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Begoña Biden o Hunter Gómez

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Sánchez

Foto: EFE

El aparato de filtraciones de La Moncloa dejó en ‘breve encuentro’ el cruce de saludos entre Joe Biden y Pedro Sánchez durante la reunión del G-20 celebrada hace poco más de dos semanas en Río de Janeiro. Desde aquella humillante escena del trote cochinero y el selfi de pasillo en la cumbre de la OTAN de junio de 2021, la fontanería sanchista había evitado los charcos en superficie para profundizar, valga la redundancia, en los fangos subterráneos. Así que lo dejaron en ‘breve encuentro’. Fue todo muy rápido. Cortés y cumplido, el presidente de Estados Unidos preguntó al jefe del Ejecutivo por su mujer, un «cómo está Begoña» sin asomo de malicia que, sin embargo, Sánchez, reactivo ante cualquier alusión conyugal, interpretó como una expresión de recochineo. «Y tu hijo Hunter, ¿cómo lleva lo de los juzgados?», le espetó con esos reflejos que había perfeccionado durante los cinco días de baja por persecución que se cogió en abril y con la chulería que, marca de la casa, lo identificaba desde sus tiempos mozos y macarras. A Biden le dolió tanto aquello que de regreso a Washington comenzó a plantearse el indulto del pobre Hunter, para lo que pidió a sus asesores toda la documentación disponible sobre el fenómeno del victimismo y el desquite. «La quiero actualizada, que se me olvidan las cosas», apuntó el presidente estadounidense, sobre cuya mesa no tardaron en acumularse los expedientes protagonizados por quien en los últimos meses había sobresalido en el panorama global como damnificado de una supuesta cacería política, violencia vicaria sobre su persona. «Esto nos vale, casi sin tocar una coma. Quitamos lo de ‘mi persona’, que aquí no se va a entender bien, yo tampoco sé lo que quiere decir, cambiamos Begoña por Hunter, Gómez por Biden, y listo». Así se hizo.

«Ninguna persona razonable que examine los hechos puede llegar a otra conclusión que no sea que Hunter fue señalado únicamente porque es mi hijo, y eso está mal. Al intentar destruir a Hunter han intentado destruirme a mí, y no hay razón para creer que esto se detendrá aquí. Ya es suficiente», se lee en el comunicado presidencial que emitió la Casa Blanca en la madrugada de ayer, exposición de motivos de un indulto inédito en la historia de una democracia que pasa por modélica y en la que, sin embargo, también cuecen habas en el puchero del potaje donde flotan los tres poderes del Estado. Las recetas de Sánchez, cocina de temporada, conquistan el mundo. «Creo que la política cruda ha infectado este proceso y ha llevado a un error judicial», añade Biden en su nota para argumentar un perdón que no solo se basa en la abundante doctrina del victimismo español, ya patrimonio inmaterial de la humanidad, sino en la política de indultos y amnistías con que Pedro Sánchez ha trazado el camino de una reconciliación que da un rodeo por los juzgados y ataja por el BOE.

Católico practicante y abortista, Joe Biden conoce bien las propiedades sanadoras del perdón de los pecados. Laicista de promesa de honor, Pedro Sánchez tiene como director espiritual a don Ángel, párroco del ‘after’ de San Antón, sentado a la sombra de Begoña en el congreso expiatorio de Sevilla, para confirmarle que los caminos del Señor son inescrutables.

Artículo publicado en el diario ABC de España

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