmente por la Ley del 17 de febrero de 1954, lo que significó la eliminación del Bolívar oro, siendo presidente de la nación el Sr. Carlos Andrés Pérez, ministro de hacienda el Sr. Héctor Hurtado y ministro de la oficina de coordinación y planificación el Sr. Gumersindo Rodríguez.
Durante la vigencia de 56 años del Bolívar oro se mantuvo una inflación promedio anual de 1,3 %, un PIB relativamente creciente y una moneda que conservaba su valor interno y externo, con un tipo de cambio fijo de 4,30 Bs/Dólar, pues no se podía emitir dinero sin el respaldo adecuado ni otorgar créditos con dinero ficticio producido por el uso de la regla llamada reserva fraccionaria.
A partir del grave error monetario al eliminar el Bolívar oro, algunos supuestos expertos en economía, intelectuales y políticos, empezaron a recitar mantras tales como: el bolívar está sobrevaluado, sufrimos la enfermedad holandesa, hay que hacer devaluaciones competitivas, las expansiones de liquidez no generan inflación, etc, que aún hoy algunos siguen repitiendo como loros, con lo cual la primera devaluación ocurrió bajo el gobierno de Luis Herrera Campins, el viernes negro con fecha 18 febrero de 1983 y a partir de ese momento los gobiernos sucesivos no han cesado de generar dinero en cantidades astronómicas, devaluar la moneda e implantar controles de cambio y en mi opinión, esa práctica monetaria es la causa de las crisis: económica, social, política y humanitaria, que algunos seres irracionales de los diversos bandos, piensan que se puede resolver causando el genocidio de la población venezolana, mientras se apropian de los fondos, activos, inversiones y recursos de la nación, aunque se destruya al país y la vida de sus ciudadanos.
Como una anécdota personal comentaré un hecho que ocurrió en los primeros años de la década de los noventa del siglo XX, cuando entendí la importancia de fortalecer los conocimientos adquiridos en las escuelas de las ciencias exactas con las enseñanzas provenientes de las ciencias sociales y me inscribí en un posgrado de una prestigiosa universidad. Debía asistir a clases diarias de 6:00 pm a 10:00 pm y dentro del pensum de estudios había una materia llamada Microeconomía. Un buen día se presentaron al salón de clases dos caballeros desconocidos, elegantemente vestidos de traje azul oscuro, camisa celeste y corbata de color vino tinto y extrañamente, en ese día el profesor dedicó toda su clase de 2 horas académicas a hablar sobre las bondades para los países devaluar sus monedas, con el objetivo de incrementar el PIB y hacer más competitivas las exportaciones; pero, debido a la irreverencia y a la sinceridad que me han caracterizado, con el debido respeto pedí el uso de la palabra y expliqué que Venezuela era un país exportador de crudo y que por lo tanto no me parecía adecuado que la moneda nacional se devaluara, pues las cuotas de producción y el precio del petróleo dependían de un cártel llamado OPEP y había cierta insensibilidad a ese tipo de manejos monetarios locales y que además la devaluación era una praxis negativa porque generaba inflación, encarecía los insumos importados, hacía más onerosa la deuda externa del país y terminaba arruinando a los ciudadanos, porque disminuía su poder adquisitivo y contraía la demanda agregada, haciendo que se contrajera la oferta agregada y por ende que cayera el PIB y que también alejaba las inversiones internacionales, pues ningún inversor sensato iba a traer su capital en divisas relativamente estables, para convertirlo a un dinero sin valor, cuando fuera a repatriar sus ganancias o su capital y que adicionalmente, en mi modesta opinión, esa mala práctica era una estafa contra: pensionados, trabajadores, ahorradores e inversores de la economía real, pues solo favorecía a los especuladores que pedían créditos, compraban activos y divisas y licuaban sus deudas con la devaluación y la inflación subyacente, sin producir nada útil para el país, mientras la economía colapsaba.
