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Barrera Linares tiene el mérito de ser el primer investigador del fenómeno internetiano (en Venezuela)

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Solo a causa del presunto delito de tener conocimientos o aptitudes, a quienes son dignos «individuos con números correspondientes» en academias o Ámbito de la Cultura Bienfamada se les profieren agravios de vendetta y barbarie: porque, desde el nacimiento de la institucionalidad de la caterva, siempre el funcionariado de Mamandurria ha fallidamente anhelado segar las cabezas de los hombres intelectualmente diestros.

Horas antes del amanecer del 25 de octubre de 2011, adentré [sin la fatiga que produce la lectura en el insomne, que lo soy incurable] a un apodíctico ensayo de D. Luis Barrera Linares: Habla pública, Internet y otros enredos literarios (1). El lector advertirá por qué en esos momentos el autor lograría que una parábola inserta en las enseñanzas de Gurdjieff (2) irrumpiese en mi psique: «El carruaje representa al cuerpo  del Hombre y el conductor a su mente. El caballo está ligado al conductor por las varas, y el conductor con el caballo por las riendas…» (3).

En los invadidos territorios centro-suramericanos y, tras ultrajar de inimaginables formas a nuestros antepasados pobladores, es obvio  que esa Lengua [ya no por rigurosa «dictata»] Castellana, dialecto principal de hablantes en prósperas y antiguas regiones de España, como la vieja Castilla, fue impuesta a los aborígenes por piratas: con «fines de lucro», para pecharlos y ovacionar su regreso con tesoros. El imperio conmutó a desalmados y truhanes para darles «licencia de expedicionarios».

Nos instruye Barrera Linares que, respecto al vetusto y rígido «dictatus» de fijación oficial de la Lengua Castellana, los miembros de la Real Academia lograron bifurcar la acepción para mejor definirla como «Lengua Española»: oficiándole una especie de «tedeum» al manierismo de claustro que amonestaba a quienes expresaran que «debía decirse Lengua Castellana»:

«[…] la mayoría de quienes, con reconocida e indiscutible autoridad, han intervenido en la discusión aceptan como mucho más general la denominación español, y tanto ha sido así que el diccionario oficial, en su vigésima segunda edición (2001), ofrece en la acepción 3 de la entrada correspondiente al español […] Lengua común de España y muchas regiones de América, hablada también como propia en otras partes del mundo» (4).

Cierto que la [por Luis] aludida vieja Castilla se atomizaría en importantes ciudades como La Rioja y Madrid (5) El uso y las costumbres han estado, a perpetuidad, ligados al crecimiento poblacional e intereses de las clases sociales aventajadas: en ámbitos de la Política o poder de mando, religión, educación, letras y artes terracas. Por ello, igual es legítimo  sostener con Barrera Linares que somos hablantes de un tácito y oficial «Español Venezolano». Si aún existiese y se platicara la lengua de los celtas, embrión del resto de las más difundidas, sin excluir al Inglés, los anglosajones de nuestra realidad y tiempo no aceptarían se oficializara que el suyo es el «Idioma Celta». Tampoco lo harían los ciudadanos de países donde ese extinto dialecto «celta-prerromano» igual impulsaría la aparición de las «lenguas romances» [italiano, francés, portugués, et.]

Todavía en curso de la Posmodernidad los cambios en el hablante no son taxativos: afectan la escritura, significados y musicalidad [fonética] del discurso mundano: como ocurre con el «spanishenglish», aborto inducido de un feto idiomático que ya difunde la diáspora centro-suramericana. No dudo logre imponerse al también «depreciado» [fustigado por los académicos británicos] «English» de los fundadores de Estados Unidos. Los «hispano-norteamericanos» procrean sin responsabilidad ni planificación. Por ello, ya superaron poblacional y cuantitativamente la minoría negra y hará lo mismo con la temporal-desahuciada mayoría blanca. Razas, qué importancia tiene querellar por ello: misma especie con idénticas abominaciones por gozoso hábito.

Me parecen provectísimas las disquisiciones del escritor, docente, crítico, narrador e investigador Luis Barrera Linares en redor de cuanto implica ser [«poseso»] converso de algún dialecto foráneo o adherir-adoptar un  idioma no natal. Con regusto o por necesidad de supervivencia, capitulará su ego-centrismo en algún territorio no patrio.

