En los últimos años, el biopic musical se ha convertido en uno de los géneros favoritos de Hollywood. De Whitney Houston al esperado repaso cinematográfico de la vida de Michael Jackson, interpretado por su propio sobrino. Lo cierto es que la música y el cine parecen encontrar un equilibrio. Solo que Bob Marley: One Love de Reinaldo Marcus Green lo pierde muy rápido y se convierte en un homenaje levemente edulcorado de una figura que merecía más.
En vida, Bob Marley se convirtió en un ídolo amado por su punto de vista amable de la vida, en un escenario esencialmente cínico. O eso, fue la forma en que se mostró, al convertirse en abanderado del Reggae por todo el mundo. Con entusiasmo, valor y un personaje de hombre bonachón creado a su medida por el propio artista, la música se volvió el terreno idóneo para elucubrar sobre el ideal del amor, el tiempo y la placidez espiritual. A todo lo anterior, habría que añadir su trasfondo político y su importancia cultural en Jamaica. Eso, mientras su vida privada se volvía turbulenta y complicada, para después volverse pasto de murmuraciones y al final, una contradicción total a lo que mostraba en la pantalla grande.
La película Bob Marley: One Love de Reinaldo Marcus Green, ignora todo lo anterior, para ensalzar al ídolo de manera casi reverencial. Lo cual no estaría del todo mal — lo mismo ocurrió en Bohemian Rhapsody de Bryan Singer con el Freddie Mercury de Rami Malek — a no ser, porque la idea general de mostrar a Marley como un campeón del bien, no se profundiza de manera elegante y mucho menos, intuitiva. Y aunque hay una insinuación leve y no demasiado eficaz acerca de su oscuridad sensorial, la idea general es que Bob Marley (interpretado por Kingsley Ben-Adir, de Secret Invasion), era poco menos que un hombre redimido. Mucho más, la encarnación de un tipo de bien mundano que terminó por derrumbarse por dolores misteriosos que el filme no explora y menciona de manera superficial.
El director — que se hizo conocido por la plana King Richard— tiene muy poca habilidad para estructurar una personalidad compleja para Marley. En lugar de eso, se decanta por crear una especie de visión borrosa del éxito. Con diálogos aburridos — de la cinta, el cantante emerge como una especie de mártir dolorido por heridas auto infligidas — a la sensación que la senda de su éxito fue sostenida por fuerzas divinas. Reinaldo Marcus Green evita identificar a su personaje de manera visual y tampoco, logra traducir en imágenes, la insistente emoción que el guion de Terence Winter; Zach Baylin y Frank E. Flowers, intentan imprimir a la historia.
Por lo que el resultado, es una serie de escenas que se enlazan entre sí para contar una historia. La de un hombre esencialmente bueno que hace cosas malas de tanto en tanto, pero que termina por ser perdonado gracias a su talento. Una perspectiva tan vaga, abstracta y poco profunda, avanza a través de 1976 hasta 1978, para mostrar a Marley, convertido en un ídolo de masas y con un trasfondo político importante. Pero en lugar de analizar ese intrigante punto —después de todo, la faceta política del artista, siempre fue un punto controvertido — la cinta decide unir en partes desordenadas todo lo que le rodea. Desde su amplia familia hasta todo lo que abarca su desordenada vida sentimental.
Bob Marley: One Love es una mezcla desordenada y casi siempre aburrida, de una figura que es mucho más compleja que las insinuaciones torpes del argumento sobre su densidad espiritual. En vez de detallar los misterios e intríngulis que rodean al cantante, la cámara va de un lado a otro, tratando de brindar contexto. Solo que la trama está tan mal trabajada, que este último, es una serie de ideas sueltas. Marley se encuentra enclaustrado en medio de la tensión que la rodea. Pero, aun así, tiene la capacidad para componer, cantar y amar.
Un argumento que se viene abajo con enorme facilidad
Solo que la cinta, no parece importarle demasiado, escudriñar en esa idea o en ninguna otra. Los conciertos se suceden entre sí como líneas básicas sobre el hecho que el personaje central fue músico. Una y otra vez, Bob Marley: One Love desaprovecha la oportunidad de individualizar su narración. De, al menos, brindarle un sentido épico o en cualquier caso, que la figura de Marley — en toda su rareza, que se insinúa, pero no se explora — sea algo más que copias de un suceso mayor y más interesante.
Como copia es la actuación de Kingsley Ben-Adir como el artista, que parece más una imitación mecánica de gestos y formas de hablar, que una mirada profunda hacia un ídolo de masas controvertido. La cinta no avanza hacia ningún lado y la sensación general, es que solo desea que se reconozca a su protagonista, por las imágenes eternizadas y convertidas en íconos de la cultura pop.
Para su final, la película no abandona esa sensación de recreación gratuita. De hecho, se hace más evidente, obvia e incómoda. Lo que transforma a la película en un fallido intento de reverencia que resulta tedioso en su carácter edulcorado y en su incapacidad de dar sentido a una idea mayor.