“Yesterday” fue escrita después de un sueño de Paul McCartney. Tras su publicación en 1965 se convirtió en la canción más reproducida y escuchada de la historia. Narra un aparente relato de despecho. Pero el tema entraña innumerables motivos e ideas de mayor complejidad. Incluso instaló el concepto de una banda en proceso de disolverse por el tamaño de sus compositores.
Recientemente, el visionario cineasta Danny Boyle filmó un título inspirado en el famoso himno de los sesenta. El plot del largometraje cuenta una especie de ucronía, de presente anclado al pasado, de Back to the Future, cuyos personajes olvidan por completo el archivo y la existencia de los Beatles, a raíz de un blackout a escala mundial. Los venezolanos sabemos de apagones y el evento eléctrico de la cinta nos mueve a una reflexión jocosa.
El protagonista es arquetipo de los músicos extraviados y muticulturales del milenio. Toca la guitarra con sensibilidad indie ante un público minoritario. Solo una amiga de la infancia cree en su proyecto de conquistar la gloria desde abajo. Alrededor lo persigue el espíritu del escepticismo y la incomprensión. El suyo es un estado gaseoso de la generación de relevo. Coincide, no por casualidad, con la propuesta de la película Cegado por la luz, al describir el malestar de un joven indio estancado en Reino Unido.
Así, el director de la pieza repotencia su concepto de Slumdog Millionaire en el ánimo de establecer un diálogo entre Occidente y la industria de Bollywood, para dinamizar la creatividad dentro de un esquema industrial con altos intereses globales. La tendencia, con seguridad, abre mercados en los nichos reservados para deleitar los gustos exóticos de la llamada representatividad.
Yesterday, al final del día, logra servir de catalizador de los imaginarios nostálgicos de los últimos tiempos, surgidos a consecuencia de la crisis y de la disolución de paradigmas. El regreso de hoy a Elton John, Queen y el cuarteto de Liverpool debe leerse en dos planos: como una forma de protegerse de las irrealidades del presente de las mentiras y las fake news del poder; como un revival o una recuperación pragmática de unas esencias nobles del pop, frente al paisaje dominado por la imitación, la fórmula y la generación de contenidos efímeros, fatuos, prescindibles.
Al respecto la película fija posición en diferentes escenas, secuencias, arcos, situaciones, guiones y tramas. El realizador coloca la cámara en ángulo holandés, con el horizonte inclinado y caído, significando la perspectiva alterada del carácter principal, quien es el único en recordar la música de los Beatles.
Luego de pactar con el diablo de la industria, como el Fausto de Brian De Palma en Fantasma del Paraíso, el usurpador de la identidad conquista el olimpo del estrellato, gracias a la complacencia de una audiencia sin memoria.
El sarcasmo del autor, Danny Boyle, orquesta las acciones de una comedia negrísima sobre un héroe accidental, una suerte de Forrest Gump, una especie de hombre gris carente de atributos, bendecido por un golpe de suerte.
Tumba al ras de la tierra, del mismo demiurgo, había retratado el infierno que se esconde en la búsqueda de los dorados, de los paraísos financieros que llegan por casualidad. La ilusión, el sueño se extingue en medio de la pesadilla, el conflicto y la culpa que consume a los explotadores del botín ajeno.
Yesterday aspira a interpretar una tonada similar, planteando la fábula moral de un plagiador absoluto en trance de reconocer su fraude. Boyle, como Tarantino, salva a John Lennon de la muerte con el propósito de orientar al espectador hacia espacios y territorios de desprendimiento, fuera del exhibicionismo y la instrumentación de los likes.
Aceptando el valor de la tradición, la película culmina reforzando la crítica a la copia y la expropiación, para ubicarnos mejor en el espacio y el contexto.
Los grandes ya fueron. A veces toca escuchar y reconocer que no superaremos a los Beatles.