Imposible que los que han detentado en Venezuela el poder absoluto en lo que va de este siglo XXI puedan exhibir el testimonio y las credenciales políticas y morales de Rómulo Betancourt, o que surjan voces como la de Carlos Canache Mata capaces de interpretarlo con profundidad y rigor extremo. Ni siquiera por encargo han logrado equiparar la producción escrita sobre el líder guatireño, pues los propagandistas del régimen carecen del calibre, la solvencia intelectual y el estilo del anzoatiguense Canache Mata. Los liderazgos no se decretan y, por mucha que sea la fuerza y la ferocidad empleadas para sojuzgar y humillar, la esperanza se mantiene viva y firme para desplegarse e inspirar un vasto movimiento de reivindicación de las libertades públicas.
Ya está en circulación el libro titulado Rómulo Betancourt, líder y estadista, escrito por Carlos Canache Mata (Caracas, 2022), de reciente publicación y una estupenda presentación en los espacios de la Universidad Central de Venezuela, con el aporte decisivo de la Friedrich-Ebert-Stiftung, copatrocinado por el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro. Es una producción muy bien fundamentada donde el autor traza el largo itinerario del líder guatireño que, inmediatamente, ha de llamar la atención a los más jóvenes que se atrevan a leerlo, pues en él se destaca el radical contraste con los actores políticos del presente: gobierno y oposición. Las dos veces que Rómulo Betancourt ejerció el poder en Venezuela declaró bajo juramento sus bienes y activos, difundiendo sin rubor el documento y sólo le aceptó a sus probados y mejores amigos que reunieran los recursos necesarios para tener una casa cuando regresó del exilio voluntario; dentro y fuera de Venezuela, fue objeto de sendos atentados reales y probados, siendo enemigo declarado de dictaduras tan feroces como las lideradas por Chapita Trujillo en la República Dominicana y Fidel Castro en Cuba. Llevó una vida de ejemplar austeridad, sin que sus herederos, deudos y relacionados, tuviesen cuentas en paraísos fiscales y escandalizaran a europeos y norteamericanos por sus despilfarros y extravagancias. Sin embargo, entre las diversas facetas de este importante lider venezolano, hay tres que deseamos resaltar.
En efecto, por una parte, creyó realmente en la soberanía popular. Canache Mata indica que la Revolución de Octubre fue la hazaña necesaria para recuperarla (pág. 175 ss.). Hoy es demasiado evidente la pérdida de esta soberanía en el contexto del Estado Comunal y la eterna reelección inmediata. Rómulo fue un hombre de vocación de poder; sin embargo, fue más importante la vocación histórica y, pudiendo ser el candidato presidencial en 1972 renunció a esa posibilidad (pág. 555 s.), honrando las palabras pronunciadas años antes. En segundo lugar, se encuentra el interés de estudiar a profundidad las realidades venezolanas que, paradójicamente, recobran toda su vigencia en relación con la salubridad, las relaciones agrarias, o los servicios públicos, pero es el petróleo el asunto fundamental; la inquietud, el estudio y el interés por la materia viene desde los tiempos de la clandestinidad, cuando el autodidacta escribía bajo anonimato una diaria columna y, por mucho entusiasmo que generara la nacionalización de Lázaro Cárdenas en México, siempre tuvo los pies sobre la tierra para delinear una política realista que pusiera en nuestras manos la industria (pág. 82 ss.), como, efectivamente, ocurrió ― aunque todo se ha perdido bajo el actual régimen. Por último, su visión de amistad, un rasgo importante y característico que anotar: cultivaba la amistad sincera de muchísimas personas, tuvo insignes colaboradores que lo apreciaban, pero a su lado no tuvo ni aceptó a los adulantes fáciles, gratuitos e interesados que detectaba a tiempo y los distanciaba (susurradores). Fue muy duro con sus adversarios y comprensivo con los llamados adversarios leales, pero lo peor fue el sentimiento de desprecio ante quienes, amigos o enemigos, aparentaban virtudes que no tenían, simulaban capacidades que no se les veía, o escondían su cobardía detrás de las grandes citas de autores que poco conocían.
El doctor Canache Mata realiza un magnífico aporte a la bibliografía betancuriana, al demostrar una riqueza de léxico, un poder de investigación y un crecimiento político y personal que deja muy atrás los antiguos panfletos de radical desprecio o de encendida alabanza que suscitó el polémico líder guatireño; e, incluso, a pesar de la intensa propaganda chavista, nos refieren que ha aumentado el interés académico sobre Betancourt, a través de las numerosas tesis de grado y trabajos de ascensos que no llegan a difundirse por la pobreza editorial que nos caracteriza, y la debacle de nuestras universidades. Se ha hecho un esfuerzo por actualizar los estudios bibliotecológicos de la presente centuria a partir del balance que hizo, hace más de una década, Rafael Ramón Castellanos en torno a Hugo Chávez y la denominada revolución bolivariana, pero ninguna muestra llega a la calidad, el rigor, la profundidad y la novedad suscitada por Rómulo Betancourt. Es larga la lista de consabidos y acreditados historiadores, así como viejos adversarios, que han demostrado un extraordinario coraje intelectual, como Manuel Caballero y Germán Carrera Damas, quienes han contribuido con sendos títulos en torno a Rómulo y la contemporaneidad; o, sin que pueda acusársele de filo-betancourista, Arturo Sosa Abascal quien ha estudiado con mucha solvencia y seriedad los textos políticos y económicos de un estadista que sigue siendo objeto de una grotesca descalificación por autores como Simón Sáez Mérida o José Sant Roz, únicamente editados por este régimen para zaherir y desmoralizar a sus partidarios.
Para los nuevos políticos o los nuevos liderazgos, o los que en un futuro pretendan serlo, para los que hemos insistido, resistido y persistido es importante buscar como referencias a los personajes que realmente dejaron una huella positiva en el transcurrir de su vida en áreas como la política, la economía y en aspectos más sublimes como lo moral y lo social. El presente es un reflejo del pasado y el futuro está cocinándose en nuestro presente. Es necesario revisar los aspectos positivos de ese pasado que es parte de lo que nos ha traído hasta este hoy. El aprendizaje se construye sobre lo bueno o lo malo del pasado, y que mejor que copiar el modelo Betancourt, para retomar el camino democrático de bienestar y progreso y adaptarlo a estos tiempos.
@freddyamarcano