La revolución digital y la aparición de las startups, que desde 2013 ya acaparaban el interés del mundo empresarial y aún hoy siguen despertando atracción, como lo señalé en mi artículo “Las startups: un modelo de negocio que no pierde su atractivo”, publicado el 10 de febrero, han hecho más complejo para las compañías posicionarse en los mercados y lograr la atención de los clientes.
Sin embargo, hay otro factor, de más reciente data, que ha tenido un impacto inédito en las compañías: la pandemia. Así que en la nueva realidad que se está configurando tras la crisis sanitaria, las empresas tienen por delante múltiples retos. Es la hora de generar mayor valor y para ello, hoy más que nunca, es necesario que cuenten con técnicas que les permitan optimizar los resultados y adaptarse a los continuos y acelerados cambios que se están produciendo.
Ante esta realidad, una prioridad para las compañías debería ser estudiar a profundidad su competencia para poder avanzar con más fuerza. Esto implica trazar estrategias que las ayuden no solo a mantenerse, sino también a crecer en los mercados. Y es aquí donde entra en juego el benchmarking, una herramienta de análisis y evaluación comparativa, basada en la observación de las fortalezas y debilidades, precisamente, de la competencia.
Si bien no es una técnica nueva –el concepto surgió a partir de los años ochenta cuando Xerox se interesó en investigar su desempeño en relación con sus competidores–, su utilización permite despertar la creatividad en las empresas, salir de la zona de confort y cuestionar los paradigmas sobre la eficiencia de procesos actuales. Todo crucial en esta época.
El benchmarking se basa en la premisa de que hoy en día es difícil crear algo nuevo, pues casi todo ya está hecho y no hay motivos para gastar dinero, tiempo y recurso humano en ello. Sin embargo, esto no quiere decir que hay que espiar o copiar lo que hacen las otras empresas.
El objetivo es, haciéndole un seguimiento continuo a las compañías competidoras, conocer las mejores prácticas empresariales, tomarlas como referencia y adaptarlas agregándoles mejoras, pero siempre teniendo en cuenta que deben estar orientadas a los objetivos propios de cada modelo de negocio.
Con la información obtenida, la empresa realiza una comparación basada en su realidad para corregir sus propios desaciertos y adoptar las mejoras pertinentes, es decir, emprender los cambios que sean necesarios de acuerdo con su misión, visión y cultura organizativa.
Al evaluar y comparar las actividades de los principales competidores, las compañías pueden perfeccionar sus estrategias, lo que contribuirá a potenciar su desarrollo, obtener mayor productividad, así como mejores estándares de calidad y, muy importante, diferenciarse de los demás.
Al final, la intención es aprender de la experiencia de otros para mejorar el propio desempeño, pues si antes la competencia por mantener y captar a los consumidores leales y potenciales era feroz, ahora lo es más. Esto obliga a las empresas a estar informadas de los cambios en los mercados y mejorar sus productos y servicios.
Si descuidan estos aspectos, se arriesgan a perder espacios frente a los competidores. Impensable en estos tiempos que corren dada las secuelas que ha dejado en el mundo de los negocios la crisis desatada por el coronavirus. Es necesario para las compañías seguir creciendo y conquistando una mayor cuota de mercado. Y para eso, sin dudas, hay que valerse de las técnicas empresariales.
@DavidParedes861