En Barinas ganó Freddy Superlano la Gobernación del estado. Fue un triunfo ajustado, solo por unas décimas, pero representó un inmenso logro porque ese había sido el feudo de la familia Chávez durante dos décadas. Su hegemonía era indiscutible. Eran los caciques de la zona. La derrota no la aceptó el régimen. Perder en el lugar donde nació el Comandante era demasiado cruel. Inaceptable por su valor simbólico. Entonces, recurrieron al expediente tradicional: acudir a la Sala Electoral del TSJ, su oficina jurídica, para invalidar la victoria.
El procedimiento fue grotesco. Se valieron del «alacrán» Adolfo Superlano –por mera casualidad comparte el apellido con el ganador- para escamotear el éxito de Freddy, que ya había sido reconocido por el CNE, argumentando que Freddy Superlano no podía ser investido como gobernador porque había sido inhabilitado por la Contraloría. La impugnación fue admitida, procesada y la sentencia dictada en seis horas. Un récord. Los diputados electos de Amazonas en 2015 nunca recibieron respuesta. El acuerdo de los magistrados fue taxativo: los comicios hay que repetirlos el 9 de enero sin la participación de Freddy Superlano (tampoco competirá Argenis Chávez, quien además renunció a la gobernación, adelantándose así a las críticas de sus correligionarios).
El detalle que obviaron los miembros de la Sala Electoral es que Freddy Superlano había sido indultado por Nicolás Maduro el 30 de agosto de 2020. Ese día, con el fin de “hacer justicia y fomentar la paz entre los venezolanos”, y, además, pudieran participar en los cuestionados comicios del 6 de diciembre, fueron favorecidos 110 dirigentes e integrantes de la oposición, entre ellos Freddy Guevara, Tomás Guanipa y Américo De Grazia. Estos dos últimos fueron candidatos en las elecciones del 21 de noviembre. ¿De haber ganado, tampoco les habrían reconocido sus triunfos?
Lo ocurrido en Barinas no le quita méritos a la participación de los partidos y candidatos opositores en esa contienda, solo demuestra la complejidad de asistir a elecciones convocadas por regímenes autoritarios, que buscan utilizar ese tipo eventos para maquillarse el rostro. A partir del abuso cometido en Barinas no conviene reivindicar la abstención como política. La abstención fracasó en el pasado. Lo que debe hacer la oposición es extraer lecciones de los comicios regionales, con el fin de introducir los ajustes organizativos y programáticos que le permitan reducir el margen de acción del gobierno para cometer atropellos en futuros procesos electorales.
En el horizonte aparecen tres convocatorias en las que habría que participar. La primera es la de Barinas. Si Freddy Superlano y los partidos que lo acompañan no logran revertir la decisión del TSJ, habrá que acudir a las elecciones de enero. Ya existe el antecedente de Enzo Scarano, a quien se le arrebató el triunfo como alcalde de San Diego en 2014. En esa ocasión se convocaron nuevos comicios, se presentó su esposa y obtuvo un triunfo abrumador. Las experiencias positivas hay que repetirlas.
Otro evento de tipo electoral está relacionado con la posibilidad de convocar el referéndum revocatorio en 2022. El exabrupto de Barinas está dirigido a desanimar a quienes promueven el RR. El gobierno está diciendo que cuenta con el TSJ, siempre listo para desmontar cualquier intento de destronar al régimen por la vía legal. Sin embargo, ese obstáculo hay que asumirlo como reto, no como meta imposible de alcanzar. Al gobierno hay que mantenerlo siempre acosado con todas las herramientas proporcionadas por la Constitución. El RR es una de ellas. Para asumir el desafío hay que estar convencido de que la ruta electoral es la única opción pacífica válida.
En último lugar se encuentran las elecciones presidenciales de 2024. A esa estación quieren llegar tanto el gobierno como la mayoría de los partidos opositores. Si conquistar un estado pobre y arruinado como Barinas ha sido tan difícil, imagínense lo que significa conquistar Miraflores. La labor será infinitamente más exigente. Pero, no queda otra opción distinta –si no se logra el RR- que acudir a esa elección con la mayor unidad, fortaleza organizativa y plataforma programática que sea posible. La unidad opositora férrea le permitirá a la comunidad democrática internacional respaldar al movimiento que se constituya.
La cohesión interna de la oposición también hará posible retomar el diálogo con el gobierno en condiciones favorables. El régimen salió disminuido del 21N. El oficialismo perdió más de 1 millón de votos con respecto de las elecciones regionales de 2017. En términos globales, también se colocó con 1 millón de sufragios menos que el conjunto de las fuerzas distintas al oficialismo. Por añadidura, con el episodio de Barinas terminó de alejarse de la Unión Europea y Estados Unidos, que le habían dado la oportunidad de reivindicarse con la cita de noviembre. El panorama para Maduro tampoco se ve despejado, ni sonriente.
Luego de las elecciones de noviembre, los dirigentes opositores tendrán que afinar sus movimientos en el marco de la estrategia electoral. Nada de estar pidiendo la renuncia de Enrique Márquez y Roberto Picón, o estar acusando de colaboracionistas a quienes decidan acudir a la nueva elección en Barinas, o a quienes propongan prepararse para el RR o las presidenciales del 24.
@trinomarquezc