Estoy seguro de que Evo Morales es un ser abominable. Muy pero muy bruto (“los que comen pollo se convierten en homosexuales”), inculto a más no poder (repudia leer libros, lo confiesa), demagogo y adulante (con Chávez era de no creerlo, «¿a ver qué regalitos nos trae hoy?” ante miles de personas), tramposo y ególatra (burló el voto del pueblo que negaba la posibilidad de su cuarto mandato) y se podría seguir, se han hecho verdaderas antologías de las estruendosas estupideces y cursilerías que decía… pero al parecer tenía al menos una virtud política que es nombrar un eficiente ministro de Economía, Luis Arce, ahora presidente electo y algunos otros funcionarios que sustituían con creces sus ineptitudes. Sea como fuese, en la primera década dorada del milenio mediante, pero también en la degradación de esta, Bolivia llegó a vivir la más próspera época económica de su historia y una notable mejoría de sus mayorías mucho tiempo postergadas, tanto que se llegó a hablar del milagro boliviano.
No vamos a describir, menos a juzgar, los truculentos acontecimientos del último año boliviano que comienza antes, con la voracidad de Evo que desconoció el referéndum que bloqueaba su compulsiva sed de poder, y que pasa por unas elecciones cuestionadas y anuladas, el ejército que destituye al presidente que se va al exilio con numerosos juicios en su contra, serios enfrentamientos de calle durante un gobierno de transición en varios aspectos muy cuestionable, y un llamado a elecciones que al fin se cumple. Allí hay mucha tela que cortar y, seguramente, también que olvidar. Pero es un proceso largo y enrollado.
Ahora bien, lo que quiero subrayar es que las tan temidas elecciones resultaron un modelo de transparencia y equidad. Los primeros en reconocerlo fueron los acompañantes internacionales (la OEA, la Unión Europea, Centro Carter…). Y antes de que hubiese resultados oficiales, era tal la diferencia en el conteo rápido, que la presidenta interina y el segundo candidato, Carlos Mesa, reconocieron el triunfo de Arce. Poco después el mismísimo Almagro, que ayer no más decía…, saludó al equipo vencedor: «Estoy seguro de que desde la democracia sabrán forjar un futuro brillante para su país». Y empezaron a llegar los reconocimientos presidenciales. Todo en paz y tranquilidad. Esto sin duda es una buena nueva. Pudiese ser el inicio de una etapa positiva y de progreso para Bolivia. Y así habría que desearla.
Pero el futuro no es áureo. Como toda América Latina, Bolivia sufre los efectos de la pandemia y el PIB regional va a descender más de 5 puntos. Lo cual es la recesión más grande de su historia y repercutirá notablemente en la pobreza y el empleo. Si bien las eventuales cifras fatales de Bolivia no son las peores, se trata de un país pobre aún y por ende donde el desangramiento será grave. Como en todos estos países, si hay un poco de sensatez, la que no abunda, habría que concertar la nación –en el caso boliviano muy enfrentado, de siempre y de ahora, para empezar étnicamente- para enfrentar esa trágica circunstancia. Arce ha dicho las palabras protocolares que dicen todos los electos: gobernaré para todos los bolivianos y aboga por la unidad nacional. Ojalá esta vez sea algo más que parte de un ritual.
A usted le preocupa y a mí también qué demonios va a pasar con Evo Morales. Para empezar su imprecisa y contradictoria fecha de vuelta a la patria, que se topa con el obstáculo de una catajarria de juicios por incitar al odio y la violencia. Seguramente eso va a negociarse, por las buenas o por las malas. Pero una vez en Bolivia, ¿va a ser el poder detrás del trono? Cosa indeseable. En ese sentido me llama la atención una frase del nuevo mandatario, dura y que no era necesaria en las costumbres de un gobierno sucesorial: “Si Evo morales quiere ayudarnos, será muy bienvenido, pero eso no quiere decir que él estará en el gobierno”, lo cual se suma a visibles codazos durante la campaña. Pareciera contundente.
Por último, un señor que ha llegado al poder tan clara y democráticamente es de suponer que no se acercará demasiado a fracasados y tiranos como Maduro, Ortega o los cubanos. No solo negación de la democracia y los derechos humanos sino destructores sistemáticos de sus países. Debe darse cuenta de que apestan y de que el mundo es ancho.