La crisis en Venezuela ha puesto en evidencia la polarización entre democracia y autoritarismo. En este escenario, la ONU, destinada a promover la paz, justicia y derechos humanos, muestra una capacidad aparentemente comprometida. De 193 Estados que conforman la ONU, 35% son catalogados como regímenes autoritarios y 22% híbridos con rasgos autocráticos, lo que impacta sobre muchas decisiones. Las democracias van perdiendo terreno frente a países que evaden condenar la violación de derechos humanos y represión política
La realidad venezolana está marcada por fraudes electorales, represión y persecución política documentada por organismos internacionales como la ONU y la Corte Penal Internacional. Sin embargo, las acciones para frenar estos abusos han sido escasas o nulas. ¿Cómo explicar esta inacción? La alianza tácita entre países autoritarios protege a regímenes como Venezuela, Cuba o Nicaragua de sanciones y condenas contundentes, por medio de coaliciones que avalan su perpetuación en el poder.
Un claro ejemplo de esta problemática es la reciente reunión de la Eurocámara para discutir la situación venezolana, aprobando la resolución que reconoce a Edmundo González Urrutia como presidente legítimo. La disposición del Parlamento Europeo tuvo 309 votos a favor y 201 en contra, a pesar de la campaña de oposición liderada por la delegación española de Pedro Sánchez. Esto muestra que, incluso en un bloque como la Unión Europea, 4 de cada 10 parlamentarios se resiste a condenar una tiranía como la de Nicolás Maduro, evidenciando cómo el autoritarismo gana terreno incluso en regiones democráticas.
La ambigua postura de Pedro Sánchez, recibiendo a González Urrutia como asilado político, pero negándose a reconocerlo como presidente electo, refleja su indiferencia ante la violación de derechos humanos y persecución política, actitud que no es aislada. La histórica cercanía del PSOE con los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela muestra a líderes que evitan llamar «dictaduras» a quienes normalizan la represión.
El avance del autoritarismo no se limita a Venezuela. De los 59 países catalogados como autoritarios por el índice de Democracia de The Economist, 26 están en África, 25 en Asia, 4 en América y 2 en Europa: Rusia y Bielorrusia, pero ninguno forma parte de la Unión Europea. Este bloque, que comparte una visión similar sobre soberanía y no injerencia, ha frenado sanciones y condenas contra otras dictaduras, fortaleciendo su posición internacional.
Resulta alarmante la creciente influencia de tendencias autoritarias e híbridas en el Parlamento Europeo, a pesar de ser todos países democráticos. Si 40% de los eurodiputados se opuso a reconocer la legitimidad democrática de González Urrutia, ¿qué podemos esperar de la próxima reunión de la ONU el 25 de septiembre donde abordarán la crisis venezolana?
La incapacidad de la ONU para actuar en casos como el venezolano, investigado desde 2014, es un reflejo del fracaso institucional, representando un peligro para las libertades individuales y los derechos humanos a nivel mundial. El auge del autoritarismo amenaza con convertirse en una fuerza dominante, redefiniendo el panorama político global.
La reunión del 25 de septiembre resulta crucial, representa una oportunidad para revitalizar el compromiso con los valores de la ONU. El desafío radica en conocer si la comunidad internacional estará dispuesta a actuar con firmeza para frenar ese avance autoritario, donde cada voto reflejará sus tendencias. Es imperativo que los países democráticos encuentren la voluntad y coraje para defender la libertad, la justicia y los derechos humanos.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú