Con una pequeña y privilegiada parte de Caracas animada, el resto del país temeroso, los que huyen desesperados buscando mejor vida; sótanos chavistas atiborrados de presos políticos que generan constante vaho tribunalicio contra el régimen pero poco control adicional, Venezuela ingresa a 2022 con las mismas decepciones de los últimos veinte años pero con más pesadumbre, mientras en el mundo se huelen pestes de guerra, entre alardes de Moscú contra Ucrania, de Pekín contra Taiwan, de Irán contra Israel y del castromadurismo contra el mundo.
No nos llega 2022 con aires renovados, lamentamos levantarnos en estas primeras mañanas con la esperanza remota y planes con escasos argumentos. El régimen venezolano atiborró Miraflores de feos y costosos adornos que ninguna emoción sembraron en los venezolanos. La oposición siguió enredada en sus conflictos de ambiciones grandes pero estúpidas, miradas cortas y poco agudas, Latinoamérica no remedia las heridas sino que las amplía.
María Corina Machado establece, como de costumbre, puntos claros y coherentes, su propuesta de una elección de dirigentes con decisión directa de los ciudadanos sigue siendo la buena idea que ha sido desde que fue planteada, pero sin precisiones ni fecha en el calendario. No es asunto que pueda poner en práctica Vente Venezuela en soledad, en realidad es un reto a la ciudadanía, a la oposición más preocupada en hacer creer que no tienen culpa de nada que en unirse para cambiarlo todo, un guante que no ha recogido puede ajustarse pero, al menos hasta ahora, le queda grande.
Mientras tanto el PSUV, cuya originalidad se ha agotado, suma el pequeño chavismo ferminista de agarrar aunque sea fallo, como una oposición que perdonó las putañeras fallas de un candidato para soñar con otro que al menos tiene historia propia en Barinas, y las diversas dirigencias que pendulean entre el enfrentamiento al régimen, complacencia y otros silencios convenientes, tratan de hacer ver en Barinas una honestidad al menos sospechosa y una fuerza que solo puede comprenderse si se asume la decadencia del chavismo familiar.
Cerró 2021 y el presidente con su hábito de mentir, tratar de dibujar una Venezuela inexistente, que siempre desgrana colores incapaces de disimular la tétrica palidez de su falta de gestión, abre 2022 con el empeño inútil, que solo dura paseando por Las Mercedes cuando no se corta la electricidad, mientras el ministro de origen musulmán desarrolló el doble esfuerzo de mostrar que puede practicar basquetbol recién intervenido quirúrgicamente y que ha resuelto por arte de magia el derrumbe petrolero.
Pocas ilusiones podemos cultivar si damos un vistazo al resto del mundo. En la Hispanoamérica de permanentes esperanzas, los escenarios deprimen. Brasil sigue cometiendo tantas torpezas que Bolsonaro parece activista contratado por Lula. Fernández ni se quita de encima el kirchnerismo ni plantea una eficaz gestión en Argentina. México de López Obrador sigue madrugando para tonterías. En Ecuador el presidente Lasso trata de mantenerse prudente entre la crisis económica y el fantasma de Correa. El Perú de Castillo ni resuelve ni gobierna, y en Chile pusieron la torta, las masas menos favorecidas por el milagro liberal y jóvenes que no sufrieron las torpezas e incapacidades de Allende ni las persecuciones de Pinochet llevan a un resultado electoral desconcertantemente comunista. Y en la vecina Colombia Petro no deja de proclamar que está listo para ponerle freno y retroceso al país, al veterano guerrillero le molestan el crecimiento y la prosperidad.
Del otro lado, en cambio, mientras el castro-madurismo se agita entre tribunales e inventar qué hacen con el dinero, por donde sale el sol, Guyana crece con eficiencia británica y apertura petrolera.
Cruzando mares, los horizontes son también tormentosos, como aquel cielo encapotado que anunció tempestad sangrienta e inútil de la Guerra Federal venezolana. El comunismo chino se debate entre atacar a Taiwán –con ayuda de canallas-; mientras el putinismo ruso amenaza con atacar a la rebelde Ucrania para ver qué le sacan a un Joe Biden que se mueve pesado entre ataques de ómicron, indecisión y somnolencia, sin evitar que el mundo lo vea con los opacos colores de Afganistán.
En Europa el socialismo español continúa cantándole a la Luna, los franceses se ahogan entre musulmanes, los italianos guardan silencio y los alemanes lloran y no saben qué hacer huérfanos de Merkel.
Asia, por su parte, parece ser la única que crece, con Corea del Sur, Vietnam, Indonesia y Australia alardeando de prosperidad por su cuenta y riesgo. En África siguen las viejas incompetencias que, por ahora, le facilitan las cosas -aunque no el pago de deudas- al expansionismo chino.
No es este un artículo del optimismo, porque 2022 no trae confianza, no parece tener masa para bollos apetitosos
@ArmandoMartini