En «situación de colonizado», con fines insurreccionales o propósitos libertarios, igual aprenderá otra lengua. Pero, donde no fue invitado será percibido escoria social: preterido, marginado, explotable migrante y estorbo o indocumentado que aplica para ser deportado o sujeto extraditable. Aparte, quizá a causa de la complejidad semántica de esa lengua, el individuo la deformará ajustándola a sus incapacidades fonéticas y costumbres cerriles: las de cualquier persona humilde e indocta que sólo pretende mejorar sus condiciones de existencia, «conspirar para cometer crímenes» o enriquecer mediante el tráfico de estupefacientes u objetos prohibidos, también pertrechos que sirven a «intenciones terroristas» de musulmanes fundamentalistas. Afirma el ensayista:

«[…] hay algunas categorías de hablantes que (consciente o inconscientemente) ocupan la posición de modelos comunicacionales para el resto de la sociedad, que –también consciente o inconscientemente- adopta su conducta verbal como guía posible para el comportamiento lingüístico en general» (6).

Previo aviso, adelantándose a exiguos pesquisas de la difícil disciplina Lingüística, Barrera Linares examina la Fenomenología Multimediática: vástago de tecnologías que parieron la Ciencia de Red Disociada. Si, ya es una «ciencia»: en ininterrumpida transformación y perfeccionamiento, que, pese a la reticencia de quienes en «funciones de mando» la criminan [conforme a la obsoleta y tiránica impronta doctrinal] divulga positivos avances humanísticos y científicos, mociones a favor de los Derechos del Hombre. La Internet influye en todos los quehaceres del sujeto moderno, empero está amenazada por los llamados «hackers»: quienes, con inusitada experticia, han logrado vulnerarla y delinquir mediante el ultraje a la confidencialidad que los usuarios requieren. Imprescindible en operaciones de interés financiero, académico, cultural, informativo e índole policíaca. Hace tiempo, en el curso de una entrevista que le hicieran, D. Miguel Henrique Otero (presidente del diario El Nacional) enunció un irrefutable epilogismo: «[…] Los medios de comunicación impresos que no se digitalicen se extinguirán».

Como el sesudo Luis, en uno de sus libros, otro hacedor notable y erudito venezolano escribió:

«No hay hombre sin lenguaje. La edad de uno es la edad del otro. El hombre se levanta con la resonancia de su lenguaje, y, teniendo el lenguaje como lámpara, conoce y reconoce el mundo, recuerda lo vivido, marca líneas imaginarias para precisar o darle certeza a su futuro, es el protagonista de múltiples relatos que confluyen en el sentido de su lugar en el mundo, trata de hacer durable el efímero presente donde se hace posible vivir» (7).

Barrera Linares no solo es consciente y comulgaría, sin dudas, con las citadas inferencias de Bravo: el hombre es irrefrenable y su circunstancia en el planeta cambia virtud a novísimas invenciones, que del lenguaje son irrumpen. No tiene edad porque, a la suya, enlaza la del otro sucesor en el tiempo [alguna vez lo definí «presente perpetuo»]  que lo trasciende. Y será trascendido, con quien lo suplió. Legará e iluminará porque el Universo no cejará requerir «pneuma»: con sus insospechadas creaciones intelectuales, tecnologías de «ultimátum» o hallazgos científicos. En la centrífuga sublimación y sacralización de la Internet, Luis se interroga, pero también a quienes lo leemos. Incomoda, acaso, su [¿fascinación?] perplejidad ante la plus valuada cibernética. Discernió:

«¿Cuántas interrogantes pudiéramos plantearnos en el momento de ingresar en una revolución lingüística como la que se ha generado a partir de la emergencia de la Internet en la vida contemporánea? No ocurriría nada parecido desde la invención de la escritura. Es decir, la cultura humana no había evidenciado desde ese tiempo la irrupción de un fenómeno comunicacional que fuera capaz de perturbar todos los estamentos sociales, entre ellos el motor fundamental que nos mueve a todos: el lenguaje» (8).

