Una migración sin precedentes está generando todo tipo de problemas a la ciudad capital colombiana. Esta es la localidad del país vecino que reúne hoy al mayor contingente de expatriados venezolanos después de la región del Norte de Santander.
La alcaldesa que se estrena en el primer mes del año, Claudia López, no las tendrá fácil para resolver las secuelas de una inesperada inmigración que alcanzará al medio millón de personas en el primer año de su gestión.
Esta situación ha sido un eficiente caldo de cultivo para que se genere en la localidad una suerte de xenofobia con nombre y apellido que está siendo alimentada desde las redes sociales con propósitos de carácter político. Existe entre la población desinformada la creencia de hay una suerte de vandalismo asociado con los venezolanos que los convierte en un objetivo de aquellos colombianos que no se sienten cómodos con esta invasión.
Muy por el contrario, el nivel promedio de nuestros compatriotas que buscan a la capital vecina como lugar para insertarse no provienen de las clases en las que laviolencia es asunto corriente. Sin embargo, un estudio efectuado sobre el tema por la revista Semana señala que la Fundación Ideas para la Paz ha puesto de relieve que tres cuartas partes de los mensajes de Twitter que circulan en relación con este tema percibe a la migración venezolana de forma negativa.
No hay duda de que la siembra de la intranquilidad en la capital colombiana puede ser un objetivo de quienes consideran de este lado de la frontera que la desestabilización del país vecino juega a favor del gobierno revolucionario venezolano. Desde el régimen en Miraflores no se ha vacilado en organizar revueltas que apuntan a provocar desorden y a alimentar el sentimiento de rechazo en contra de los venezolanos.
La nueva alcaldesa tiene claro que el problema vinculado al éxodo venezolano es principalmente el de la asistencia social y económica a lo que llama “los habitantes de la calle” sin diferenciarlos de los nacionales colombianos en la misma situación. La nueva administración se invertirá en evitar que ellos sean el objetivo de sometimiento por parte de los narcodelincuentes que los reclutan para ser parte de su negocio de tráfico de drogas y criminalidad.
Su gran tormento, como ella misma lo anuncia, tiene que ver con la pacificación de la ciudad ahogada por la violencia criminal. Las medidas que se tomen para doblegarla incluirá a los venezolanos que escojan esta opción como línea de vida.
El mandatario distrital actual, Enrique Peñalosa, le ha tirado una papa caliente a su sucesora. Ha propuesto entregar, sin mayor dilación, visas de trabajo y cédulas de ciudadanía a los venezolanos como un primer paso para iniciar un proceso de normalización de esta masa de inmigrantes que se encuentran en un limbo de carácter legal y, por ello, con una incapacidad manifiesta de insertarse de manera eficiente a la fuerza laboral. 250.000 de nuestros compatriotas están, a esta hora, en situación irregular.
La propuesta del alcalde saliente se apoya en la necesidad de eliminar la informalidad y por ello sugiere una nueva visa de trabajo -adicional a las ya existentes que presentan dificultades para su consecución- y cédulas de ciudadanía otorgable de manera inmediata a aquellos que puedan exhibir más de un año de haber llegado al país.
Esta propuesta que deja sobre la mesa Peñalosa podría ser una buena ocasión para mejorar la seguridad de la ciudad, una de las grandes carencias que enfrentan los capitalinos, además de la precariedad del transporte, y que ha venido a acentuarse como consecuencia de centenares de personas desadaptadas e irregulares.
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