Javier Cercas es un escritor de izquierdas que ha necesitado diez años para saber quién es Pedro Sánchez, veinte, si contamos a su inspirador Zapatero. Tan entregado estaba Cercas al líder socialista que, antes de las elecciones de julio, escribió un artículo pidiendo el voto para Sánchez, sin importarle en absoluto a un catalán como él la legitimación del golpismo secesionista llevada a cabo por su amado líder durante cinco largos años, por aquello de que lo importante es combatir a la «ultraderecha». Pues bien, este escritor de probada y prolongada torpeza política y ética ha sido muy celebrado por opinadores de derechas porque acaba de caer del guindo y denuncia ahora que Sánchez ha mentido y ha pactado con un prófugo de la Justicia. Aún más, llama a la rebelión, pero contra todos los políticos y todos los partidos. Porque la responsabilidad no es de idiotas morales como él, sino de todos los políticos a los que ya no votará jamás, asegura en ridícula pataleta.
Cómo será de grave la degradación socialista para que esta lumbrera del pensamiento también se haya bajado del tren. Es un síntoma de la deriva socialista liderada por Sánchez. Pero a mí me preocupa otro aspecto de esta historia y es la emoción colectiva de la derecha dando la bienvenida de nuevo a un tonto de izquierdas. Por esa necesidad que tiene el pensamiento liberal-conservador de la aprobación de alguien de izquierdas. Por esa patética búsqueda de reconocimiento de un representante del progresismo para creer en sus propias ideas. ¿Que el progresista en cuestión lleva equivocándose 20 años? Da igual, lo que importa es que viene del progresismo, y, aunque sea con décadas de retraso, ahora dice lo mismo que ya habían adelantado hace años los intelectuales de derechas.
Es el irritante complejo de la derecha, tanto la intelectual como la política. En parte comprensible, es verdad. Por esa mayoría de la izquierda en el ámbito de la creación de ideas, de tal manera que cualquier deserción del bando progresista es tomada como un gran paso adelante por la minoría rodeada y maltratada, que es como vive la derecha en el ámbito intelectual. Pero la excusa no justifica el grave error, un error recurrente que contribuye a fortalecer la pretensión de superioridad moral de la izquierda en el debate político e intelectual.
En ese contexto ocurre una y otra vez, por ejemplo, lo de la concentración cívica contra la amnistía del pasado 18 de noviembre en Madrid. ¿Intelectuales invitados a dirigirse a los manifestantes? Savater y Trapiello, qué casualidad, ambos del ámbito de C´s, siempre cuidadosos de no traspasar la frontera de la sospechosa derecha. La inmensa mayoría de los ciudadanos que fueron a aquella concentración eran votantes del PP y de Vox, y, claro está, los pobres necesitaban unas gotas de sello progresista, al menos entre los oradores, para justificar aquella protesta. Bastante fachas eran los manifestantes como para poner a otros fachas a hablar, debieron de pensar los organizadores.
Y no descartemos que ya haya tontos de derechas pensando en invitar a Javier Cercas a ser el orador de una próxima concentración por la libertad y la democracia. O a proponerle para algún homenaje o premio. Así funciona el complejo de inferioridad de la derecha, siempre necesitada de algún Javier Cercas que le justifique su existencia.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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