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Barbados: no hay más tiempo que perder

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La negociación entre Juan Guaidó y Nicolás Maduro está enmarcada por la incertidumbre. Cada encuentro es precedido por afirmaciones que indican el fin del diálogo. La semana pasada Maduro propuso un diálogo continuo, “capaz de pasar meses y años con tal de pasar cualquier coyuntura” para solucionar los conflictos del país. En su rol de “policía bueno” repite la estrategia de los diálogos ocurridos en 2014 y 2016-2017. Esperar-ver, acompañado del Estado-criminal. Lo que le permitió mostrar resiliencia ante las protestas no violentas de las fuerzas democráticas en 2014, y sortear el referéndum revocatorio presidencial en 2016. Maduro busca hacer lo mismo en 2019.

Sin embargo, la naturaleza de la crisis de gobernabilidad es distinta en 2019. Pasó de ser una situación complicada a una compleja. Hoy, el régimen de Maduro es caracterizado como una dictadura (Pepe Mujica, et al.) que viola los derechos humanos (Informe Bachelet) y considerado un régimen ilegal (usurpador) por más de 50 países democráticos.

Por lo que en esta ocasión, la solución pacífica, política y democrática como consecuencia de la negociación en Barbados debe ser sólida. La hoja de ruta para restablecer la democracia, elaborada y acordada por Guaidó y Maduro deberá tener los garantes de Estados Unidos, China, Rusia y de la Unión Europea.

Para ello, las fuerzas democráticas deben prepararse para predecir y tomar las precauciones antes de cualquier estrategia distinta empleada por Maduro, como esperar-ver, o la elección parlamentaria. El PSUV está en modo preelectoral. Está censando sus militantes, recorriendo el país.

Asimismo, Guaidó debe formar las alianzas con todo el espectro político anti-Maduro. Porque la formación de esta coalición cambia el equilibrio de poder en la mesa de negociación y en el apoyo internacional. El argumento de la división dejará de ser una excusa para algunos sectores que afirman: un nuevo gobierno no garantiza la estabilidad política en Venezuela.

Otro factor que se debe tomar en cuenta es el pensamiento creativo, para poder acordar en Barbados la celebración de la elección presidencial con justicia transicional.

Además, Guaidó debe seguir mostrando su carácter valiente. En este sentido, debe asumir el liderazgo del mecanismo de Oslo, sin el miedo a perder parte del capital político. Porque hasta ahora la iniciativa la ha llevado Maduro. Lo que introduce ruido en la mesa de negociación de Barbados al llevar a los venezolanos a experimentar un déjà vu.

Mientras tanto, Estados Unidos, en su rol de policía malo, con la orden ejecutiva 13692 del pasado lunes protegió los activos del Estado venezolano en el país norteamericano; principalmente la refinería Citgo por el cobro de la empresa canadiense Crystallex, para saldar el pago por la indemnización de 1.400 millones de dólares.

Por lo que ningún acreedor podrá tomar coactivamente las instalaciones de Citgo por la falta de pago derivado de una demanda contra la República (álter ego de Venezuela). Es decir, que el gobierno interino de Venezuela podrá iniciar la renegociación de la deuda externa con los tenedores de los bonos soberanos y corporativos sin el riesgo de perder Citgo, por ahora.

Sin embargo, los fondos tenedores de la deuda venezolana están en el limbo porque enfrentan un dilema: vender a cualquier precio los bonos, o mantenerlos con el riesgo de alejarse del índice de referencia de JP Morgan Chase, que eliminó de sus índices los bonos de Venezuela la semana pasada. Lo que despierta en el mundo financiero entender la salida a la crisis política en Venezuela, porque tiene que resolver una cartera de 60.000 millones de dólares, y unos compromisos incumplidos por pago de 15.869 millones de dólares hasta diciembre de 2019. Una situación que debería aprovechar Guaidó para lograr su agenda, por los vasos comunicantes entre Wall Street, La City, Luxemburgo con los gobiernos de Occidente. Y evitar que se conviertan en fondos buitres.

Estos elementos están presentes en Barbados. Lo que genera incertidumbre para alcanzar la solución pacífica, política y democrática a la crisis en Venezuela. Porque cualquier variación agotará el tiempo del diálogo. Solo la capacidad de adaptación, variación y creatividad de las fuerzas democráticas podrán vencer la estrategia de Maduro de comprar tiempo. No hay más tiempo que perder.

 

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