Los que nacimos cuando aún vivía el general Juan Vicente Gómez y que todavía estamos en condiciones de recordar y expresarnos satisfactoriamente, podemos dar testimonio de unos cuantos acontecimientos importantes que nos han conducido a la situación que vivimos y sufrimos actualmente.
Después de la muerte del “benemérito” en diciembre de 1935, con el flaquísimo general Eleazar López Contreras y el afable general Isaías Medina Angarita, vivimos diez años de relativa libertad, democracia y progreso. Parecía que Venezuela se encauzaba por una buena ruta. La industria petrolera se desarrollaba, había paz y tranquilidad.
Pero ese proceso se interrumpió diez años después, el 18 de octubre de 1945, cuando una asonada militar con la participación del partido político más importante del momento, Acción Democrática, desalojó a Medina del poder ya próximo a finalizar su mandato presidencial.
Luego de tres años turbulentos de un gobierno elegido popularmente por sufragio universal, se produjo un nuevo golpe militar y se inició una década de dictadura. Desapareció el sosiego y la paz, aunque el progreso económico continuó su curso impulsado por la industria petrolera.
Comenzando el año 1958 cayó el general Pérez Jiménez y surgió lo que se llamó “el espíritu del 23 de enero” que auspiciaba la unión de todos los venezolanos bajo el manto de la democracia y del progreso. Pero el sueño duró muy poco, porque al inicio de los años sesenta la Revolución cubana convulsionó a la juventud de Acción Democrática, que se separó de esa organización política y se unió al Partido Comunista de Venezuela para iniciar la lucha armada por la “liberación nacional” que enturbió la paz y acabó con el espíritu del 23E.
Por dos décadas más, ya pacificado el país con la derrota de la lucha armada, el país prosiguió su camino con una democracia defectuosa pero en paz y libertad, hasta que a principios de los años ochenta y como consecuencia de una mala administración de la riqueza extraordinaria ingresada al país en la década anterior, derivada de los acontecimientos del Medio Oriente, comenzó la crisis económica con el “viernes negro” de 1983 que se prolongó por el resto del siglo pasado y puso el país en mano de un nuevo militar golpista, demagogo y desaforado que dio al traste con la democracia, la economía y todo lo demás, llevando al país a la situación desastrosa en que hoy se encuentra.
Todo eso ocurrió en un tiempo increíblemente breve en la historia de un país, aunque relativamente largo en la vida de la persona que recuerda y narra los acontecimientos expuestos anteriormente.
¿Se puede extraer una la conclusión de este relato?
Me parece que no. Se me ocurre, eso sí, decir que los venezolanos somos unos bichos raros, que teniéndolo todo para vivir felizmente en paz y en prosperidad, hemos hecho todo lo necesario para que tal cosa no suceda. Mi experiencia de vida, con todo lo que he leído y estudiado, no me permite proporcionar una explicación satisfactoria de las causas de ese fenómeno. Los historiadores, los sociólogos y los psiquiatras del futuro se encargarán de investigar y explicar las razones de ese comportamiento nuestro. Y eso, si logramos cambiar y permitir esa tarea.
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