Al terminar dicha clase, mientras esperaba que llegara el profesor de macroeconomía, puesto que inscribí simultáneamente micro y macro en ese trimestre, los visitantes se me acercaron y me dijeron que con esa actitud no iba a lograr que el profesor me calificara con una buena nota a lo cual repliqué, que yo asistía al postgrado con el deseo de aprender y que lo menos que me interesaba era una nota regalada y hasta el día de hoy he tenido la incógnita de si esos hombres de azul pertenecían al FMI, BM, BID, ONG de especuladores como Mr. Soros, eran cazatalentos de las bancas de inversión o hacían parte de alguna organización promotora de las praxis devaluatorias, que son tan apreciadas, promovidas y recomendadas por algunos supuestos expertos, políticos, intelectuales y pseudo-empresarios criollos.
Con el paso del tiempo se confirmó mi pronóstico y después de haber experimentado en carne propia los efectos de malas prácticas económicas promovidas por “expertos desorientados”, estoy convencido que mientras no se eliminen las malas praxis monetaria, financiera y cambiaria, que consisten en inflar la oferta monetaria en cantidades exponenciales, emitiendo base monetaria, otorgando créditos blandos mediante el uso de la reserva fraccionaria, devaluando la moneda ad infinitum y complementando esos trucos con controles de cambios, no habrá una solución a la crisis de países como Argentina o Venezuela por citar solo dos, que no cesan de seguir oyendo los cantos de sirena de los especuladores, quienes además recomiendan pedir créditos a entes internacionales, que son fondos que se quedan fuera del país, como fue el caso de los 55 millardos de dólares prestados por el FMI a Argentina en el penúltimo año de gobierno del Sr. Macri, creando compromisos con pasivos impagables en tiempos razonables, destruyendo así el valor de sus monedas y con ello su economía, haciendo que sus ciudadanos se vean obligados a trabajar en condiciones de infra esclavitud con salarios miserables o a deambular como zombis sin rumbo por otros países, donde son víctimas de sentimientos xenofóbicos, que les hacen pasar las de Caín en tierras extrañas a sus naciones de origen, que son muy ricas en recursos naturales y humanos, pero que han sido mal administradas desde hace muchos años.
Reflexiones finales: no les queda nada bonito a aquellos oportunistas que se aprovechan de la pandemia o de las crisis de los países para especular con las divisas, los insumos sanitarios, los bienes de consumo o colocan pretextos y reglas sobrevenidas para apropiarse de las divisas de los ciudadanos, como son las restricciones al sistema de pagos y la movilización nacional de cuentas en moneda extranjera, lo que demuestra que no ha habido grandes cambios hacia las buenas praxis éticas, desde los comienzos de la república en materia monetaria o financiera.
Tampoco luce sensato ni humano la acción de quienes politizan las desgracias nacionales para extorsionar o buscar beneficios personales y considero que en Venezuela es necesario solicitar los buenos oficios de entes internacionales pertinentes tales como son la ONU, la Iglesia Católica o el Reino de Noruega, para que obliguen a los bancos extranjeros a desbloquear los fondos nacionales de divisas fiat que se han apropiado fraudulentamente con el cuento del bloqueo, que sirvan para adquirir suficientes vacunas anticovid-19 reconocidas y eficaces e insumos, que permitan preservar la salud y la vida de los venezolanos, para que no se cometa algo similar al genocidio de los judíos en Alemania, mientras algunos miraban para otros lados o se alegraban, pues no solo se es cómplice por acción sino también por omisión.
Otra alternativa válida para vacunar a la población, es solicitar el canje de crudo por vacunas e insumos de salud, en vez de querer ponerle la mano a las 31 toneladas de oro que aún están en el banco de Inglaterra y que servirán para fortalecer la moneda, cuando se decida regresar a un signo monetario nacional estable que conserve su valor, lo cual debe ser hecho como una condición básica para la reconstrucción de la economía nacional.
Nota: algunos de los datos históricos tienen como referencia a Pérez Dupuy, H. (1942). El sistema monetario de Venezuela. Revista de Economía y Estadística, Primera Época, Vol. 4, No. 1 – 2 (1942): 1º y 2ºTrimestre, pp. 111-126.