“Allí donde queman libros, acaban quemando personas¨
Heinrich Heine
Este extracto lo he tomado del ultimo libro de Irene Vallejo, una belleza de obra literaria que me secuestró durante el confinamiento. En ella, narrando maravillosamente la historia de los libros, evidencio cómo la barbarie primitiva ha atacado ferozmente los intentos de la humanidad por civilizarse y avanzar. La cita de Heinrich Heine, mi querido lector, no pertenece a los tiempos de los atropellos del nazismo, sino a Almanzor, una obra de teatro escrita en 1821, es decir, 120 años antes de que el mundo conociera del horror del holocausto hitleriano.
Precisamente mientras me voy adentrando en la obra de Vallejo, me llega la espantosa noticia del saqueo y la quema de la biblioteca del núcleo Sucre de la Universidad de Oriente; una salvajada promovida por grupos aliados al oficialismo y con la complicidad del primitivo gobernador del estado y autoridades de la región.
Sabemos que vivimos encharcados en medio de problemas “más graves” y que “una simple quema de unos libros viejos en una universidad en ruinas” debía pasar inadvertida. Pero es allí precisamente donde aparece la alerta de Heine: siempre comienzan con los libros y terminan con los hombres.
En la macabra época de la Alemania nazi se inició con el Bücherverbrennung, la incineración en las plazas públicas de obras de 5.500 autores a quienes el régimen del Tercer Reich denominaba “conspiradores” y “degenerados”. Tal como llegó a predecirlo Heine, aquella quema de libros presagiaba el mayor holocausto de la historia.
¿Qué se busca con un bibliocausto, la quema de libros y de tesis de grado? La barbarie siempre persigue a la cultura y sus manifestaciones. Es querer borrar a candelazos los valores de civilidad, convivencia y paz que cuestan siglos conseguir.
Este hecho ocurrido no es algo aislado. El ataque contra la Universidad de Oriente ha sido constante y sistemático durante más de dos años: Lo que se inició con robos a estudiantes y profesores, fue seguido por destrucción de material educativo y de la propia infraestructura. No podemos olvidar que en 2019 la oficina del rectorado fue invadida y secuestrada por militantes del partido de gobierno, ocupando ilegalmente estas instalaciones por más de 3 meses.
En este mismo núcleo del estado Sucre fue desmantelado y saqueado el otrora importante Instituto de Oceanografía. Destruyeron las muestras de estudios, los experimentos científicos y hasta tuvieron el atrevimiento de llevarse sustancias radiactivas, evidenciando la barbarie y primitivismo de sus depredadores. Pero no se quedaron ahí, resucitando el espíritu de Boves también quemaron el auditorio y destruyeron la imprenta del núcleo. El ataque contra la biblioteca fue aún peor: irrumpieron, robaron, se llevaron los estantes, tiraron los libros al piso y les prendieron fuego. Un acto de barbarie que nos deja sin palabras. Lo peor es que todo esto ocurre con la anuencia del salvaje gobernador del estado Sucre, quien llegó a decir en un Instagram Live a modo de justificación bochornosa del ataque contra la biblioteca: “Sobre la Universidad de Oriente, ellos tienen una rectora anti-Maduro que destruyó la universidad. La psicópata esa”.
Sin embargo, este bibliocausto no es solo contra la Universidad de Oriente. El ataque es contra toda la educación venezolana: todas las universidades públicas y centenares de escuelas y liceos han sido víctimas de saqueos y desmantelamiento, no solo dejándolos inutilizados sino convertidos en centros de reclutamiento de delincuentes. Crímenes contra maestros, cerco a padres y a la propia dirigencia comunitaria que intenta salvar sus escuelas, se suman a la lista de salvajadas. Todos estos hechos macabros ocurren con el silencio cómplice o incluso con expresa orden gubernamental, acompañada de una feroz inoperancia que mantiene a 90% de la infraestructura educativa pública oficial completamente en ruinas, con los maestros ganando menos de 3 dólares mensuales, sin seguridad social y con unos contenidos llenos de adoctrinamiento político partidista de muy baja monta, lleno de consignas y cantos con loas al primitivo régimen.
Tras la quema y saqueo de la educación pública oficial venezolana, aquella que convirtió al hijo del obrero, del campesino y del trabajador en profesionales y científicos, que produjo la clase media más importante de América Latina, se esconde el eliminar cualquier posibilidad de superación. Destruir al sistema educativo para convertirlo en una fábrica de pobreza, de militantes autómatas al servicio del tirano de turno no es nuevo, es lo que siempre buscan los sistemas autoritarios. Asesinar a la cultura, a la investigación y al estudio es el presagio de crímenes horrendos que deben ser detenidos a toda costa.
Venezuela, a lo largo de su historia, ha padecido de estos fenómenos barbáricos que la han mutilado y detienen cualquier posibilidad de desarrollo. Es increíble que a la par de Bello, Roscio, Robinson y Vargas surgen los Carujo y los Boves que destruyen todo a su paso. El país de Gallegos, Uslar, Andrés Eloy, Picón Salas, Otero Silva y Briceño Iragorry, hoy es el mismo país de Maduro y del primitivo gobernador de Sucre, Edwin Rojas.
Venezuela vive hoy un auténtico bibliocausto que condena a millones de jóvenes y niños a la pobreza, que nos hunde en la violencia mientras arden la escuelas y el progreso. Está en nuestras manos enterrar para siempre estos tiempos de sombras, ruinas y decadencia. Ahora, más que nunca, frente a la barbarie: educación es solución.