Cuando el Instituto Superior de Danza (ISD) inició sus actividades académicas, ya podía presagiarse el desarrollo vertiginoso que la danza escénica venezolana experimentaría en un futuro inmediato. Eran los años ochenta del siglo XX, década del gran crecimiento y la notable expansión de esta disciplina artística.
Como consecuencia tal vez indirecta de la experiencia del Ballet Internacional de Caracas nació el ISD, por el hecho de estar involucrados en su creación tres nombres fundamentales en el surgimiento y desarrollo de esa ya mítica compañía: el coreógrafo internacional Vicente Nebrada y los visionarios promotores de la danza María Cristina Anzola y Elías Pérez Borjas.
La nueva institución apuntaba hacia un centro de formación de alto nivel, que albergaría también una agrupación profesional de ballet. Punto de partida ambicioso que pronto se vio alterado por la situación económica que comenzaría a afectar al país y por las inconsecuencias de las instancias públicas responsables de la formulación y mantenimiento del proyecto.
Aquel intento de crear un conservatorio de danza inspirado en los modelos más influyentes mundialmente, se vio trastocado apenas dados sus primeros pasos. Así, el ISD comenzó a vivir sucesivas etapas en la búsqueda de su supervivencia y de nuevas misiones institucionales.
Una primera, iniciada en 1982, de las manos de María Cristina Anzola y de la también animadora de la danza Belén Lobo, promovió el proyecto dentro del medio cultural del país, proponiendo la formación de un bailarín capaz de desempeñarse con igual eficacia dentro de las diversas manifestaciones de la danza escénica.
Así, a las clases regulares de danza clásica, danza contemporánea y jazz, se unieron cursos, seminarios y talleres inéditos en nuestro medio sobre anatomía aplicada a la danza, apreciación musical, e historia, terminología y apreciación de la danza.
Los maestros Maruja Leiva, Vinicio Leira, Evelyn Pérez, Carolina Salas, Flor Alicia Pérez y Angélica Escalona, entre otros, tuvieron la responsabilidad docente inicial.
Los ya referidos obstáculos, condujeron al cierre de este ciclo y el establecimiento de un segundo momento para el ISD a partir de 1984, a cargo de José Ledezma, el coreógrafo y tesonero maestro de danza contemporánea, quien propició un vuelco de la institución hacia esta expresión del movimiento. De este modo, la dirección se orientó en la dirección señalada siguiendo criterios de libertad académica, no exenta de rigor y disciplina.
Andreína Womutt, Macarena Solórzano, Luis Viana, Alice Dotta, Adolfo Ostos, junto al carismático maestro de ballet Julio Lamas, compartieron en ese entonces las labores educativas. Además, los salones de Los Cortijos de Lourdes se convirtieron en espacios amplios y plurales para compañías profesionales, agrupaciones y artistas de la danza, tradicionalmente afectados por severos problemas de infraestructura.
Por esos años resalta la creación del Festival de Jóvenes Coreógrafos, llamado originariamente Encuentro, como plataforma para el estímulo y el desarrollo para nuevos talentos de la creación dancística.
El final de la década, trajo aires de renovación para el ISD y el inicio de una nueva etapa a partir de 1989, bajo la responsabilidad de quien suscribe este trabajo, contándose también en su directiva a José Ledezma y Thamara Hannot. Así, los estudios libres e informales existentes fueron objeto de estructuración y sistematización hasta conformarse el Taller Permanente de Formación en Danza Contemporánea, del cual egresaron seis promociones de bailarines, resultado del trabajo formativo realizado por los maestros Luis Viana, Leyson Ponce, Rafael González, Miguel Issa, Claudia Capriles, Diana Peñalver, así como la maestra de danza clásica Yolanda Machado. Numerosos docentes internacionales se registran como invitados de este programa.
La capacitación docente formó también parte de los intereses del ISD desde sus orígenes y sistemáticamente desde 1990, a través de cursos especializados de pedagogía y metodología de la enseñanza del ballet clásico. En esta iniciativa participaron las maestras nacionales de notable reconocimiento en el exterior, Irma Contreras, Inés Mariño y Elsa Recagno, al igual que destacados pedagogos internacionales.
Los nuevos lenguajes y las recientes tendencias, tuvieron cada vez mayor cabida dentro del ISD. El Festival de Danza Posmoderna (1989-1993) trajo a Venezuela la vanguardia del movimiento por iniciativa del bailarín internacional David Zambrano, quien logró reunir a figuras representativas de la danza experimental del mundo.
El ISD a lo largo de su recorrido (1982-1997) y a través de sus distintas etapas, realizó un aporte sustancial en la formación de talentos humanos, el estímulo a la creación y la promoción desde ámbitos múltiples de la danza escénica. Esta contribución, resultó esencial para la formulación del proyecto y la puesta en funcionamiento en 1998 del Instituto Universitario de Danza, primer centro en asumir la enseñanza de esta disciplina a nivel superior. Lo cumplido por el Instituto Superior de Danza ya es historia.
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