No yerra calificándola «revolución lingüística»: empero, admito mi discrepancia cuando –vehemente- sostiene: «[…] No ocurriría nada parecido desde la invención de la escritura…». Sostengo que, en el pasado milenio, acaecieron hechos que conciernen a jurisdicciones lingüísticas. Gracias a una famosa e iniciática tecnología, la escritura, el habla culta y la comunicación de las ideas, doctrinas religiosas o políticas satisfarían a millones de seres durante centurias. En 1435, luego de una riña que entre individuos cultos causaba el vocablo alemán «drucken» [imprimiendo], Johann Gutenberg (1398-1468) empecinó lograr la impresión mecánica de «typus» [caracteres]: se conoce «tipografía», y lo hizo con éxito a partir de 1435. La subsiguiente fabricación de máquinas que recibieron el nombre de  «imprentas» produjo una maravillosa difusión de ideas a partir de eso episodios históricos profusamente difundidos en libros & folletos troquelados durante centurias. No desestimo la estupefacción que experimentarían, en la ciudad de Pergamo [antigua ciudad del reino de Asia Menor, provincia del Imperio Romano] quienes laboraron con mucho esfuerzo y sacrificio para imprimir libros en pieles y recibieron el nombre de «pergaminum».

A propósito del asunto [sin negar la comprensible fascinación que suscitan posmodernas tecnologías de la Era de la Física Cuántica que disfrutamos], añadiré que, posterior a la invención de la imprenta, otras esparcirían, más velozmente, la sabiduría: nuestras ideas, lenguas y eventos científicos por el mundo (el periódico, cinematógrafo, la televisión,  computadoras y telefonía celular (multifuncional, multiforme y de variados tamaños. La instantaneidad comunicacional de la Internet pareciera imposible superar: es impalpable, inodora, con caracteres invasivos, hermosas y coloridas imágenes. Boga heredera de las que fueron esplendor informativo, en campus de la docencia, instrucción e investigación, industria de la recreación-espectáculo.

He ¿mutado? la parábola de Gurdjieff para inferir que la Internet es el «carruaje» que utiliza el Hombre en tiempos de preponderancia de la Física Cuántica (9), pero el «conductor-intelectual» es el mismo que sucedió a su otro y será trascendido con invenciones no predictibles. La Internet, como el caballo, es un formidable vehículo ligado a quien aferra riendas para conducir hacia desconocidos e irreconocibles destinos […] Ninguna persona confesa «profeta», poseedora del Don de la Capnomancia o Videncia, apostaría su vida tras presumir que por sus intuiciones, mensajes providenciales o cualidades deductivas será investido de virtuoso futurista. Evoco, de nuevo, el  apotegma que, mediante la incisiva lucidez que lo caracteriza, nos prodigó Víctor Bravo (supra): «La edad de uno es la edad del otro. El hombre se levanta con la resonancia de su lenguaje, y, teniendo el lenguaje como lámpara».

Prolija, formidable e ilustrativa esta docta tesis de Barrera Linares: Habla pública, internet y otros enredos literarios. Meritoria para un «individuo con número correspondiente», cuya amistad me honra. Finalmente, advierto que en su ensayo su despegue intelectual fue vertical: sus reflexiones no tienen rasgos de «ascesis» o «lucubración pontificia». Es un estudio parafrástico sobre La Fenomenología de la Multimedia: entramados y consecuencias.

NOTAS

(1) BARRERA LINARESLuisHabla pública, Internet y otros enredos. Edición de la Universidad Simón Bolívar. Caracas-Venezuela, 2009.

(2) P. 87 del libro de WALTERKennethEnseñanza y sistema de Gurdjieff.

(3) Leer p. 19 de la ob. cit. de L. B. L

(4) En la PREHISTORIA, pobladas por los «prerromanos» y «celtiberos», entre otros.

(5) P. 11, supra.

(6) P. 24, ibídem.

(7) P. 55 de Leer el mundo de BRAVOVíctor. Editorial Veintisieteletras. Madrid-España, 2009.

(8) P. 45, idem.

(9) En el curso de la II Guerra Mundial, se sabe que los principales actores de la infausta conflagración apresuraban la fábrica de armas más exterminadoras que las bombas convencionales. Ej. ojivas nucleares, con las cuales los norteamericanos devastaron Japón y hablaron en voz alta para aterrorizar a quienes no eran sus aliados. No sé si por disuasión militar, ostentación, intimidación o insoslayable arrogancia, el Pentágono ha exhumado informes que revelan que Estados Unidos utilizó, experimentalmente, tecnologías de comunicación celular y otras formas inalámbricas durante la contienda. Ya la Internet formaba parte de las investigaciones que, relacionadas con Mecánica Cuántica y Sistemas Computarizados, se realizaban en subterráneos aceleradores de partículas atómicas. Construidos en zonas inaccesibles a los civiles no autorizados por el Funcionariado Mayor de Inteligencia Castrense.

@jurescritor

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