“If you don’t like something, change it. If you can’t change it, change your attitude.” (MAYA ANGELOU)
Lo mejor en esta vida es tratar de beber despacio. Me refiero a todos los momentos. Y es que luego pasa lo que pasa. Pienso en el caso de la joven estudiante japonesa que vivió una situación imprecisa durante el tiempo que estuvo al amparo de su profesor de historia de arte en un curso de posgrado. Según leemos en el reportaje firmado por Motoko Rich y Hikari Hida el 29 de mayo de 2023 («Ella dijo que su profesor la acosó sexualmente. La esposa de él la demandó y ganó», The New York Times)¹ la relación entre ambos -alumna y profesor- se iba acercando día a día a una aventura amorosa, a la vez que se alejaba del motivo académico que los había reunido. Como si se tratase de una novela, el relato de los hechos: paseos, cenas, besos robados, así como los escenarios: parques, restaurantes, y hoteles, nos distraen del sentido original del trato entre el profesor Michio Hayashi y su alumna Meiko Sano.
No hubo entendimiento. La señorita Sano quería una cosa y, al parecer, el profesor quería otra muy distinta. Es curioso pararse a pensar en las diferencias culturales entre Oriente y Occidente. La educación y los valores occidentales no entienden la mentalidad japonesa, en este caso. Aunque, también es verdad que hay cuestiones en las que uno piensa que somos iguales. Me refiero, una mujer no desea ser sumisa en una relación ni verse en inferioridad de condiciones. En cualquier país del mundo, casi todos encontramos difícil decir «no» a quien está -digámoslo así- en una posición superior, ya sea política, académica o similar.
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La estudiante de posgrado seguía al lado del profesor mientras éste iba haciendo avances en el romance que estaba viviendo con ella. Hay que decir que Hayashi era un hombre casado. Tanto él como Sano lo sabían. Quien no sabía nada era su esposa.
Esta historia de adulterio ve la luz porque Meiko Sano decide cortar por lo sano (perdón por el juego de palabras) y poner fin al ambiguo vínculo establecido con su profesor y amante llegando a demandar a Michio Hayashi por acoso sexual. Ahí termina todo. Bueno, no. En realidad, no acaba aquí, ya que la mujer del profesor denuncia a su vez a la estudiante por haber mantenido relaciones adúlteras con su marido. Finalmente, el profesor es despedido, su esposa gana el caso -aparentemente- y la víctima del acoso pierde casi todo.
En el reportaje se apunta la conveniencia de que la universidad marque las pautas en el trato entre profesores y alumnos para evitar situaciones como la vivida por Meiko Sano. Volviendo al principio, sería bueno tratar de vivir la vida despacio, siendo conscientes de lo que vivimos, de lo que hacemos, de lo que consentimos y de lo que no dejamos que nos hagan. Es importante vivir la vida despacio
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¹nytimes.com/es/2023/05/29/acoso-sexual-japon